martes

SEXY COW II [1/3]



Un moro asqueroso viola a una hermosa adolescente americana, que está preñada de ese mismo tipo, quien la violó meses atrás. 


Resumen de la primera parte de esta serie: Tyra, una adolescente americana de 19 años de edad,  hermosa como un ángel y con un cuerpo de infarto, va a trabajar como pit girl al circuito de Abu Dhabi. Se liga a Nasser, el guapo jefe de seguridad árabe, y lo acompaña a su despacho para hacerle una mamada, a cambio de que él luego le presente a alguno de los jeques que hay en la zona vip. Nasser quiere aprovecharse de ella, así que echa droga en su cubata para dormirla, pero hay un terrible accidente en la pista del circuito, y el jefe de seguridad tiene que marcharse sin poder hacer nada con ella. Abdul, el joven encargado de mantenimiento, bajito, seboso y muy feo, estaba escondido en el despacho y vio como Nasser drogaba a la chica. La viola por su coño y culo vírgenes, y también por su boca, haciéndole creer que es Nasser quien lo ha hecho, y no él.





Abdul se había marchado del despacho, dejando a la sensual chica a la que había violado por todos sus agujeros atada al sofá, con su traje rajado por la entrepierna y el trasero, rezumando esperma y sangre, y completamente destrozada, tanto física como anímicamente. El moro dejó su carrito de la limpieza en la consigna, y se fue a casa tan tranquilo.

Nasser volvió una hora después, y encontró aquella terrible escena. En cuanto se repuso, desató a Tyra, que estaba histérica e intentó calmarla.

“¡Voy a destrozarte la vida CABRON! ¡¡ME HAS PREÑADO!! ¡¡Contrataré a los mejores abogados!! ¡¡PASARÁS EL RESTO DE TU MISERABLE VIDA PUDRIÉNDOTE EN LA CÁRCEL!!” le gritaba ella, sentada en el mismo sofá en el que Abdul la había violado, abrazándose a sí mismo y atacando verbalmente a Nasser, quien creía que era el que hizo aquello con ella.

El jefe de seguridad no entendía nada. Sí que la había drogado para abusar de ella, pero se había tenido que marchar de allí. El chico árabe, que era muy práctico y no quería terminar en prisión, le hizo una propuesta que difícilmente podría rechazar ella.

“Cálmate, Tyra, por favor. Te juro sobre la tumba de mi madre que no fui yo quien te hizo esto, ¡Estaba en la pista, muy lejos de aquí!”

Nasser podía llegar a demostrar su inocencia, pero ella era una niña bien americana, y él un moro empleado del circuito. Sabía que la denuncia podría tardar largos años en solventarse. Y aunque al final le declarasen inocente, la prensa se habría cebado con él y ya nadie querría darle trabajo y las chicas tampoco se le querrían acercar, si sospechaban que era un posible violador. Sabiendo que ella era una interesada, y solo buscaba dinero, posición social y comodidad, le hizo una suculenta proposición:

“Tyra, cásate conmigo. Sé que ahora te parecerá una locura, pero piénsalo detenidamente. Solo será de cara al público, tu hijo tendrá un padre, viviréis como reyes. Yo me encargaré de todo. No tendrás que volver a trabajar. Pagaré todos tus caprichos, y tú podrás acostarte con quien quieras. Dormiremos en habitaciones separadas si lo quieres. Tendrás todas las joyas, ropas de marca y lo que desees. ¡Pero no me hagas esto! ¡No me denuncies por algo que no he hecho!”

El chico se veía realmente compungido. Tyra se escandalizó al oírle hablar, pero a medida que él decoraba sus palabras con aquello que ella siempre había deseado, una vida de lujos y comodidades, sin tener que trabajar, se calmó un poco. Realmente no había visto a su agresor, y podía no haber sido él, no podía estar segura. Ni la voz le parecía la misma. Se quedó callada unos minutos. Nasser sacó uno de sus conjuntos de pantalón traje y camisa de trabajo que tenía en el armario, y se lo dio a la chica, que lo agarró con mala gana.

“¡Sal de aquí!” le gritó ella

El chico árabe salió del despacho, ajustando la puerta. Ella se quitó el traje rajado de Sexy Cow, y se puso aquella ropa sobre su cuerpo dolorido. Le iba muy grande, pero le daba igual. Nasser empezó a hablarle desde el otro lado de la puerta.

“Firmaremos un acuerdo pre-matrimonial. Si decides divorciarte te llevarás una pensión vitalicia, para ti y para el niño. Te daré acceso directo a mis cuentas bancarias… tarjetas de crédito… ¡Te presentaré a todos los jeques millonarios que quieras, y podrás ser su amante! Haré lo que me pidas… Piénsatelo, por favor”

Ella estuvo un buen rato en silencio, meditando sobre todo lo que le había ocurrido. Si realmente no había sido Nasser quien abusó de ella, no podía saber quién lo había hecho. Además estaba la amenaza que había proferido ese asqueroso tipo, quien antes de marcharse le dijo que si se atrevía a abortar la destriparía. Aquello la había asustado mucho ¿Qué sabía realmente su asaltante de ella? ¿Conocía su nombre? ¿Sabía dónde vivía? Le asustaba mucho volver a su país y que ese loco la siguiera y le hiciera algo a ella, o peor aún, a su familia. Sus padres… joder… No podía aparecer por casa preñada. No se atrevía a abortar, pero tampoco sería bien recibida con el bombo. A sus padres iba a darles un infarto. Y Nasser… Bueno… él le estaba haciendo una proposición muy aceptable. Podía tener a su hijo en esa lejana tierra, vivir cómodamente de los ingresos de él, y tener total libertad sin dar explicaciones de nada. ¿Sería esa la mejor opción para ella y su familia?

