miércoles

La peor madre del mundo. Capítulo 3.



El pequeño Andrés se revela contra su madre.  Abusa de ella en el comedor. Le folla la boca y la obliga a beberse su meada.


Pasado poco más de un año las cosas seguían igual en el hogar de Isabel y Andrés. Ella usaba a su hijo como empleada de hogar, le daba clases, le humillaba y abusaba sexualmente de él cuando le venía en gana. Pero aquella historia, que podía haber continuado así por mucho tiempo, dio un brusco giro a principios de la siguiente primavera. 

Precisamente era el día en que Andrés (o Andrea) cumplía 16 años, la misma edad que tenía su hermanastra cuando murió. Isabel mandó a su hijo a comprar un par de cosas para preparar la comida:

“No te entretengas y vuelve pronto. Y no hables con nadie ¿Me has oído, Andrea?” 

El chico asintió con la cabeza, y respondió con voz suave y forzadamente femenina:

“Si, mamá. No te preocupes, volveré en seguida” le dio un beso fugaz en los labios y salió por la puerta.

El colmado al que le obligaba a ir Isabel quedaba a unos kilómetros de allí, por lo que tardaría al menos una hora de ida, el tiempo de hacer la compra, y otra hora de vuelta. Pero no le importaba. Si podía hacer cualquier cosa, por pequeña que fuera, que contentara a su madre, lo haría sin dudarlo. Lo había demostrado con creces desde la muerte de su padre.

Pero a los 15 minutos de haber salido, se dio cuenta que había olvidado el monedero en casa. Contrariado, tuvo que dar la vuelta. Suerte que se había percatado en ese momento, y no en la tienda. Eso sí que habría sido un engorro.

Andrés deshizo el camino andado, atravesó el jardín y entró en la casa por la puerta trasera, que daba directamente a la cocina, el lugar donde le parecía haber visto el monedero aquella mañana. 

Efectivamente, ahí estaba el monedero, sobre la encimera. Lo cogió y se disponía a irse, cuando escuchó unas voces que venían del comedor. Una era la conocidísima voz de su madre, pero la otra sonaba demasiado varonil. ¿Quién era ese tío y qué hacía en su casa? ¿¿Y por qué su madre se reía de aquella manera tan tonta?? El chico se agachó y se asomó lo justo para poder espiarles sin ser visto.

Y allí vio a su madre, medio desnuda, revolcándose en el sofá con un tipo que reconoció porque era vecino de la zona. Un hombre mayor, de pelo cano, sonrisa estúpida y no sabía decir si más pedante o idiota. Andrés cerró los puños con fuerza. Tenía los dientes apretados. ¿¿CÓMO SE ATREVÍA A HACERLE ESO LA ZORRA DE SU MADRE?? ¡¡LO HABÍA HECHO TODO POR ELLA!! ¡¡SE HABÍA CONVERTIDO EN UNA CHICA POR ESA DESGRACIADA!! ¡¡HABÍA SOPORTADO TODAS SUS HUMILLACIONES!! ¡¡TODO EL DOLOR QUE LE PROVOCÓ!! ¡¡SUS ABUSOS DURANTE LARGOS MESES!! ¡¡¡¿¿Y ASI SE LO PAGABA ELLA??!!!! 

Trastornado por la ira, el muchacho salió de la casa de manera silenciosa. Le habían entrado arcadas solo de ver a su madre abriéndose de piernas para ese imbécil. Se puso a caminar sin destino fijo, y sin saber muy bien qué tenía que hacer. Pero lo que sí que sabía era que las cosas iban a cambiar de manera rotunda desde ese preciso instante.

En vez de ir al colmado a comprar la comida que le había encargado Isabel, fue a la urbanización del otro lado del valle, lugar que no solían frecuentar, y que quedaba más cerca. Compró una maquinilla de afeitar y ropa de chico, además de un par de objetos que usaría para castigar a la puta de su madre. 

Volvió a casa y se metió en la caseta de las herramientas del jardín, donde había un enchufe. Utilizó la maquinilla para raparse el pelo al uno, muy cortito. Las largas mechas negras quedaron tiradas de cualquier manera sobre el sucio suelo. Se desnudó y se vistió con unos calzoncillos, vaqueros azules y una camisa negra. Si hubiera tenido un espejo para verse, habría alucinado con el cambio. Aquel crío asustadizo, delgaducho y sin voluntad, se había transformado en un joven apuesto, alto y musculoso, de bellos rasgos y mirada felina.

