Pasados dieciocho años
desde la primera violación y secuestro de la hermosa adolescente Pit Girl
americana Tyra por parte de un moro asqueroso llamado Abdul. Filial. No
consentido. Sadomaso. Zoo con un toro.
Durante esos largos años en los que Tyra permaneció
secuestrada, fue brutalmente violada en incontables ocasiones por Abdul, sin
que él se preocupara en ningún momento de usar métodos anticonceptivos, motivo
por el cual la joven americana quedó preñada en varias ocasiones, siendo todas
niñas excepto uno, un vástago que fue llamado Remi, en recuerdo de su abuelo
paterno. Mientras los niños crecían, recibiendo los cuidados de su madre, y
sobre todo las niñas los malos tratos de su padre, el malvado secuestrador se
dedicó a alquilar a su hembra como puta de lujo, cosa que le reportó unas
ganancias importantes, ya que en aquel país andan escasos de jóvenes rubias de
ojos azules y físico espectacular. Además al ser ella una esclava con todo el
peso de la palabra, alguien que había perdido todos sus derechos, y que había
recibido tantas torturas y malos tratos que no se atrevía a negarse a nada con
sus clientes. Eso quiere decir que por una buena cantidad, cualquier árabe con
alto nivel económico podía alquilar a la bella Tyra por el tiempo que quisiera,
y molerla a palos, sodomizarla, follarla por el coño o por su boca, todo sin
protección evidentemente. Abdul se aseguraba siempre de que volviera a estar
preñada antes de cederla a otros hombres. También hacía lluvias doradas, y se
bebía encantada el orín de sus clientes, si se lo reclamaban.
A medida que las niñas fueron creciendo, en cuanto les
llegaba la primera menstruación, eran vendidas en una subasta en el mercado
ilegal de trato de blancas, y el mejor postor se las llevaba. Solo una de las hijas
había conseguido robarle el corazón a su padre. Esa era Nadia, nombre que
significa literalmente “la primera”, pues Nadia era el fruto de la primera
violación de Abdul a Tyra, era una especie de broma retorcida consigo mismo y
el mundo. Esa pequeña se había convertido en una adolescente muchísimo más
espectacular que su propia madre. Era bastante parecida a ella, pero su pelo
rubio era de un dorado intenso, y sus orbes de una tonalidad celeste que
parecía el cielo despejado de un día de verano. Era delgada, pero al mismo
tiempo ya poseía las incipientes formas de la mujer que llegaría a ser en un
futuro, con caderas marcadas, un culo prieto, redondo y firme y unos pechos no
tan grandes como los de su madre, pero de tamaño correcto, y lo más importante,
con oscuros pezones apuntando hacia el techo. Una hembra hecha y derecha. La
favorita de papá. Y no solo lo era por su increíble físico que la convertía en
una ninfa, sino que la muchacha, al haber crecido dentro de aquel hogar
totalmente desestructurado, donde el Macho de la casa, Abdul, ordena y manda,
abusa como quiere de sus hembras, que son su mujer y sus hijas, y da palizas y
tortura a quien le lleve la contraria, y que el único papel correcto que puede
adoptar es el de hembra sumisa y complaciente de su Macho, Nadia se había
convertido, a ojos de su padre, en la esclava perfecta. Y por eso se la
reservaba para él, fue él quien la desvirgó todos sus orificios cuando le vino
por primera vez el periodo, y es con ella con quien se desahoga cuando se harta
de la cerda de su madre.
Hacía tiempo que Abdul, sus hembras y su joven vástago se
habían mudado a una casa mucho más lujosa, pero igual de apartada de los
vecinos, porque no quería tener ojos puestos en lo que ocurriera en sus
dominios de macho semental. Gracias a las ganancias de haber vendido a sus
hijas mayores como esclavas, y haber alquilado a su mujer como puta de alto
standing, ahora andaba más bien sobrado de dinero, así que el resto de niñas
que todavía vivían con él, que eran muy pequeñas, pensaba quedárselas y
entrenarlas para que se convirtieran en
grandes esclavas sumisas devotas cuando él fuera ya un hombre de avanzada edad,
y pudieran cuidarle como un puto rey. En cambio su primogénito, el pequeño
Remi, si que iba a la escuela, y él mismo lo entrenaba como Domador de hembras,
para que el día de mañana pudiera tener su propia cuadra de putas ávidas de
polla. Le animaba a golpear y escupir a su madre y a sus hermanas siempre que
hicieran algo mal, o simplemente porque le apeteciera. También podía meárseles
encima. Todavía era demasiado joven para interesarse por el sexo, pero pronto
lo haría, y cuando eso sucediera, Abdul estaba convencido que se convertiría en
un Domador de hembras muchísimo más sádico y pervertido de lo que había sido él
mismo, y que llegaría a estar muy orgulloso de él.