Finalmente Tyra salió de la habitación y miró a Nasser con ojos asesinos “Acepto” sentenció muy seria “Pero pienso comprarme una pistola, y dormiré con un ojo abierto… ¡Si se te ocurre acercarte a mi… TE MATARÉ!”

Nasser sonrió “Si, lo que tú quieras. No lo haré. Te lo prometo”

Y así fue como Nasser, el guapo jefe de seguridad árabe, y Tyra, la modelo adolescente americana, se casaron. Pasaron los meses, y él cumplió con todas las promesas que le había hecho. Jamás se propasó con ella, ni intentó nada raro, todo lo contrario, la trataba como una reina, la colmaba de regalos y atenciones, y la dejaba total libertad para que ella hiciese lo que le diera la gana. Tyra poco a poco empezó a confiar en él. No abortó por un lado por miedo a las amenazas de muerte de su violador, y por otro porque le hacía ilusión ser madre. Su cuerpo iba cambiando con el paso del tiempo, llegando a tener una gran y redonda barriga y unos pechos, que si ya eran grandes de por sí, ahora que se habían llenado de leche, estaban hinchados y en su máximo esplendor.

Nasser y Tyra no llegaron a compartir cama nunca, se habían convertido en buenos amigos que estaban casados y pasaban tiempo juntos, pero sin sexo. Y a ella tampoco le apetecía salir a ligar por ahí, por su embarazo y por la mala experiencia que había vivido. Pensaba que nunca más podría volver a desear hacer el amor con un hombre, pero no le preocupaba, masturbándose ella sola ya tenía más que suficiente para cubrir su cuota de necesidades físicas.

Por su lado, Abdul, el encargado de seguridad seboso y de nariz ganchuda, en ese tiempo había usado lo que quedó de la droga que había robado a Nasser para violar a dos incautas más, pero no le había sabido igual que cuando violó a Tyra. No era capaz de olvidar a esa belleza rubia. Estaba absoluta y completamente obsesionado con ella. Abdul se enteró que se habían casado, pero también sabía que ella no se acostaba con Nasser ni con nadie más por el momento, cosa que le encantaba saber. Él había sido el que la desvirgó por todos sus agujeros, y el que la preñó, y él sería el único que seguiría disfrutando de aquellos orificios por el resto de su vida.

Tyra había vuelto al circuito unas pocas veces más, siempre acompañada de su marido, el jefe de seguridad, y con la pistola en su bolso. Abdul los espiaba a escondidas, viendo con alegría como ella engordaba poco a poco, gestando al fruto de su terrible violación en su vientre de ninfa. El malvado encargado de mantenimiento tramó un plan para que Tyra volviera a ser suya, esta vez de forma definitiva, para siempre. Tyra se convertiría en su vaquita lechera ansiosa de ser penetrada por su gordo rabo de toro semental, y él estaría encantado de satisfacerla y preñarla todas las veces que hiciera falta.

Con el paso de los meses, Abdul lo preparó todo. Se mudó de su pequeño y sucio piso en la ciudad a una casa destartalada y sucia en las afueras, donde cada vivienda disponía de unas cuantas hectáreas de terreno verde alrededor, por lo que los vecinos no se veían unos a otros. Dispuso los elementos que serían necesarios para su maquinación, y finalmente, cuando Tyra estaba en su séptimo mes de embarazo, el malvado moro inició su plan para hacerla suya.

El de mantenimiento, que conocía el pacto que Nasser había hecho con Tyra, y que no follaba con su mujer nunca, andando siempre cachondo, se dejó caer por su despacho a última hora de la tarde de un viernes. El guapo jefe de seguridad estaba sentado en su escritorio, bebiendo whisky.

“¿Cómo va eso? Una tarde aburrida, ¿eh?” le preguntó Abdul, entrando por la puerta.

Nasser le dedicó una fugaz mirada “Seh” respondió sin ganas de seguir hablando con él.

Abdul se acercó a Nasser y le enseñó unas fotos, donde salía él abrazado a dos mujeres hermosas y con muy poca ropa, que en realidad eran unas putas a las que había pagado para follárselas, todos muy sonrientes “Mira, ésta de aquí es mi prima, que es una guarrilla de cuidado, y ésta es su mejor amiga…” empezó a decirle.

Nasser abrió los ojos “No puede ser… ¿Tú… con esas….?” No quiso decirle claramente, pero era evidente que Abdul era demasiado feo y asqueroso para ligarse a unas chicas guapas y morbosas como ésas.

“Es por la coca. Están muy enganchadas a esa droga, pero no se la pueden pagar” dejó el móvil en manos del jefe de seguridad “Yo les consigo una buena cantidad, gratis, y ellas me lo agradecen como mejor saben… ya me entiendes”

Nasser se rio “Tú sí que sabes montártelo bien” le dijo

El otro respondió “Si, pero mi sueldo no es muy alto, y ellas cada vez quieren más… Había pensado… Si alguien estuviera interesado en comprar la droga esta vez, poniendo tú el dinero, ambos podríamos pasarlo bien con las nenas… ¿Sabes?” le dijo sutilmente Abdul

El chico respondió “Joder, porqué no. ¡Montémonos una jodida juerga! ¿Dónde y cuándo quedamos?”

