miércoles

Ricky, el perro callejero #18

EL VIAJE. DIA 2 (parte 3) Lionardo y Saúl vuelven a la mansión. Saúl se masturba pensando en Lio. Mientras, Ricky y Don Cornelio siguen en el yate con sus cuatro sumisos.


Lionardo y Saúl entraron en la mansión. El joven sumiso de pelo rubio estaba hecho un esperpento. Su uniforme de criada se había rasgado por varios lugares, y tenía la piel de todo su cuerpo, incluido su rabo, llena de líneas rojizas producto de los varazos que el bastardo le había dado. Las palmas de sus manos y las rodillas las tenía en carne viva, a causa de haber ido gateando hasta la cima del cerro. Su ano le palpitaba del dolor que le había hecho Lio follándole salvajemente el culo. Y además seguía con la polla dura como una piedra por no haberse permitido correrse con aquella brutal sodomización.

Pero el joven y malvado Amo no pensaba darle ni un solo minuto de descanso.

"Ve a limpiarte la cara, Cerda, te huele el aliento a mierda." le dijo Lio a Saúl, recordándole de aquella manera que poco rato antes le había obligado a meterle la lengua en su apestoso culo.

"Yo voy a relajarme al spa, cuando estés decente para presentarte ante mí, ve allí." al hijo de Don Romannetti le daba igual que aquella puta insaciable no conociese el lugar. Podía preguntarle a cualquiera de los trabajadores dónde estaba el spa.

Saúl se mordió la lengua y respondió un simple "Si, Señor Lionardo, como desee" aunque aquellas palabras en labios del menor no sonaban nada sumisas, sino todo lo contrario.

El chico de ojos azules se dirigió, cansado y bastante derrotado, hacia los lavabos de la planta baja. Por lo menos podría limpiarse, cosa que realmente él mismo sentía que necesitaba hacer con urgencia. Saúl entró en el baño, y se puso pasta de dientes agradablemente mentolada en dos dedos y frotó con brío por todos sus dientes y lengua. Cuando terminó se enjuagó bien la boca con un elixir que había allí.

Mientras se aseaba, no podía dejar de revivir la cruel follada de Lionardo. Saúl estaba hecho un lío, porque sabía a ciencia cierta que odiaba a esa sabandija. Pero aun así no podía evitar tener unos irrefrenables deseos de masturbarse recordando lo que acababa de hacerle durante el paseo a caballo, y sobre todo cuando llegaron a los establos.

Aprovechando que Saúl estaba en el lavabo, se desnudó, se metió en la amplia bañera y dejó correr el agua por su cuerpo. Necesitaba limpiarse completamente de los restos de semen y suciedad de haber estado caminando a cuatro patas por el suelo. El chico rubio se acarició el durísimo rabo, lo agarró con firmeza y empezó a sacudírselo. Recordaba el aroma particular del imbécil de Lionardo, sus sensuales gemidos al follarle, la dureza con la que le empalaba sin descanso con su rígida polla de chulo malnacido... el joven de ojos azules entreabrió los labios y empezó a jadear, notando como se le hinchaba la polla, casi a punto de soltar su corrida.

Y justo en ese puto momento, la puerta del lavabo se abrió y apareció el bastardo de Lionardo. Al verle, el pobre Saúl se quedó blanco y quieto, con su mano todavía agarrándose el cipote. El Semental sonreía al decirle con sarcasmo:

"Aunque las puertas tengan pestillo las puedo abrir por fuera." Lio permanecía apoyado contra el quicio de la puerta con los brazos cruzados "¿Tanto te ha excitado que te reventara ese culo de zorra que tienes, que has tenido que venir corriendo a masturbarte, Puta?"

El sumiso rubio ya se había soltado el rabo cuando le respondió:

"¡No estaba pensando en ti idiota, sino en mi Amo Ricky!"

Evidentemente mentía como un bellaco. Sí que era el bastardo de Lionardo en quien pensaba, pero antes muerto que reconocérselo a la cara. Lionardo no podía saber a ciencia cierta si lo que acababa de decirle la Puta Insaciable era verdad o no, pero confiaba en su instinto de depredador que le decía que estaba en lo cierto. Además, Saúl había tenido la polla bien dura mientras lo sodomizaba, seguro que le estaba engañando.

Lleno de seguridad en sí mismo, el joven Semental dio dos rápidas zancadas hasta situarse al lado de Saúl, dentro de la ducha. Le agarró fuerte del pelo, tirando de él y le dijo con mala leche:

"¡Eres una puta mentirosa!" le gritó, y entonces, lleno de rabia descontrolada, le soltó un sonoro bofetón que le giró la cara ¡¡PLASS!!