Tyra estaba desnuda, preparando la cena para su amado marido,
Dueño y Macho de la casa. Tras casi dos décadas sufriendo los interminables
abusos, dolorosísimas torturas, vejaciones, insultos y palizas del hijo de puta
que la secuestró siendo una adolescente, ahora la mujer ya ha perdido su
valentía y empuje. Hacía mucho tiempo que ya no peleaba ni se quejaba por nada
de lo que le hacía el moro. Total, solo servía para ganarse más dolor y
sufrimiento. Tyra se había convertido en la esposa perfecta. Cuidaba ella sola
de la casa, y de todos los niños que había parido.
Cuando Abdul llegó por la noche de trabajar, ella acudió
corriendo al oír la puerta abrirse. Se tiró a sus pies y le besó los zapatos
manchados de suciedad
– Bienvenido a casa, mi Señor –
Él la apartó pateándola, y la hizo caer de lado al suelo
– Ya sabes lo que quiero de ti, puta –
Al escuchar esas palabras, automáticamente ella se puso a cuatro
sobre el suelo, y le enseñó su culo y su coño
– Señor, por favor,
préñeme de nuevo. Meta su polla en mi sucio coño de puta. Reviénteme el culo a
pollazos. O use mi boca. Se lo suplico, mi semental –
Él se relamía complacido
– Tanto que te
quejabas al principio y ahora te has convertido en una puta de primera– le
dijo con desprecio, y volvió a soltarle un puntapié en su costado para
apartarla de muy malas maneras – Tu coño
de cerda me da asco – dijo casi escupiéndole las palabras.
Si Tyra hubiese sido esa adolescente de diecinueve años,
inocente y recién violada, se habría alegrado intensamente al escuchar esas
palabras. Aunque fueran despectivas, pero por lo menos eso quería decir que no
le quería follarla más con esa apestosa polla que tenía su Macho. Pero la Tyra
de treinta y siete años de edad, que había sido torturada y abusada por “su
marido” hasta la saciedad, alquilada como puta, que había parido a los hijos
frutos de aquellas tormentosas violaciones en su propia cama y sin ayuda... esa
Tyra no se alegró para nada cuando escuchó eso. Porque como bien dice el
conocido dicho “Cuando el diablo se aburre...” mejor que no se aburra, porque
entonces era cuando se le ocurrían las peores ideas de todas. Pero tampoco
podía hacer nada. Si Abdul había decidido que su coño le daba asco, ¿qué podía
hacer ella, una simple esclava, por tratar de solventarlo? Sumisa como se había
vuelto con el paso de los años, la mujer americana decidió que sencillamente
esperaría a ver qué sucedía a continuación. Así que se puso en pie
– Lo siento mi señor – se disculpó por darle asco, y desnuda como
estaba volvió a la cocina a continuar preparando la cena.
– Ya lo sentirás, ya – murmuró el malvado violador, dirigiéndose al
amplio salón. Allí se sentó en su butaca favorita, y Nadia, su bellísima hija
hermosa como una ninfa, vino a darle la bienvenida
– Padre – dijo con
cariño, se arrodilló a sus pies y le quitó los zapatos y los calcetines,
poniéndole las cómodas zapatillas de ir por casa
– Nadia, princesa,
sabes cómo me gusta que me digas hola – dijo el bastardo
– Si padre -
La muchacha se sentó a horcajadas sobre su padre, y le abrazó
por el cuello, dándole un morreo apasionado y lleno de lujuria. Nadia iba
desnuda. Excepto Abdul y Remi, las hembras de la casa tenían la obligación de
permanecer completamente desnudas a cualquier hora del día o de la noche,
hicieran lo que hicieran, tuvieran frio o calor. Eso era así tanto por las
bonitas vistas, como para que crecieran acostumbradas a no llevar nada de ropa
encima. Así se perdían las vergüenzas tontas. Además, si al Semental se le antojaba
meterle mano a alguna, podía hacerlo sin problema.