Abdul le dio las señas de su casa en el campo, donde le dijo que nadie les molestaría. Y le dijo que llevara el dinero para la droga, que el camello se pasaría por allí para hacer el intercambio. Nasser, totalmente confiado, fue a su casa a darse una ducha y cambiarse de ropa. Sacó una buena cantidad de efectivo del banco, y a pronto estuvo plantado en la casa de Abdul, en quien confiaba por parecerle un tipo casi retrasado de lo tonto que llegaba a ser.

El lugar impresionaba un poco, pues la vieja edificación contrastaba mucho con el verde y vivo espesor que la rodeaba. La casa, que en su día había sido un hermoso hogar familiar, ahora tenía todas las maderas que formaban las paredes, el suelo y el techo, ennegrecidas y podridas. En algunas de las ventanas faltaban los cristales, y en las que no faltaban, se veían sucios y con una buena capa de roña encima. Cuando entró, la cosa no mejoró demasiado. La casa estaba formada por un comedor con cocina, la habitación y un lavabo. No tenía ni agua caliente. Todas las estancias necesitaban una limpieza urgente, y ser reparadas y repintadas sin falta. Los muebles eran tan antiguos y cochambrosos como todo lo demás. Precisamente por eso Abdul había decidido comprarla, porque estaba en un estado tan terrible que su precio había sido realmente económico.

Pero ya que había ido hasta allí, Nasser tenía pensado pasárselo todo lo bien que pudiera.

“¿Cuándo llegan las nenas?” le preguntó a su compañero de trabajo.

Abdul, a su espalda, le respondió “¡En seguida!”

Y le soltó un golpe tan fuerte en su cabeza con la culata de su escopeta, que le abrió una brecha en la cabeza y empezó a manar sangre. Nasser perdió el conocimiento. Abdul lo arrastró por el suelo sucio, manchándole la ropa de polvo y restos de a saber qué. Lo bajó con mucho esfuerzo hasta el sótano. Allí lo dejó sentado en el suelo, con las manos atadas a la espalda a una viga de hierro al descubierto, que cruzaba aquel lúgubre lugar del piso al techo. Luego le registró los bolsillos, quitándole el teléfono móvil, las llaves del coche y su cartera, tan llena de billetes que ni podía cerrarla. Abdul no pudo evitar reírse por dentro, había ideado un plan tan perfecto, que ese gilipollas le había pagado una generosa suma de dinero por violar a su esposa.

“Vamos, ¡Despiértate ya!” increpó el moro a su cautivo, dándole patadas.

Poco a poco, Nasser recuperó el conocimiento. Un reguero de sangre le caía por encima de la oreja, y le manchaba la ropa “¿Quueee…?”

Abdul propinó otra patada, en la cara del jefe de seguridad, que gritó por el dolor “¡Aaaaaaaaah! ¿Pero qué mierdas haces, Abdul?”

El contrario se rio en su cara. Apoyó el cañón de su larga escopeta sobre la entrepierna de “su amigo” y amenazó con volarle los huevos “Dime el pin de tu móvil ¡Rápido!”

Nasser se lo dio. Abdul desbloqueó el aparato y buscó en las últimas llamadas el teléfono de su amada Tyra. Le dio al botón de llamar y sujetó el aparato contra la oreja manchada de sangre del árabe, quedándose él tan cerca que oiría todo lo que dijesen.

“Dile a Tyra que se te ha estropeado el coche, y los de la grúa te han dicho que tardarán dos horas en llegar. Dale la dirección de mi casa, y pídele que te venga a recoger. Si intentas cualquier gilipollez te dejo sin polla ¿ENTENDIDO?”

Nasser asintió muy asustado, y sin entender qué estaba pasando allí “Sssi, Ssi….” le dijo.

Y entonces Tyra respondió al otro lado “Hola Nass, ¿Qué pasa?” le preguntó. El chico le dijo exactamente lo que su secuestrador le había pedido, intentando que su voz no le temblara por el miedo. Como ellos se llevaban bien, y Tyra confiaba en él, no tuvo reparos en ir a buscarle con su lujoso coche, pagado con el salario de él “Vale, ya tomé nota de la dirección, en seguida estoy allí” dijo, y colgó.

Abdul amordazó a Nasser y subió al piso de arriba. El jefe de seguridad miró a su alrededor, reconociendo el lugar. El sótano de la casa de Abdul era tan cochambroso como el resto de la casa. Suelos, paredes y techo de madera negra muy vieja y carcomida. Un dedo de polvo gris cubría la gran mayoría de todo. En dos de las paredes había colgadas varias cuerdas, cadenas y demás enseres. Al otro lado vio una mesa muy gastada por el uso, del mismo material que el resto de la casa. Sobre la misma había herramientas de trabajo. Un armario cuyas puertas no cerraban ya y colgaban de las oxidadas bisagras estaba situado junto a la mesa. Y en el centro de la estancia había un aparejo extraño hecho de hierro oscuro, que no supo para que podría servir.

El moro salió fuera de la casa y abrió el capó del coche de Nasser, sacando algunas piezas al azar de su sitio, para que ella al verlo se creyera la mentira que le había contado su marido. Se quedó escondido en unos arbustos cercanos, y esperó pacientemente a que llegara su víctima.