Ahora que ya se sentía de nuevo él mismo, Andrés entró en la casa por la entrada principal. Con la ira rezumando por cada poro de su piel, el muchacho se acercó a la cocina, sabiendo que su madre seguramente estaría allí.

Efectivamente, allí estaba ella, lavando algo en el fregadero, de espaldas a él.

“¿Ya has vuelto Andrea? Deja las cosas aquí encima y date prisa en preparar la comida. Has tardado demasiado... Te dije que no te entretuvieras” le dijo Isabel, en tono recriminatorio.

Aquello fue la gota que colmó el vaso de la poca paciencia que podía quedarle a Andrés. Tiró de mala gana la cesta de la compra vacía sobre la encimera, al lado de su madre. Ella, asustada por aquel gesto tan impropio de Andrea se giró sobresaltada, y su sobresalto fue todavía mayor cuando se encontró cara a cara con Andrés, que tenía el pelo corto y vestía como un chico. Le costó unos segundos identificarle...

“Andrea... Pero... Qué... ¡¡¿¿QUÉ HAS HECHO??!! ¡¡¿¿ES QUE TE HAS VUELTO LOCA??!!” dijo gritando de manera histérica.

Entonces levantó la mano para pegarle, pero Andrés la detuvo agarrándole la muñeca con firmeza, clavándole con saña sus dedos.

“¡¡AQUI LA ÚNICA LOCA QUE HAY ERES TÚ MADRE!!” le respondió, con un tono de voz varonil y atronador, que hasta le sorprendió a él mismo. Desde que se mudaron, a pesar que a Andrés había empezado a cambiarle el cuerpo y la voz, de niño a las de un adulto, siempre intentaba hablar en susurros y fingiendo ser femenino, para agrado de su madre. Pero ahora ya no pensaba hacerlo nunca más.

Entonces Andrés abofeteó a Isabel con la mano abierta, marcándole la silueta de la misma en rojo intenso en la mejilla. Ella se tapó la piel ardiente con la mano libre y empezó a llorar.

“¡¡QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ QUE ME LLAMAS ANDREA!! ¡¡¡MI NOMBRE ES ANDRÉS, ¿TE HA QUEDADO CLARO?!!! ¡¡¡ANDRES!!!” el chico, que le sacaba ahora medio palmo de altura a su madre, la zarandeaba agarrada como la tenía por la muñeca.

Isabel luchaba por soltarse, y finalmente lo consiguió. Salió huyendo de la cocina, aterrorizada por lo que podía hacerle su hijo en venganza por lo mal que lo había tratado esos últimos meses. Pero en realidad no era ése el motivo del enfado de Andrés, sino el sentirse traicionado por ella. Tantas veces que miró con asco su polla, y luego dejaba que cualquiera le metiera su asqueroso rabo en ese coño de zorra. Pronto se lo haría pagar bien caro. 

El chico salió corriendo detrás de la mujer y saltó sobre ella, haciendo que cayera de bruces al suelo justo frente al sofá. La agarró del pelo con furia y tiró de él para mover su cara, y dejársela sobre el cojín. Le restregó la cara por toda la superficie del mismo, mientras la insultaba:

“¡¡ERES UNA PUTA MADRE. UNA CERDA QUE SE FOLLA AL PRIMERO QUE ENCUENTRA!! ¿¿NO TE DABAN TANTO ASCO LAS POLLAS?? ¡¡LO DISIMULAS DE LUJO MAMÁ!!” 

Ella comprendió entonces que él había descubierto su secreto e intentó defenderse:

“¡NO! ¡Andrea... ¡¡ANDRÉS!! ¡¡NO ES VERDAD...!! ¡¡¡YO TE QUIEROOOO!!!”

Pero el chico ya no caería nunca más en las mentiras de su madre. Le dejó la cara aplastada contra el sofá, y se sentó a horcajadas sobre su cuello y nuca, para inmovilizarla. Ella quedó arrodillada, con el culo en pompa y sus brazos bajo las piernas de él, sin posibilidad de huir de nuevo.