Abdul agarró ambas nalgas prietas y firmes de su hijita por
debajo y las amasó con deseo
- ¿Te gustaría que
papi te la metiera por el culo y te follara bien duro, princesa? – le
preguntó el semental de la casa
– Claro padre, me
encantaría que lo hicieras –
La joven era más puta que las gallinas, así que restregaba
ella misma su coño ávido de polla contra el rabo de su progenitor, manchándole
los pantalones con sus abundantes jugos femeninos. Abdul cada día que pasaba
sentía mayor preferencia por la mayor de sus hijas, y más asco hacia Tyra.
Había estado muchos años terriblemente obsesionado con ella, pero eso ya había
pasado, y ahora una nueva generación de hembras más sumisas, cachondas y
dispuestas, había madurado.
– Métetela tú solita y
cabálgame – le ordenó el semental
– Si, padre –
Nadia le bajó la bragueta y sacó su apestosa polla a la vista. Para la muchacha
aquel era el aroma natural de un pene, a sudor, restos de orín y corrida
– Hmm la polla de papá
– susurró la ninfa, alzando la mano para que su padre le escupiera en ella. A
continuación, le masturbó suave para lubricarle y se fue sentando despacio en
su grueso rabo
– Aaaaaah... –
jadeó la hermosa ninfa, cuando notó como aquel grueso y largo cilindro de carne
la ensartaba. Nadia se sujetaba sobre los hombros de su progenitor, mientras
cabalgaba cual amazona sobre su dura polla. Abdul agarró sus dos tetas de
adolescente y las apretujó con saña mientras las lamía y mordía a placer
– Aaahhh princesa solo
tú sabes cómo darme placer – dijo el hombre, sintiéndose en la puta gloria
con esa pequeña amazona saltando sobre él y soltando jadeos llenos de lujuria
– Me encanta...
sentir... la polla de papá... bien profundo... dentro de mi culo… – le
respondió la rubia entre gemidos. Abdul agarró a su hija de la nuca y le plantó
otro morreo, muy largo y penetrando hondo con su lengua dentro de esa boquita
dulce y que era suya en exclusiva.
Mientras el padre sodomizaba a la hija en el sillón, frente a
ellos, sobre la alfombra, jugaban Remi y sus hermanas pequeñas, a algo parecido
a los médicos. En esa casa el sexo no era un tema tabú, todo lo contrario, se
practicaba de manera visible en cualquier lugar y momento que al Semental le
apeteciera, y con la hembra que fuera de su gusto, así que tener a su padre
follándose a su hermana en el sofá del comedor era una escena del todo habitual
y que no despertaba ninguna sorpresa en ellos. En ese momento se escuchó una
voz desde la cocina, era Tyra
– La cena está casi
lista – dijo, a lo que Abdul respondió, para que solo le escuchara Nadia
– Que pesada llega a
ser tu madre, hija mía. A veces me entran ganas de venderla y no volverla a ver
jamás – la adolescente sodomizada le respondió
- ¿Y para qué la quieres?
Ya te ha dado sus mejores años, un primogénito y muchas hijas de la que sacar
buen provecho ¿Por qué no la vendes a ella también? – dijo la mayor de sus
hijas
Nadia le hablaba sin dejar de besarle, con la lengua de su
padre metida dentro de su boca, su polla en su culo y sus manazas maltratándole
las tetas. Abdul suspiró, pero no le respondió. No era amor lo que sentía por
Tyra, alguien como él no tenía esa clase de sentimientos románticos por nadie.