Poco más de media hora después, el coche de Tyra apareció al fondo del camino de tierra. Abdul se escondió bien, para que no lo viese antes de tiempo. Cuando ella bajó del coche, él se quedó tan impresionado como la primera vez que la vio. La muchacha tenía su larga melena rubia recogida en una coleta alta, y llevaba puesto un precioso vestido premamá de tirantes, y corto por encima de las rodillas. Tenía vuelo, y se movía de manera graciosa mientras ella andaba. El estampado eran suaves ondas rojas, naranjas y blancas. Muy moderno y juvenil. Sus pies los llevaba cubiertos por unas sandalias veraniegas. Y a pesar de que su cuerpo de ninfa seguía manteniendo sus cualidades de mujer diez, los ojos del lascivo violador se quedaron clavados, primero en la prominente barriga de ella, y luego sobre sus enormes pechos, mucho más grandes de lo que él recordaba, que parecía que fuesen a reventar la tela del vestido en esa parte. Su polla empezó a palpitarle en la entrepierna. Joder qué pedazo de hembra… ¡Y iba a ser completamente suya por toda la eternidad!

La incauta muchacha, sin saber que se estaba metiendo ella sola en la boca del lobo, se acercó al coche de su marido y miró dentro del capó abierto.

“¡Nasser! ¿Estás por aquí?” preguntó en voz alta.

Nasser, atado a la viga en el sótano, oyó su dulce voz, pero no pudo avisarla del peligro, pues tenía la boca amordazada. Se removió, intentando librarse de sus ataduras de manera infructuosa.

Tyra iba acercándose a la casa despacio, con la mirada de Abdul clavada ahora en su espalda. La chica se mostraba cauta, por lo lúgubre que era ese lugar, pero el coche de Nasser estaba ahí afuera, así que debía andar por aquí. Ya le explicaría luego que hacía él en un lugar como ese. La adolescente americana entró en la casa, que tenía la puerta abierta, y volvió a preguntar en voz alta.

“¡Nass, estoy aquí. Ya podemos irnos!”

En ese momento, Abdul se acercó a ella por la espalda y le apoyó el extremo de su escopeta entre los omoplatos.

“¡Camina PUTA! ¡Por las escaleras! ¡Y sin tonterías o te mato aquí mismo!” le dijo Abdul en inglés.

Cuando la joven rubia escuchó aquella conocida voz se le pusieron todos los pelos del cuerpo de punta. Se le aceleró el corazón y empezó a sufrir ahogos. Casi se mea encima de la impresión la pobre.

“¡¡Ttuuuu….!!” Habría dicho muchas cosas más, pero la enorme presión que se había instalado en su pecho inflado de futura mamá se lo impedía.

“¡Cállate CERDA! ¡Y camina! Tu marido te espera al final de la escalera” le dijo el moro, empujándola con el cañón de la recortada.

Tyra bajó a trompicones las mohosas escaleras de madera y llegó al sótano, donde vio a Nasser atado a la viga.

“¡NASS!” exclamó, con lágrimas en los ojos.

Pero Abdul no iba a dejar que se saludaran. Estaba por otras cosas. La siguió empujando con la escopeta hasta situarla en el centro de la habitación, donde estaba aquella curiosa estructura de hierro oscuro que Nasser había visto al entrar. El artefacto en cuestión, que había construido Abdul con sus propias manos, estaba compuesto por un rectángulo de hierro, puesto en vertical. En el centro del mismo había dos tiras curvas del mismo material. La base había sido atornillada al suelo con grandes clavos, para mantenerla fija en su lugar. En cada esquina, las dos que había tocando al piso, y las dos del extremo superior, había unas esposas soldadas, una en cada rincón. Las del suelo eran levemente más grandes que las otras dos.

“Ponte ahí de rodillas, en el centro. Átate tu sola una pierna y la mano izquierda arriba. ¡Rápido! ¡¡No tengo todo el puto día!!” le dijo el moro.

Ella empezó a llorar de manera silenciosa. No podía creerse que por segunda vez en su corta vida hubiese vuelto a caer en las garras del mismo asqueroso violador sádico que la había torturado y preñado. Se sentía completamente indefensa y aterrorizada. Además de estúpida, pues había dejado el arma en el coche, pensando que era Nasser quien necesitaba su ayuda. ¿Cómo iba a saber que ese maldito violador la atacaría de nuevo, y en esas circunstancias?

“¡Por favor…! ¡¡Otra vez no….!!” Suplicó la nena, sollozando.

“¡O te atas tú sola o le pego un tiro a tu marido. Tú misma!” dijo Abdul.

Ella accedió en contra de su voluntad. Se arrodilló en el sucio suelo, con su pierna izquierda puesta al lado de la estructura de hierro.  Abrió el grillete soldado a la parte inferior de aquella extraña estructura y lo cerró alrededor de su muslo, por encima de la rodilla. El frío hierro le quedaba pegado a su fina piel. En el medio de la estructura, a su espalda, quedaba puesta una de las tiras metálicas curvadas, justo en su cintura. Alzó su mano temblorosa y metió la muñeca dentro de la esposa superior izquierda, cerrándola con la diestra.

“¡¡Llevo a tu hijo dentro de mí…!! ¡¡No puedes hacerme esto!!” exclamó ella.