Acto seguido, el hijo menor de Don Cornelio, a quien parecía no importarle estar dejando empapada su ropa de cuero negro de montar a caballo, empujó a Saúl, girándole de cara a la pared y le agarró las dos manos a la espalda con una de las suyas. El sumiso se golpeó de nuevo la cara contra el muro. El agua caía sobre sus bellos rostros, mojándoles el pelo y toda su anatomía.

“¡Demuéstrame lo mucho que me odias! ¡¡Quiero ver cuánto me desprecias!!” le recriminó Lionardo.

Entonces el joven Semental puso su mano libre sobre la polla de Saúl y empezó a masturbarle con todas sus ganas. No iba a serle difícil hacerle correr, ya que el chico había estado a punto de hacerlo él solo hacía escasos minutos. Si realmente el rubio le aborrecía tanto como insistía en demostrarle, Lionardo no podría hacer que se corriera. Pero sabía que Saúl le había mentido.

El sumiso no podía creerse lo que le estaba sucediendo. El malnacido de Lionardo estaba pajeándole con brutalidad, pero le estaba gustando muchísimo. ¡Y eso aún le hacía sentirse peor! No solo por estar disfrutando con la paja, que ya era horrible de por sí, sino porque sentía que de alguna manera estaba engañando a Ricky. ¡Pero la culpa había sido de él! ¡Por haberles traído a ese lugar y haberles cedido sus cuerpos de sumisos a los mafiosos!

“Basta… Para… ¡Joder!” Saúl tenía los ojos cerrados y los dientes apretados. Hablaba tan flojito que Lionardo, aun teniéndolo a un palmo de distancia, casi no podía oírle.

Pero el bastardo no pensaba detenerse en ese momento. El magullado cuerpo del chico de pelo trigueño temblaba, empezaban a fallarle las piernas y notaba como su hinchada polla palpitaba por el placer que estaba recibiendo.

“¡¡Córrete de una puta vez!! ¡A ver si así te das cuenta de lo mucho que te gusta que te meta mi polla por tu culo de guarra comepollas!!” Fue la siguiente lindeza que le dijo.

Saúl ya no pudo aguantarlo más, y como si hubiese obedecido fielmente al último mandato del joven Semental, empezó a correrse de manera copiosa sobre su mano. Cuando terminó, Lionardo le pasó la mano llena de su propio esperma por la cara, manchándosela.

“Puedes permanecer todo lo orgulloso que quieras, pero yo sé la verdad.” le dijo Lionardo.

El hijo del Don salió de la ducha. Antes de atravesar la puerta, se giró y señaló al techo, donde había una pequeña cámara de seguridad en una esquina. Le dijo al chico:

“Aquí no tienes intimidad, así que no hagas ninguna tontería, por tu propio bien.” Y luego añadió “Límpiate rápido y ve al spa. Ponte solo el tanga y los zapatos de tacón.”

Cuando el Macho cerró la puerta, Saúl empezó a llorar, sintiéndose inundado por fuertes emociones, entre ellas la rabia y la impotencia. Odiaba a Lionardo con cada célula de su piel, aun así no había podido evitar correrse entre sus habilidosas manos. Se sentía como una vil cucaracha que no merece ni que su verdadero Amo se moleste en escupirle.


En el yate había llegado la hora de comer. Miele se ocupó de preparar la pasta fresca. Luis le ayudo encargándose de la ensalada. Y Thian y Phuo sirvieron la mesa para los Señores.

Mientras Don Cornelio y Ricky comían, sus cuatro sumisos esperaban pacientemente arrodillados en el suelo. De vez en cuando, uno de los Machos cogía un pedazo de su comida y la tiraba al suelo para ellos. Una de las ocasiones en que el perro callejero tiró un trozo de pasta fresca de su plato, fue a caer justo entre Miele y Luis. Ambos chicos se lanzaron a coger aquel pequeño pedazo de comida, y sus rostros chocaron. Luis se apartó al momento, sintiendo como se le ruborizaban las mejillas, y dejó que el lindo andrógino lo cogiese. Miele sonrió cariñosamente a Luis mientras masticaba el delicioso, aunque escaso manjar.

Entonces Don Romannetti le ordenó al capitán del barco que diese media vuelta e iniciase el camino de vuelta. Como unas feas nubes habían tapado el sol y empezaba a refrescar, los seis tripulantes se metieron dentro del yate. El mafioso inició la marcha hacia el que era su camarote, una enorme estancia que ocupaba toda la mitad delantera del barco, y, en la que no había suelo. Desde la misma entrada hasta tocar las paredes todo era una enorme cama. Los dos Machos y los cuatro sumisos se tumbaron sobre el colchón, desnudos. Habían dejado la ropa antes de entrar.