Sencillamente Tyra había sido su malsana obsesión durante muchísimos años, y aunque
ahora ya fuera casi una cuarentona, y su cuerpo había pasado por muchos partos,
seguía siendo ella, su Pit Girl, su vaquita, su Tyra. Pero al mismo tiempo era
pensar en metérsela en cualquiera de sus apestosos agujeros y le entraban todos
los males
– Tal vez tengas razón
y haya llegado el momento de deshacerme de ella – Nadia medio sonrió con
maldad y susurró algo al oído de su padre. Había esperado ese momento desde
hacía mucho tiempo. El padre se sorprendió - ¿Estás segura de eso princesa? – ella sonrió aún más
– Si, padre. Lo juro
– respondió Nadia
En ese momento Abdul bajó su mano y comenzó a tocarle el clítoris
a su hija. Pronto se corrió de manera abundante dentro del orto de su ninfa
– ¡Me corro zorrita
miaaa! - provocando que ella llegara al orgasmo de manera escandalosa
– ¡Siii! ¡Aaaaaahh
padre yo también me corrooo! ¡Que bien! – exclamó la ninfa
Acto seguido, desnudos como estaban, toda la familia se sentó
a la mesa a comer lo que había preparado Tyra, la mayor de las hijas sentía un
gran morbo cada vez que notaba como le rezumaba algo de esperma de su padre de
dentro de su dolorido culo recién follado.
~
Unos días más tarde, de noche. Tyra estaba en el suelo, caminando
a cuatro patas. Vestía con un corsé, diadema con orejas, guantes y calcetines,
y hasta colita de vaca. La cola era en realidad un consolador de enormísimas
dimensiones metido en su culo. También llevaba piercing de plástico amarillo en
su oreja, como el que ponen a las vacas para marcarlas. Desde que Nadia, la
mayor de sus hijas, le había contado un secreto a su padre mientras la
sodomizaba, Abdul había hecho los preparativos para deshacerse de aquella
hembra que tanto placer le había dado, pero de la que ya estaba más que harto,
y además hacerlo a lo grande y ganando una buena suma de dinero, mejor plan
imposible. Y todo gracias a Nadia. Esa muchacha era oro puro.
Durante esos días, Tyra había sido obligada a vestir y actuar
como una vaca. Tenía prohibido hablar, solo mugía. Y caminaba a cuatro patas
con aquel disfraz. Comía, bebía, meaba y cagaba. Nada más. Había pasado de ser
una persona de increíble belleza etérea y carácter duro como una roca a ser
menos que un animal, era una perra apaleada que no merecía la más mínima
consideración. Como Abdul tenía ya sustituta para ella, una niña que por
fortuna había sido bendecida con la belleza de su madre, y no con las
espantosas facciones de su progenitor, el asqueroso moro pensó que podría
sacarle rendimiento a la cerda de su mujer en una última y gran putada para
ella. Algo que ni se le habría pasado por la cabeza, y eso que solía tener
pensamientos de lo más retorcidos. Por eso se alegraba que la idea se la
hubiera dado Nadia, hasta ese punto era de retorcida la mente de la muchacha
por culpa del hogar en el que había sido criada.
Abdul, su mujer convertida en vaca, y Nadia y el resto de sus
hijos, todos desnudos, se subieron al auto y condujo por el camino entre la
densa arboleda a una de las casas, bastante cercana a la suya en realidad. El
Semental aparcó el auto en la entrada y se dirigió, junto a Tyra caminando a
cuatro sobre el suelo, vestida de vaca y sin hablar, y el resto, directamente
hacia la parte de atrás del caserío, que se notaba que pertenecía a alguien con
mucho poder adquisitivo. Allí, en el jardín trasero, estaban los establos, con
una variedad de animales dentro, y fuera del establo estaba la zona vallada
para la doma de caballos, y que también era usada con otros fines muy
distintos. Habían montado un artefacto metálico con forma de H en horizontal en
medio de aquella zona. La americana vestida de vaca no pudo evitar recordar el
aparato con el que la había torturado Abdul cuando la secuestró estando en un
estado avanzado de embarazo por su primera violación y sintió un terrorífico
estremecimiento por todo su cuerpo.
Frente a la zona de doma vallada, en un cobertizo, había unas
butacas que parecían de diseño y muy cómodas, y en ellas estaba sentado un
hombre muy mayor, de pelo, tupidas cejas y espesa barba completamente llenos de
canas. Vestía una túnica blanca larga típica de los varones árabes. A lado y
lado de sus piernas estaban arrodilladas dos mujeres mucho más jóvenes que él, desnudas,
acariciándole las piernas y el paquete suavemente
– Abdul, amigo,
perdona que no me levante jajaja – le dijo el anfitrión
– Sadiq, no te
preocupes, veo que te están atendiendo bien jajaja – señaló a las hembras,
que en realidad eran ambas esposas del hombre mayor.