Cuando Nasser escuchó aquellas palabras, lo comprendió todo ¡¡Abdul era el hijo de puta que había violado a Tyra y había hecho que creyera que fue él!! ¡¡El hijo era suyo!! ¡¡¡No se lo podía creer!!! Pero Abdul no le hizo ni caso. Sin dejar de encañonarla por la espalda, para evitar cualquier intento de liberarse por parte de ella, se le acercó por detrás. Le dio una patada en la rodilla derecha, separándosela a la fuerza, y ató la pierna de ese lado de la misma manera que había hecho ella antes. Así quedaba bien abierta para él. Luego, sujetando el cañón entre sus piernas, le ató la otra muñeca al grillete de la derecha, por encima de su cabeza en diagonal. Agarró el arma y finalmente cerró la zona intermedia de aquel aparato que parecía salido de un calabozo de la inquisición, con la otra tira metálica, que estaba más curvada que la que tenía ella en la espalda, y abrazó su prominente barriga, presionándosela. Más adelante la propia Tyra tendría el enorme placer de descubrir por sí misma el porqué de todo aquello.

Abdul se acercó a Nasser y alzó la escopeta, apuntando a su pecho. El chico le miraba fijamente a los ojos con odio.

“Ahora lo has comprendido todo ¿Verdad? Si, fui yo quien la violó. Yo la preñé con mi semen. Y ahora, gracias a tu estupidez, la he recuperado, y no pienso volverla dejar escapar. Yo seré su marido. La follaré siempre que me venga en gana, y la preñaré todas las veces que me salga de las pelotas. ¡Gracias por tu ayuda, GILIPOLLAS!” y ¡¡¡BANG!!! Disparó a su pecho, matándole al acto. Tyra se quedó pálida. Si había matado a Nass sin ni si quiera pestañear ¿¿Qué no haría con ella ese chiflado??

Abdul se giró y se dirigió a la adolescente americana, con voz amenazante “Si  no quieres correr la misma suerte que él, más te vale colaborar conmigo. O soy capaz de meterte un cuchillo por el coño y rajarle el cuello a tu hijo no nato ¿¿LO HAS ENTENDIDO PUTA??”

Ella no podía responder, solo lloraba y lloraba. Entre sus lágrimas Tyra vio a su violador y padre de su hijo inclinándose sobre el cadáver de su marido ¿Y ahora qué estaba haciendo? Le quedó claro cuando el moro feo y seboso se giró y le enseñó el anillo de casado de Nass, que se estaba poniendo en su dedo anular.

“Ahora tú y yo seremos marido y mujer. Sé por fuentes fiables que Nasser y tú nunca llegasteis a consumar el matrimonio… Eso lo invalida, ¿Lo sabías? Cuando te haya vuelto a follar tú serás completamente mía. Te convertiré en mi esposa sumisa y devota. Me rogarás que te llene de mi semen todos tus agujeros cada día. Parirás y criarás a todos los hijos que tengamos. Y así será tu vida hasta que mueras. ¡¡JAJAJAJAJAJA!!” se rio el bastardo violador.

La rubia no podía creer nada de lo que le decía “¡¡¡ESTAS LOCO JODEEEEER!!!” le gritó, y acto seguido intentó librarse de los grilletes, pero claro, era imposible.

Abdul dejó la escopeta apoyada en la pared, a un lado de la estancia, y se acercó a la nena. Inclinándose, le puso sus manazas llenas de la sangre de Nasser sobre la prominente barriga y la acarició “Ahí llevas a mi bebé… ¡Nuestro hijo!” el vestido de Tyra quedó manchado de carmesí.

Ella se removió de lado a lado “¡¡SI HUBIESE SABIDO QUE EL HIJO ERA TUYO HUBIESE ABORTADO SIN PENSÁRMELO!!” le dijo ella, gritando muy fuerte.

Abdul la agarró del pelo y le soltó tres bofetones con la mano abierta en su cara, y un último guantazo mucho más fuerte que los anteriores, que le partió el labio a la rubia y le hizo escupir sangre “¡¡TU CABREAME MÁS Y TE HARÉ ABORTAR A PATADAS!! ¡¡Y NO CREAS QUE VOY A LLEVARTE AL HOSPITAL!! ¡¡¡TE DEJARÉ AQUÍ ATADA PARA QUE MUERAS DESANGRADA, CON TU HIJO MUERTO COLGADO DE TU SUCIO COÑO Y ME REÍRE VIENDO COMO LAS ALIMAÑANAS SE TE COMEN ENTERA, ESTANDO VIVA AUN!!!”

Ella ya no quería tener ese hijo, pero tampoco deseaba morir de aquella horripilante manera, y seguro que ese psicópata asesino era muy capaz de cumplir sus amenazas.  ¡¡Estaba completamente perdida!!  Abdul se arrodilló delante de ella y le sonrió con maldad

“Bésame, mi amada. ¡Celebremos que pronto seremos marido y mujer!” le dijo.

Acto seguido la agarró por la nuca y por la cintura y presionó con su boca abierta sobre la de ella, pero su lengua se chocaba continuamente con unos labios femeninos muy apretados y una perfecta hilera de dientes blancos férreamente cerrados.

“¡¡HHHHhhhhmmmmmmmm!!” se quejó la adolescente con la boca cerrada.