“¡¡NO MADRE. Se acabó el juego!! Te he descubierto. Eres una PUTA EGOÍSTA que solo piensa en sí misma y en aprovecharse de los demás. Es lo que has hecho conmigo todos estos meses. Yo habría sido capaz de morir por ti... ¡¡Y tú me lo pagas follándote al gilipollas del vecino!! Pero esto no te lo voy a perdonar. ¡¡MERECES QUE TE CASTIGUE!!”

Andrés sacó una de las manos de debajo de su pierna, y luego la otra, y le ató a Isabel las muñecas juntas a la espalda con una brida de plástico negro y resistente. La apretó tanto que la única forma de poder quitársela sería cortándola con unas tijeras.

“Andrés, por favor, perdóname...” imploró su madre, muerta de miedo.

“No. No te perdono. Voy a hacer que aprendas la lección por las malas, porque así lo has querido tú” el chico iba levantando la falda del vestido que llevaba Isabel, y le bajó las bragas por debajo de sus generosas nalgas.

“Me convertiste en tu puta...” susurró con voz ronca, mientras amasaba las prietas carnes de las nalgas de su madre “¡¡Y YO VOY A CONVERTIRTE EN MI ESCLAVA!! ¡¡¡PORQUE LA ÚNICA Y VERDADERA ZORRA QUE HAY EN ESTA CASA ERES TÚ MAMÁ!!!”

Andrés sacó de su bolsillo trasero un pequeño látigo negro, de un palmo de largo, fino y con nudos, y empezó a golpearle el culo y las piernas a su amada madre, con una brutalidad terrible. Cada azote que le propinaba dejaba en la fina piel de la mujer madura una visible señal rojo oscuro tirando a violáceo. Ella se debatía y gritaba de terror.

“¡¡BASTAAAAAA!! ¡¡DETENTE ANDRÉS POR FAVOOOOOR!! ¡¡¡ME HACES MUCHO DAÑOOOO!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!”

Pero el chico no se detuvo, continuó propinándole enérgicos golpetazos, uno tras otro, sin descanso, hasta que toda la piel que cubría el trasero y los muslos de su amada madre quedaron marcados por aquel duro y cruel castigo. Llegó un momento que ella dejó de gritar y removerse, y solo hacía que llorar de manera desconsolada. 

En aquel momento el muchacho se levantó, cogió a su madre por los brazos y la lanzó volando por encima de la mesilla. Ella aterrizó de costado sobre la alfombra, junto al televisor. Le dolía el culo y las piernas, y también todo el lado derecho de su cuerpo, pero lo que más le dolía era el corazón, por haber perdido el amor y el respeto de su hija... de su hijo... Andrés.

“Basta ya... por favor... Haré lo que sea... “, le dijo ella con la voz rota por el llanto.

Andrés se rio “¡¡Jajajaja!! ¡Vaya, que curioso! ¡Esas palabras me suenan mucho! ¿A ti no, mamá?” abrió la cremallera de la bragueta, y bajó sus pantalones y calzoncillos. Agarrándose la durísima polla con una mano, mientras se masturbaba suavemente, le enseñó su miembro viril a Isabel. Era ancho, bastante largo, con una protuberancia bajo el glande. Estaba hinchado y palpitante, lleno de venas en toda la extensión de su tronco.

“Decías que te daba ASCO mi POLLA ¡Vas a mamarla hasta que aprendas a adorarla! Mi corrida será tu único alimento. ¡¡VEN AQUI Y CHÚPAMELA AHORA MISMO!!” exclamó cabreado.

La pobre mujer hizo lo que le ordenaron. Se medio arrastró como pudo y llegó hasta donde estaba Andrés. Se arrodilló entre sus piernas, con las manos atadas a su espalda, y las nalgas y los muslos abrasados y palpitándole de dolor. Viéndose en esa situación que estaba, con la polla de Andrés delante de su cara, se sintió increíblemente humillada y abatida. Se lo tenía bien merecido, por mala madre.

“Si, Andrés. Haré lo que tú desees” le dijo de manera sumisa. 

Acto seguido, acercó su cálida boca al pétreo rabo de su hijo adolescente y empezó a lamerle el glande con su lengua. Humedeció toda aquella zona, y luego empezó a bajar por el abultado tronco.

“Las pelotas también madre” gruñó él, sintiendo un enorme placer con lo que le hacía Isabel en su entrepierna. 

Ella se inclinó más, para poder lamerle los cojones. Su lengua se movía de manera incesante por toda la superficie de aquella majestuosa polla, que cada vez parecía más grande y rígida.