"No se cómo estarás tú, amigo Ricky. Yo estoy preparado para volver a follarme uno de estos culitos golosos." le dijo el Don al perro callejero, mientras se sobaba el abultado paquete con una mano.

"A mí me pasa igual" respondió el joven moreno “Ven, Cerda, chúpame la polla” le dijo a Luis y también ordenó a Miele que se tumbara a su lado.

El joven sumiso rubio estaba increíblemente feliz de que Ricky por fin hiciese uso de su humilde cuerpo para satisfacer sus necesidades. Él comprendía que, teniendo tanta carne fresca por probar, dejase un poco de lado a sus sumisos de siempre, pero echaba tanto de menos su polla de Dios de ébano que se lanzó literalmente sobre ella y empezó a chupársela con todas sus ganas. La hermosa Miele se estiró al lado del Semental y Ricky empezó a besarla mientras le manoseaba las tetas.

Don Cornelio por su lado estaba acariciando los lindos y juveniles cuerpos de sus pequeños asiáticos. El mafioso hizo que Thian se tumbara sobre su cuerpo, con la cabeza sobre su rabo y el culo delante de su cara, y Phuo se estiró a su lado. Los dos hermosos vietnamitas le lamían el duro rabo, y él chupaba el ano del muchacho que tenía tumbado encima, mientras le metía un par de dedos dentro del culo al otro.

Ricky tenía la polla bien dura y quería follarse alguno de los culos que tenía a su disposición. A pesar de que Miele le atraía muchísimo, Luis también era uno de sus favoritos, y además se estaba comportando increíblemente bien en ese viaje inesperado. El mayor de los hermanos no le había puesto ninguna pega a ninguna de las órdenes que le había dado desde que salieron de viaje, y por eso decidió premiarle de manera especial.

“Miele, túmbate boca arriba. Y tú, Cerda Comepollas, estírate encima y métele tu pito de mierda en el culo” les ordenó el perro callejero.

Los dos sumisos obedecieron sin pensárselo, y Miele recibió con gusto el pequeño cipote de su compañero sumiso dentro de sus entrañas. Ricky se situó detrás de Luis y apuntó con su duro rabo hacia la entrada posterior del chico, clavándosela fuerte de un solo movimiento.

“Tienes que conseguir que Miele se corra antes que yo lo haga, o te castigaré” le dijo el Macho a su sumiso.

Más que un castigo, era ya todo un premio para el mayor de los hermanos que su Amo le permitiera follarse un culo, y además era de Miele, tan hermoso, dulce y caliente. Y por si eso fuera poco, Luis podía notar perfectamente las potentes embestidas que Ricky le daba por detrás, poniéndole todavía más cachondo. El mayor problema era que no se corriese él antes que ninguno de los otros dos.

Al Don le encantó la ocurrencia de Ricky y decidió imitarle a su manera.

“Vamos a jugar nosotros también” anunció.

Entonces hizo que Thian dejara de chuparle la polla. Le ordenó que se volteara, para quedar cara a cara con él y su siguiente mandato fue que él mismo se clavara su dura polla dentro de su culito tierno. Acto seguido ordenó a su hermano Phuo que se sentase sobre él justo delante de Thian, así el que estaba siendo sodomizado por el Don podía meterle la pollita dentro del culo de su hermano, quien empezó a recibir una exquisita mamada en su púber miembro por parte de su adorado Amo.


Así estuvieron los seis follándose mutuamente por un buen rato, hasta que finalmente Luis no pudo soportarlo más, y justo en el momento en que su Semental arrojaba una violenta ráfaga de semen dentro de sus entrañas, él se corrió inundando el trasero de Miele, que por su parte no había llegado a correrse. El principal motivo fue que el pequeño pito de Luis no era suficiente para complacerle, el hijo menor del Don estaba más que acostumbrado a recibir grandes vergas ahí atrás. Además, con el tema de la hormonación, ya casi nunca eyaculaba esperma. A pesar de todo, había disfrutado mucho siendo follado por el hermoso Luis, ya que le había tomado mucho cariño al chico en el poco tiempo que habían compartido juntos. Don Romannetti tardó un poco más en eyacular, cuando el mafioso empezó a convulsionarse y soltar fuertes gemidos de placer, Thian y Phuo se corrieron a la vez, como si después de tantos años de entrenamiento, su propio placer y sus corridas estuviesen tan ligadas a las de su Amo que con solo oírle gemir ya pudieran descargar sus pitos.

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