La reacción de él no se hizo esperar. Se sacó el cinturón y lo puso alrededor del cuellecito frágil de la muchacha, apretándolo con saña hasta que ella empezó a ahogarse de verdad. Ella le miraba completamente horrorizada. Cuando Abdul le pegó su boca a la suya había olido su pútrido aliento ¡¡Si le metía la lengua dentro de su boca seguro que vomitaría del asco!! ¡¡¡NO PODIA HACERLO Y PUNTO!!! Pero cuando una está a punto de morir asfixiada, sintiendo que le falta el aire en los pulmones, y sabiendo que no tiene escapatoria, las cosas cambian.

“¡¡ABRE LA JODIDA BOCA PUTA!!” le gritó Abdul.

Finalmente ella lo hizo tímidamente, y cuando lo notó, el moro se volvió a abalanzar sobre ella. Su acercamiento fue tan bruto que sus dientes amarillos y llenos de sarro chocaron con los de ella, eran inmaculadamente blancos. Abdul seguía apretando con su mano derecha el cinturón, ahogándola y la izquierda la puso en su cuello para acercarla a él. Como Tyra había supuesto, el sabor que le llenó la boca cuando la lengua del violador penetró en su cavidad bucal fue una de las cosas más asquerosas que había probado en su corta vida. Abdul no había usado jamás un cepillo de dientes, y además disfrutaba atiborrándose de comidas pesadas o picantes, de sabores fuertes, como el ajo. Podéis imaginaros el gusto asqueroso que debía tener su boca. Y la pobre Tyra tenía que soportarlo estoicamente, y dejar que le llenara la boca con sus vomitivas babas de cerdo. Aquel beso apasionado duró una eternidad para la pobre chica. Al mucho rato, Abdul separó sus asquerosos labios de los de ella y tiró el extremo del cinturón que todavía colgaba del cuello de ella hacia su espalda.

“Así me gusta, MI PUTA. Tienes que empezar a aprender a obedecerme en TODO lo que te ordene” le dijo.

El moro le miró fijamente las tetas, y empezó a amasárselas con vigor por encima de la ropa. Él tenía unas manazas grandes, pero sus enormes pechos estaban ahora tan hinchados por su futura maternidad, que no abarcaba a sujetarlas por completo.

“¡Menudos tetones de vaca lechera, niña!” exclamó.

Ella sollozaba, sintiendo el pútrido sabor del morreo de Abdul todavía en su boca “No… Basta ya…” suplicaba.

El moro se rio en su cara “¡Jajaja! ¡Pero si no he hecho más que empezar!”

Y rasgó el escote del vestido con sus manos. Tyra giró su cara y cerró los ojos, para no verle mientras abusaba de ella. Las tetazas de la adolescente estaban tapadas por un precioso sujetador de encaje rosa pálido, con cierre en la parte delantera. El violador abrió el cierre y apartó la tela del sujetador, dejando por fin a la vista esas monumentales tetas que le tenían loco.

“La otra vez intenté ordeñarte, pero no me diste leche… ¡Te la di yo a ti! ¡Jajaja!” se rio él solo de su macabra broma “¡Ahora seguro que puedo mamar de tus tetas lechita rica de mi vaquita preferida!”

“¡No lo hagas! ¡¡NOOO!!” gritó la rubia.

Pero Abdul continuaba ignorándola. Mantenía sujetas ambas ubres con sus manos, se inclinó y rodeó uno de los pezones con sus labios. Acto seguido empezó a mamar de él, succionando con todas sus ganas. Al principio no pasó nada, pero pocos minutos después la leche subió y el moro empezó a llenarse su sucia boca con la leche rica de la madre de su hijo. Tyra solo podía llorar y maldecir su mala suerte en la vida. No podía hacer nada más por evitar aquella humillante situación.

El violador continuó mamando del pecho de la desdichada muchacha, y luego cambió al otro para repetir el mismo proceso. Succionó hasta hartarse de beber, y hacia el final agarró el pezón con sus dientes, y apretó bien fuerte, dejándole una marca de mordisco en la areola.

La chica gritó, angustiada “¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHH!!”

Pero el moro se estaba divirtiendo de lo lindo con aquel jueguecito con su vaca lechera. Apartó un poco su cara y apuntó con los pezones de ella hacia su boca, apretándolos muy fuerte una y otra vez, notando los chorretones de aquel cálido líquido tan sabroso cayéndole en la cara y la boca. Cuando se cansó de aquello, puso su cara entre aquellas dos tremendas ubres y los apretó contra sus mejillas, mientras los lamía y mordisqueaba. Podría pasase la noche entera entretenido solo con sus tetas, pero su polla estaba más que lista hacía rato, y quería incluirla en aquel pasatiempo.

Así que Abdul se puso en pie, se bajó la bragueta y se sacó la polla para que la niña la viera. Era realmente gruesa, cubierta de grandes venas, y terminaba en un glande hinchado y gordo como pocos. Abdul se lavaba como mucho una vez al mes, si es que lo hacía. Hacía mucho tiempo que no pisaba una ducha, y se notó en seguida por el intenso y repulsivo hedor a sudor, meado y suciedad que llenó el ambiente. Tyra le miró con ojos llenos de pánico. Abdul se rio en su cara y le dijo:

“AHORA VAS A HACERME UNA CUBANA CON TUS RICAS TETAS. ME CHUPARÁS LA POLLA Y TE TRAGARÁS MI CORRIDA” ella se negaría seguro, y él sabía exactamente cómo hacerla cambiar de opinión.