Sadiq pasó su mirada primero por Nadia porque era imposible
no fijarse en ella, pero en seguida clavó sus fieras pupilas de sádico sin
escrúpulos sobre la hembra que más le interesaba a él, Tyra. Al verla vestida
de vaquita, con esa belleza madura que no había perdido su encanto, su sumisión
al mantenerse ella sola a cuatro sobre el piso, y su mirada fija al suelo, se
le endureció el rabo de golpe, cosa que sus mujeres notaron. Iban a darle
placer en esa zona con sus manos, pero el Macho las apartó de un manotazo y se
puso en pie, ignorando soberanamente a sus sumisas esposas devotas
– Increíble. Es
preciosa tu vaca – le dijo a su invitado - ¿Pero estás seguro de que aguantará todo sin romperse? Ninguna de mis
mujeres ha sido capaz de hacerlo – Abdul asintió
– Estoy completamente
seguro. Si lo hace, la hembra es tuya por el precio acordado ¿Trato hecho?
– Sadiq alzó la mano y la chocó con su invitado
– Claro que si. Si lo
aguanta te aseguro que pagaría el doble si hiciera falta – Abdul se rio
– Eso no me lo digas o
te arrepentirás jajaja – Sadiq se rio con él.
El secreto que Nadia le había explicado a su padre era que
sabía que su vecino Sadiq era una zoofilico y un sádico de mucho cuidado. Abdul
fue a visitarle al día siguiente de enterarse, y ambos hombres se reconocieron
como iguales e hicieron buenas migas en seguida. Sadiq le explicó que estaba
casado con dos mujeres, que tenía varios hijos, mucho dinero, pero le perdía la
zoofilia. Su mayor fantasía era ver a una de esas guarras con la polla del toro
semental que había adquirido ensartada en su coño, su culo y su boca. Pero
ninguna de sus mujeres fue capaz de soportarlo. Todos los animales que Sadiq
tenía en la cuadra eran usados con fines sexuales por él mismo, o por sus
mujeres. Pero con el toro semental no había habido manera. Su polla era
demasiado inmensa y las rajaba literalmente, a las pobres mujeres había habido
que coserlas por dentro de las terribles heridas que le hicieron. Abdul le prometió
que Tyra sí que podía hacerlo, y además por cualquiera de sus orificios.
Hicieron una apuesta. Si se lo demostraba, Sadiq pagaría una gran suma de
dinero a Abdul por su mujer, y se la quedaría para sus placeres nocturnos,
sádicos y zoofílicos.
Entre ambos hombres ingeniaron una forma de poner a Tyra a
disposición del animal, y que éste pudiera violarla como le vinieran en gana,
sin que la aplastase por el peso de su robusto cuerpo, ni rompiese la carcasa
de hierro sobre la que se apoyaría. Justo en medio del corral habían puesto
aquel artefacto compuesto por cuatro largos y gruesos postes de hierro,
enterrados hasta la mitad al suelo, y que sobresalían dos metros por fuera del
suelo. Tyra estaba estirada boca abajo, alzada en el aire, y en cruz, con los
brazos y piernas completamente abiertos. Podía sujetarse con las manos al palo
para hacer fuerza, solo eso
– La vaca está lista
– dijo Abdul, sacándole de manera brusca el enorme consolador que llevaba en su
culo y tirándolo al suelo, cosa que provocó que la hembra gimiera
– Hhhnnn… - sin
pronunciar palabra para no ser golpeada por el malvado de su marido
– Ahora disfrutemos
del espectáculo – dijo Sadiq. Esperó a que el otro hombre saliese de dentro
de la zona vallada, y desde fuera abrió la puerta que daba a uno de los
corrales, de los que salió un toro de dimensiones descomunales.
El toro en cuestión era un semental de pura raza. Tenía un
pelaje negro azabache reluciente, una mirada fiera y un carácter indómito.