“Ahora abre los labios y métetela entera” exigió el menor.

Isabel cumplió con su cometido, abrió la boca e intentó meterse ese duro mástil de carne rígida dentro, pero solo lograba abarcar la mitad. A esa altura ya notaba el hinchado glande clavado en su tráquea, y la protuberancia del tronco de la polla de Andrés era tan ancha que no era capaz de abrir lo suficiente la boca como para abarcarla dentro de sí. Notaba su mandíbula a punto de desencajarse. 

Exasperada por la posibilidad de recibir un nuevo y doloroso castigo si no conseguía complacer a su hijo, la mujer empezó a mover su cabeza hacia delante y hacia atrás, usando su lengua para darle más placer a Andrés, pero sin lograr pasar de la mitad de su longitud.

El chico puso una mano sobre la cabeza de su madre y movía las caderas lentamente, al ritmo de la mamada que ella le estaba dando. Unos profundos jadeos de placer empezaron a salir de su garganta. Isabel creía que había conseguido satisfacerle, pero no era así.

“Tienes una buena técnica, madre. Se nota que eres toda una experta comiendo pollas” le dijo “Pero así no vas a conseguir que me corra... ¡¡APRENDE COMO DEBES COMERLE LA POLLA A TU HIJO!!” exclamó Andrés.

Ante el espanto de su madre, el chico la agarró fuerte del pelo a ambos lados de su cabeza. Ella, que no podía defenderse de ninguna manera, cerró fuerte los ojos e intentó abrir lo máximo que pudo sus labios, para no resultar más dañada de lo necesario.

El menor entonces comenzó a embestir con su cadera, con toda su potencia juvenil, contra la cara de su madre. De la garganta de la mujer salían sonidos de chapoteo y succión. Poco a poco, centímetro a centímetro, Andrés consiguió insertar su polla en lo más profundo de la garganta de Isabel. Sus embestidas eran intensas, rápidas y vigorosas. Ella intentaba respirar como podía.

“¡¡¡Hmmm.... Hmmmm... Hmmmm....!!!” se quejaba ella con la boca llena de la polla de su hijo.

“¡¡Ahhhh!! ¡¡Siiiii MADREEE QUE BOCA TIENEEEES ME ENCANTA FOLLÁRTELAAAAHHHHMMM...!!” le decía él mientras le violaba la boca sin descanso.

Hacía tanto tiempo que el chico deseaba abusar de su madre y meterle su polla por todos sus agujeros de zorra que no pudo aguantar demasiado tiempo aquella violación a su boca, y terminó corriéndose dentro de su garganta con un placer intensísimo:

“¡¡AAAAAAAAAAAHHH MADREEEEEEEEE ES ESTUPENDO FOLLARTE LA BOCAAAA!! ¡!!!TRÁGATELO TODOOOOHHH AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!!”

Pero el joven no se contentó con llenarle la boca a su madre con una cantidad tan generosa de esperma que le costaba tragarlo sin ahogarse. Acto seguido la agarró con más fuerza de su pelo y empezó a meársele dentro de su cavidad bucal. Ella, al notal ese líquido ardiente, de sabor amargo y asqueroso, intentó apartarse, pero no podía hacer nada. Andrés la mantenía bien apretada contra su entrepierna. Isabel empezó a llorar, al tiempo que tragaba el pis de su hijo.

“ASÍ MADRE… BÉBETELA… TODA MI MEADA… A PARTIR DE AHORA TE USARÉ COMO MI ORINAL SIEMPRE QUE TENGA GANAS. VENDRÁS Y ME LA CHUPARÁS Y TE LLENARÉ ESA BARRIGA DE PUTA QUE TIENES CON MI ESPERMA Y MI MEADA” 

Ella no pudo evitar sentirse excitada por los malos tratos y las duras palabras de su hijo. Ahora que lo tenía frente a ella, en todo su esplendor, se daba cuenta del hermoso varón que había tenido en casa viviendo con ella, pero por tonta y ciega no lo había visto. Se merecía todo lo que quisiera hacerle y más. Y si su deseo era reventarle todos sus sucios agujeros de ramera a base de pollazos, ella lo aceptaría encantada. Era su penitencia por haber sido la peor madre del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 01.

Serie larga, donde se relatan las peripecias de la pobre Maite, joven casada a la que secuestran en su viaje de casados. A lo largo de los ...