El moro había sacado su maloliente polla de dentro de sus pantalones y amenazó a la rubia diciéndole que le haría una cubana y se tragaría su corrida.

“¡¡¡QUE TE JODAN IMBECIL!!! ¡¡¡NO PIENSO DEJAR QUE METAS ESA COSA DENTRO DE MI BOCA!!!” gritó ella.

El violador sonrió con maldad. Ya tenía aquello previsto “CLARO QUE LO HARÁS, PUTA ¡¡Y TERMINARÁS DISFRUTÁNDOLO CON LO CERDA QUE ERES!!”

Abdul accionó una palanquita que había en un costado del artefacto, y la mitad superior se inclinó unos centímetros hacia abajo. Como Tyra estaba atada a los grilletes, se vio obligada a inclinar levemente su torso hacia abajo.

“¡¡HE DICHO QUE NO LO HAREEEEEEEE JODEEEEEEEEER!! ¡¡¡COMO TE ATREVAS A METERMELA EN LA BOCA TE LA ARRANCO DE UN MORDISCOOOO!!!” dijo ella.

Al moro le encantaba ese carácter tan rebelde de la muchacha extranjera “Verás cómo pronto cambias de idea, mi preciosa vaquita viciosa” le respondió.

Abdul puso la mano sobre un engranaje que estaba por debajo de la palanca que acababa de accionar y lo giró con cuidado, hasta que se oyó un chasquido metálico. Tyra dejó de moverse, se quedó pálida y completamente inmóvil. Al girar el engranaje, de las tiras de hierro que abrazaban la tripa y la espalda de la chica habían salido una veintena de púas metálicas que se hundieron milímetros en su fina de piel de princesa, pero sin causarle herida por el momento.

“TE LO REPITO. VOY A METER MI POLLA ENTRE TUS TETAS, Y TU VAS A CHUPARMELA COMO SI TE FUERA LA VIDA EN ELLO. Y COMO NOTE EL ROCE DE ALGUNO DE TUS DIENTES TE ATRAVESARE ENTERA ¿¿¡¡ENTENDIDO ZORRA!!??”

Ella asintió temblando. El moro se situó justo en frente y como había anunciado, metió su apestoso rabo entre los pechos de ella, que estaban tan hinchados que lo presionaban sin necesidad de apretarlos si quiera. Abdul agarró la rubia melena de su víctima y la empujó hacia abajo.

“¡¡ABRE LA BOCA Y METETELA DENTRO ¡¡YAAA!!” le ordenó.

Ella, sabiendo que no tenía escapatoria, le obedeció llorando. Abrió los labios al máximo que pudo, y el moro empujó de nuevo su cabeza hacia abajo, metiéndole un tercio de su rechoncho rabo dentro de su dulce boquita.

“¡JAJAJA MUY BIEEEN ASIIII NENAAAA HAAAAAAA QUE RECUERDOS!” le dijo él.

El moro agarró con firmeza su coleta y tiró y empujó con mala leche, obligándola a meterse y sacarse ese repugnante pedazo de carne dentro de la boca. Con su otra mano y con la rodilla contraria, apretó sus ubres lecheras para sentir más placer al rozarse con esa piel suavecita y mullida. La saliva de ella, que caía copiosamente por el tronco de su dura polla y los pechos de ella actuó como lubricante, y pronto empezó a deslizarse entre esos jugosos melones sin problema.

“¡¡AHHHHH… COMO ME GUSTA FOLLARTE LA BOCA MI AMOOOOR… QUE GUSTOOOO…!! ” dijo él.

Abdul puso entonces sus dos manazas en el cogote de la adolescente y empezó a empujar fortísimo con sus caderas contra la boca de ella. Quería llegar a follarle tan profundo como había hecho la vez anterior, cuando ella estaba drogada.

“¡¡RELAJA TU GARGANTA CERDA, O TE LA DESTROZARÉ A POLLAZOS, TÚ MISMA!!” amenazó el moro.

Ella ni si quiera sabía qué era lo que le estaba pidiendo. Había hecho algunas mamadas en su corta vida, pero nadie hasta la fecha le había pedido una garganta profunda. El violador se hizo entender en seguida, cuando dejó metido su repulsivo rabo con su glande tocando la campanilla de la nena, y sin retirarse, comenzó a empujar contra ella con una potencia inhumana.

“¡¡¡¡¡¡HHHHHHHHHHHHHHHHHHHMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM!!!!!!” se quejaba la pobre chica.

“¡¡¡QUE RELAJES TU PUTO CUELLO O TE LO ROMPOOOO ZORRAAAAAAAAAA!!!” le gritó él.

Dándolo todo ya por perdido, la chica embarazada hizo lo que ese loco le había ordenado, porque le estaba haciendo muchísimo daño. Respiró hondo por la nariz e intentó relajar todo lo que pudo el cuello. Así que a la siguiente embestida que el moro dio contra su boca, notó como ¡¡POR FIN!! su gordote glande atravesaba la barrera de su cuello y penetraba en su garganta de niña buena.

“¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAH QUE BIEN SABE MAMAR MI VAQUITAAAAA!!!”

Abdul no quiso sacar su polla de ahí. Con lo que le había costado meterla, ahora no iba a echarse atrás.