Debía pesar cerca de una tonelada de pura fibra y mal genio. Unos largos
cuernos curvados blancos coronaban su cabeza. Entre sus patas posteriores lucía
unos huevos negros, gordos y colgantes. De la base de los mismos nacía su
miembro viril, un tubo también negro, pegado a su barriga, que se veía de
tamaño considerable. El semental salió del corral a paso firme y miró
alrededor. Luego olfateó el aire y bajó el morro para oler el enorme consolador
que Tyra había llevado metido en el culo los últimos días. Al olerlo, y
acostumbrado como estaba a ser usado con fines sexuales sobre hembras humanas,
el toro comenzó a excitarse. De aquella funda de piel negra que tenía el animal
entre sus patas posteriores comenzó a emerger por el extremo un rabo que dejó
sin palabras a los presentes. Era majestuoso, además de muy extraño. Tenía el
tamaño, tanto de grueso como de largo de un brazo y medio de un hombre fornido,
era una polla realmente gigantesca. Era color carne, y no tenía glande,
terminaba como en punta.
El toro comenzó a pasearse delante de la que iba a ser su
hembra aquella noche. Abdul les dice a sus hijos
– Mirad hijos ¿Le veis
la polla al toro? Pronto destrozará todos los orificios de la puta de vuestra
madre – ellos aplaudieron y se rieron. Solo eran niños y no entendían lo
que le estaba diciendo su padre, excepto Nadia, que era bien consciente de lo
que iba a suceder, y que lo estaba disfrutando con demasiado sadismo para
alguien de su edad. El semental se acercó por el lado de Tyra, que estaba
realmente acojonada, pero sin voluntad para quejarse
- CHUPALE LA POLLA A
TU SEMENTAL GUARRA - le ordenó Abdul gritando.
Ella abrió la boca, sacó la lengua e intentó llegar al rabo
del toro. Consiguió alcanzar sus pelotas desproporcionadas y apestosas, y tan
raras, y empezó a lamerlas con devoción. Al notarlo, el toro dejó de olerle el
culo y se gira para mirarla. Le olió la cara, para el toro todos los orificios
eran coños válidos. Era un semental acostumbrado a inseminar hembras. Sabía lo
que tenía que hacer. De un ágil salto aquel monumental animal de pelaje
azabache situó sus dos patas delanteras sobre la estructura metálica de la que
colgaba el cuerpo de la hembra y empujó varias veces, clavándole la punta
húmeda de su extraño y enorme cipote en sus mejillas. Tyra movía la cabeza de
lado, con su boca bien abierta, intentando facilitarle el trabajo al toro. En
una de las embestidas el semental acertó con el orificio, y le metió a la pobre
desgraciada su enorme rabo dentro de su cavidad bucal. Era tan inmenso que solo
había podido meterle la punta del mismo, y ella ya sentía la mandíbula a punto
de desencajársele, pero no podía quejarse o la molerían a palos. Debía soportar
aquella vejación tan dolorosa de la manera que fuera
- ¡Hhhhmmmm! –
El toro, al notar que su dura polla penetraba en aquel
orificio, empezó a embestir contra la cara de la hembra con toda su fuerza.
Tyra por su parte intentaba relajar la garganta, pero no era asunto fácil,
aquello parecía matemáticamente imposible de penetrar más hondo, pero mucho
rato después, a base de forzarla, al final el glorioso semental consiguió
atravesar la barrera de su cuello y unas pocas embestidas más tarde, toda
aquella gigantesca extensión de carne dura desaparecía hasta la base dentro de
la boca de la mujer americana
- ¡¡HHHHMMMM!! –
ella lloraba por el dolor que estaba sintiendo en su garganta, era terrible
cada vez que el toro retrocedía solo para volver a embestirla con toda su mala
hostia, violándole la boca con ese duro mástil que le deformaba el cuello y le
hacía sentir deseos de estar muerta.
Aquel espectáculo dantesco había puesto tremendamente cachondos
a Abdul y Sadiq. Se sentaron en las butacas, se sacaron sus duras pollas y las hembras
comienzan a mamársela con destreza. Sus dos mujeres a Sadiq y Nadia, la hija
mayor, a su propio padre Abdul
- ¿Has visto que bien
entrenada la tengo? Yo creo que podríamos meterle dos brazos dentro de su coño
o de su culo de zorra insaciable y todavía nos pediría más jajaja – comentó
de manera despectiva Abdul, situando su mano sobre la rubia cabellera de su
hija para marcarle el ritmo de la deliciosa mamada que le hacía
– Amigo Abdul veo que
no me engañabas, tu hembra tiene una boca a prueba de rabo de toro, pero
todavía nos falta probar sus otros agujeros – una de las mujeres del viejo
moro le chupaba con devoción las pelotas cubiertas de canas mientras la otra
succionaba su glande.
- ¡¡HHMM!! ¡¡HHHMMMM!!
– los nuevos quejidos ahogados hacen que ambos varones dirijan sus miradas
hacia Tyra.
El toro había comenzado a empalarla a una gran velocidad,
clavándole su duro cipote de semental tan profundo en su garganta que, cuando
dio un último empujón y comenzó a correrse dentro de su boca, la leche salió
disparada directamente casi al estómago de la hembra. El toro echó dentro de su
tráquea la mayor parte de la corrida, pero todavía seguía eyaculando cuando
comenzó a retirar su gordo cipote gigante, así que la boca de Tyra se llenó de
golpe con densos y abundantes chorretones de ardiente leche de toro
– ¡TRAGATELA TODA
PUTA! – ordenó Abdul, y su mujer obedeció tragando aquel asquerosísimo
líquido.
Al mismo tiempo que el toro llena la boca de Tyra de corrida
extrañísimo sabor, los moros llenaron las bocas de las hembras que se ocupaban
de sus erecciones con las bocas con su lechada inmunda, que también fue
engullida con enorme gusto.
Cuando las hembras dejaron las pollas de sus Machos bien
limpias, fueron mandadas a sacar bebidas alcohólicas para los hombres, que se
quedaron mirando como Tyra la vaquita le limpiaba el rabo a su semental de
aquella noche. Unos minutos más tarde, mientras los hombres bebían, el toro empezó
a interesarse por el trasero de Tyra, olfateándolo. Abdul y Sadiq hicieron
subir a las sus hembras sobre sus rodillas, boca abajo, acariciándoles las
nalgas y apoyando de paso sus copas heladas sobre las mismas. Una de las
mujeres del anfitrión zoofilico se quedó arrodillada a su lado, sosteniéndole
el tabaco y un cenicero, y a la espera de la próxima orden
– ¿Qué agujero crees
que le reventará primero el toro? ¿Su coño o su culo? – le preguntó Abdul
– Es una difícil elección...
Pero conociendo a mi semental diría que primero querrá inseminar a la hembra
derramándose en su útero – respondió el viejo moro sádico.
Mientras los asquerosos moros apuestan dinero cada uno por un
orificio distinto, Sadiq por el coño de la vaca y Abdul por su culo, el toro ya
recuperado de su primera eyaculación por la estimulación de la boca de su
vaquita Tyra, da la vuelta y se sitúa detrás de la hembra para montarla en
condiciones. En esta ocasión la primera vez que embiste contra ella, acierta de
lleno en el orificio, atravesándole el coño con aquel durísimo palo de
tremendas dimensiones, que le causa tanto dolor que se pone a gritar
- ¡¡AAAAAAAAAAH!!
¡¡NOOOO!! – a la mujer americana le parece que esa cosa horrible que la
follaba ahora por su vagina iba a rajarla por la mitad. Su conducto estaba
dilatado al máximo de su capacidad y las fortísimas embestidas que comenzó a
darle el animal no ayudaban a calmar su dolor, sino a triplicarlo – Basta… no… - susurraba llorando
- ¡¡CERDA TE DIJE QUE
MUGIERAS COMO UNA PUTA VACA!! – exclamó Abdul cabreadísimo,
Y de pronto le tiró a su mujer la copa de licor que estaba
tomando. El vaso chocó con la cara de Tyra, que no pudo protegerse por estar
atada, y estalló clavándose en su piel varios pedazos de cristal mojado en
alcohol, cosa que hizo que aquello le doliera más aun
– ¡Muuuuu! – Tyra
se rindió completamente a esa demencia sinsentido.
Cuando había llegado a esa casa le dio miedo pensar que Abdul
la vendiera a Sadiq porque no quería tener que dejarse follar por un puto viejo
de mierda. Pero aquello era mil veces peor. ¡Estaba siendo violada por un
toro!! ¡Un puto toro! Ni si quiera era alguien de su misma especie. Quería morirse
de la tremenda humillación y vergüenza que estaba sintiendo, y más con toda su
familia y la del anfitrión allí reunidos para ver el espectáculo
– ¡¡Muuuuuu Muuuuuu!!