“¡TU NO TE PONGAS NERVIOSA. RESPIRA POR LA NARIZ Y APRENDE COMO SE HACE!” le dijo a continuación

Con su glande todavía incrustado en la tráquea de la muchacha, el moro empezó a dar pequeño empujones contra su carita linda. Su garganta estaba muy apretada, era una tortura deliciosa para su rabo estar forzándola de aquella manera. Empujó, empujó y empujó, y siguió empujando y ensanchando el angosto canal de su garganta, hasta que finalmente había conseguido meterle toda la generosa y pestilente extensión de su polla dentro. Tyra había dejado de llorar y se concentraba en respirar por su nariz y relajarse lo máximo posible, pero las sensaciones de ahogo y de ganas de vomitar eran inmensas. Además le sabía la boca a rayos por el beso de ese violador asqueroso, y el repulsivo gusto de su miembro viril. Abdul bajó una de sus manos y acarició el cuello hinchado de la chica.

“AHORA VOY A FOLLARTE LA GARGANTA. SIGUE RESPIRANDO O TE AHOGARÁS TU SOLA”

Abdul retrocedió unos centímetros y embistió con fuerza contra la boca abierta al extremo de ella. Le dolía la mandíbula del esfuerzo titánico que estaba haciendo, cobijando dentro de ella un pene de semejante tamaño. Y mucho más le estaba doliendo la garganta, donde ese puto degenerado violador le había encastado su polla a la fuerza, y ahora pensaba follárselo.

El moro metía y sacaba su rabo del cuello de la chica, siempre dejándole el grueso glande dentro, más allá de su campanilla. La estuvo follando de aquella manera, despacio y sin prisas, por un buen rato. Saboreando ese momento tan placentero, pero al mismo tiempo dándole tiempo a que aquel estrecho pasaje se acostumbrase a su gran anchura, y poderla follar con todas sus ganas. Mantenía la cabeza de la chica americana quieta, agarrándola del pelo, y era él quien se movía hacia arriba y hacia abajo, con suma tranquilidad, notando como el conducto cálido apretaba cada centímetro de su polla dura. Pudieron pasar tranquilamente diez o quince minutos de la misma manera. En ese tiempo Abdul empezaba a sentir unas urgentes ganas de correrse.

“LO ESTÁS HACIENDO MUY BIEN. PERO ME ESTOY CANSANDO DE SER TAN DELICADO CONTIGO. ¡¡AHORA TU SEMENTAL TE VA A FOLLAR LA BOQUITA COMO A EL LE GUSTA!!”

El moro agarró la cabeza de Tyra con ambas manos y comenzó de repente a follarla a una velocidad increíble. Abdul seguía con la misma táctica, su glande seboso no abandonaba jamás el conducto de la garganta, y en cuanto llegaba a rozarle la campanilla con él, arremetía con fiereza contra su boca, insertándole su pétreo rabo hasta las putas pelotas.

“¡¡¡¡¡HHHHHHHGGGHHHHGGGGGGGGGGGGGGGGGGGHHHHHH!!!!” de la garganta de la adolescente salían quejidos ahogados, que excitaron muchísimo al moro.

“¡¡PERO SI TE ESTÁ ENCANTANDO, ZORRA!! ¡¡DEJA DE QUEJARTE Y ABRE BIEN LA BOCA, QUE VOY A SOLTARTE MI LECHADA DENTRO!!” le respondió él.

Con gran sadismo Abdul siguió violando la garganta de la niña con todas sus fuerzas. Le apretaba la cabeza hacia abajo, provocando que ella misma abarcara al completo la enorme extensión de carne que él le ofrecía. Sus pelotas eran masajeadas por las mullidas ubres de la vaquita lechera. El moro cada vez penetraba la boca de ella con mayor vigor, alcanzando una tremenda velocidad y profundidad. Sabía que pronto se correría, no podría aguantarse mucho más tiempo. Y al final sucedió. El moro clavó su polla en lo más profundo de la garganta ultrajada de Tyra y empezó a correrse ahí. Pero quería que ella sintiera el sabor de su leche en la boca, así que se retiró lo justo para dejar su glande puesto encima de su lengüecita.

“¡¡TRAGATELA TODA!! ¡¡COMO CAIGA UNA SOLA GOTA AL SUELO LA LIMPIARAS CON LA LENGUA!!”

La niña, aterrorizada, hizo lo que le había dicho. Y con gran asco empezó a engullir ese líquido espeso, maloliente, amargo y vomitivo que no paraba de salir a chorretones de la gorda polla de su violador. De alguna manera milagrosa, Tyra consiguió tragarse aquella ingente cantidad de corrida sin que se le cayera nada al suelo.

Abdul dejó su polla dentro de la boca de la madre de su hijo mientras se ponía flácida, y luego  movió las caderas en círculos, usando él mismo su boquita dulce y su lengüita para limpiarse los restos de la corrida. Podía haberle ordenado a ella que lo hiciera, pero ya tendría tiempo de doblegarla más adelante, y ser él quien lo hiciera sin que ella hiciera el más mínimo movimiento para colaborar con él, era de lo más excitante.

Pero antes de continuar tenía que hacer algo – Voy a volver en seguida. No te pongas muy cómoda – fue lo que le dijo el malvado moro a la chica que tenía secuestrada y atada en su sucio sótano.

2 comentarios:

  1. Que bien que nos sigas deleitando con tus relatos jeje. Esperando las demás partes con ansia. Un saludo y muchas gracias.

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  2. Querido amigo Fritanga, que bien seguirte viendo por aquí. Acabo de colgar la 2ª parte de esta serie, espero que te guste ^^

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