– Tyra mugía y lloraba con cada embestida de aquel semental en su coño
Y en ese momento las dos hembras que estaban puestas sobre el
regazo de sus respectivos Machos recibieron la orden de sentarse sobre ellos. Nadia
metió la polla de su padre Abdul en su coño, y la mujer de Sadiq se vio
obligada a cabalgar con el duro rabo de su marido injertado en lo más hondo de
su recto. Ambos varones manoseaban con deseo las tetas de sus hembras, pero sus
ojos estaban fijos en Tyra. Era increíble ver como aquel rabo descomunal, que
hubiera destrozado a cualquier otra mujer, estaba follando con tanta brutalidad
el coño dilatado y maltratado de Tyra, que seguía mugiendo con cada embiste.
- Con lo largo y gordo
que tiene el rabo ese puto toro debe estar llenándole el útero – comentó
Abdul entre jadeos de puro placer
– Y que lo digas,
amigo. Lo que me extraña es que no se la esté sacando por la boca jajaja –
ambos sádicos se rieron con ganas
– ¡¡Muuuuu!! – y
la mujer americana disfrazada de vaca rezaba porque aquel suplicio terminara
pronto
Algún Dios de la perversión y el vicio debió escucharla, porque
en pocos minutos el semental clavó profundo su rígido mástil de macho bien
profundo en su vagina de vaca e inundó su útero con esa leche espesa y
asquerosa. Era tanta que a Tyra se le comenzó a hinchar la barriga. Ya ni mugía
la mujer, solo lloraba lo más silenciosamente que podía. El toro se salió de su
interior y se apartó de ella
– Mira como le ha
dejado el coño – dijo Abdul, corriéndose en el coño de su hija. Nadia
presionó bien abajo para que todo el semen de su padre quedara en su interior,
deseando en secreto quedarse pronto preñada de él
– Jodeer si que lo
veo. Está tan abierto… ¿Porqué no probamos de meterle dos brazos juntos? Yo
creo que podemos hacerlo – Sadiq excitadísimo derramó su lechada en el orto
de la hembra que le cabalgaba
Ambos moros se pusieron en pie, las mujeres de Sadiq guiaron
al toro hacia el corral, el propio animal sabía que había llegado el momento de
descansar, hasta el siguiente espectáculo que concertara el pervertido de su
amo. Abdul y su anfitrión le metieron sus manos en el dilatadísimo coño a Tyra,
que ya ni se quejaba, todo lo contrario, pedía más. Así que terminaron
metiéndole dos brazos hasta el codo, en su coño y en su culo, y moviéndolos de
manera tremendamente ruda y salvaje. Tyra se había vuelto loca y gritaba
- ¡¡Soy una vaca!!
¡¡MUUUUUUUUU!! ¡¡Quiero que mi toro me preñe!! ¡¡QUIERO LAS POLLAS DE TODOS LOS
ANIMALES!! ¡¡POLLAS TODAS PARA MIIII!! – los varones le follaron el culo y
el coño con sus brazos y en pocos minutos aquella hembra tan zorra comenzó a
correrse entre potentes convulsiones, soltando tal cantidad de jugo sobre el
piso que parecía que se había meado en él.
~
Tras aquella demencial experiencia Tyra había terminado loca.
Se quedó a vivir en casa de Sadiq. Usaba a diario un traje de hierro con forma
de vaca y forrado con pelaje. Le chupaba la polla al caballo semental y a su
amado toro siempre que tenía ocasión. Se las engullía ella sola hasta las
pelotas. El viejo también le compró un perro de raza grade para que se
divirtiera con él. Todos los animales de la granja se la follaban día sí día
también, para placer de su nuevo dueño Sadiq.
Por su parte Abdul, ahora estaba ocupado deseando preñar a su
nueva esposa e hija Nadia, que pasó a ser la mujer de la casa, ocupando el
lugar que le correspondía en la cama de su padre y obedeciéndole en todo.
Limpiaba la casa, preparaba la comida, era su puta insaciable, y colaboraba en
la educación del resto de las hijas, como siempre había soñado hacer.
Hermoso final
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Jr
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