A la mañana
siguiente el primero en despertarse fue Miele. El resto de sumisos estaban
tumbados sobre la manta, que no les protegía de la dureza y el frío del suelo.
Estaban acostados de lado, en posición fetal, todos muy juntos, acurrucados
como una manada de cachorros. El hijo mayor de Don Cornelio se puso en pie y
despertó al resto de sus compañeros esclavos.
Lo primero que
hicieron fue volver a lavar sus cuerpos. No importaba que ya lo hubiesen hecho
antes de acostarse, siempre tenían que estar perfectos para sus Amos. Miele
sacó unos trajes de sirvienta, como el que llevaba él puesto el día anterior,
de distintas tallas, y los dio a los muchachos. Todos se vistieron con aquellas
cortas faldas negras de vuelo, bajo las cuales había varias capas de volantes
blancos. Las cinturas de los chicos quedaban marcadas por el corpiño negro, que
tenía lazos blancos cruzados hasta llegar justo debajo del pecho. En la parte
de arriba lucían una camisa blanca muy fina. Todos se pusieron zapatos negros
de tacón. Pero no fueron maquillados. Esas eran las órdenes que había recibido
Miele de su padre la noche anterior.
Cuando Luis,
Saúl, Thian, Phuo y Miele subieron al piso de arriba, se encontraron a los
Sementales ya desayunando en el gran comedor principal. Ricky y Don Cornelio
vestían con bermudas y camisas de manga corta y tela ligera, abiertas por el
pecho. Lionardo en cambio llevaba unos pantalones de cuero negro, botas altas y
chaleco del mismo color, y una camisa de manga corta blanca debajo. Miele se adelantó un paso, agachó la cabeza
respetuosamente y saludó a los Amos:
“Buenos días,
Señores. Disculpen que los hayamos hecho esperar.” les dijo con
su dulce voz.
Los otros
sumisos se quedaron en silencio tras de ella, con la vista fija al suelo.
“Buongiorno
bella” le respondió Don Romannetti, de muy buen humor “Habéis
llegado justo a tiempo. Estaba invitando a il mio amico Ricky a dar un
paseo en el yate”
La verdad es
que había amanecido el día con un sol espléndido, y sería entretenido y
gratificante poder hacer algo distinto a lo habitual, así que todos los sumisos
se sintieron felices de oír aquella noticia. Pero uno de ellos no tendría la
jornada de ocio que imaginaba en ese momento.
Los esclavos no
desayunaron nada. Se quedaron esperando en silencio a que sus Machos terminaran
de almorzar, y luego los acompañaron cuando se dirigían hacia la puerta. Una
vez en el amplio recibidor, Ricky se giró para hablarle a Saúl, el menor y más
rebelde de sus sumisos.
“Tú no te
vienes con nosotros, Cerda. Anoche montaste un escándalo cuando el hijo
de nuestro anfitrión te folló, y eso merece un buen castigo. Lionardo me ha
pedido ser él quien te lo aplique, y yo le he dado permiso. Así que te quedarás
aquí con él, mientras nosotros nos vamos a pasear en barco. A ver si aprendes
de una puta vez a comportarte.” fueron las duras palabras que el perro
callejero le dijo a su esclavo más joven.
Saúl no podía
creerse lo que estaba oyendo ¡Eso era peor que un castigo! ¡Era una penitencia!
Lionardo estaba loco ¡Sabía que le odiaba tanto como él le despreciaba! Si se
quedaban ellos solos en la mansión el bastardo seguro que se las haría pasar
putas. Pero ¿Qué podía hacer él si su Señor lo había ordenado así? Si le
replicaba en ese momento, mostrándose rebelde ante Lionardo y Don Romannetti,
Ricky no se lo perdonaría jamás. Solo podía aceptarlo y rezar a los Dioses para
que ese sádico demente con aspiraciones a mafioso no terminara matándole.
“Sí, como
desees. Me quedaré con el Señor Lionardo y le obedeceré en lo que me ordene.” le respondió
Saúl de manera sumisa, pero sintiendo la ira le hacía hervir la sangre en sus
venas.
Lo que el chico
de ojos azules no sabía era que Ricky lo había hecho a propósito. El perro
callejero se había dado cuenta en seguida del odio que Lionardo parecía sentir
por Saúl, y había aprovechado que le solicitase aplicarle ese castigo, para
castigar él mismo las desobediencias pasadas de Saúl. Que Lionardo castigase al
chico era el propio castigo de Ricky hacia él.
Así que Don
Romannetti y Ricky, seguidos de Miele, Thian, Phuo y Luis, todos vestidos de
sirvienta, salieron por la puerta y se dirigieron al yate, que estaba amarrado
en un puerto cercano, al que llegarían en el lujoso 4x4 del anfitrión de la
casa.
Cuando la
puerta se cerró, a Saúl le recorrió un escalofrío el cuerpo entero. Ya estaba
hecho. Se había quedado a solas con el odioso Lionardo, y tendría que aceptar
su castigo y obedecerle en todo lo que le dijera, o tendría graves problemas
con su verdadero Amo, Ricky.
El joven
mafioso primero no dijo nada, solo se paseó despacio alrededor de Saúl,
mirándole fijamente de arriba abajo. Lionardo pensaba que el chico estaba
realmente hermoso vestido de aquella manera. Y había pasado buena parte de la
noche planeando el castigo que iba a infligirle, así que lo tenía ya todo
pensado.
“Voy a ir a
montar a caballo. Tú tienes que seguirme a cuatro patas sobre el suelo, como lo
hacen las perras viciosas lameculos como tú” fue la primera
orden que le dio.
Entonces
Lionardo salió de la mansión y se dirigió a los establos, un edificio adjunto
al principal. Saúl pensó que tampoco era para tanto, solo tenía que gatear por
el suelo. Pero había tres cosas en las que no había pensado. Primero que ahí
afuera el suelo era de gravilla y le haría daño. Segundo que no sería tan fácil
seguir a Lionardo cuando estuviera montado en el caballo. Y tercero, que había
muchos trabajadores haciendo sus labores, y que verían el espectáculo y se
reirían de él, humillándole de manera profunda.
Cuando Saúl
empezó a caminar a cuatro patas por el exterior empezó a sentir como las
pequeñas piedrecitas se le clavaban en las manos y las rodillas. Ya las tenía
todas llenas de arañazos, y todavía no había ni llegado a los establos. Lionardo
caminaba a paso rápido, y no podía seguirle al mismo ritmo, así que se vio de
pronto solo en el jardín, con los trabajadores mirándole y carcajeándose a su
costa. Se sintió de pronto desprotegido, y sobre todo muy vulnerable.
Cuando llegó al
establo, el mafioso ya había montado sobre su precioso corcel, un caballo que
tenía el pelaje completamente negro, sin una sola mancha de otro color. El
joven Amo le señaló una colina cercana y le dijo:
“Ése es nuestro
destino. Más te vale llegar pronto. No me gusta que me hagan esperar.” una vez hubo
dicho esto, arrió con los pies al caballo, y se puso a galopar hacia aquel
lugar. Antes de estar demasiado lejos, se giró y le dijo al chico rubio “Estaré
vigilándote. No intentes hacer trampas o lo pagarás muy caro.”
Saúl apretó los
dientes e insultó mentalmente a Lio de todas las maneras posibles. Sí, joder,
claro que estaba pensando en ponerse en pie y correr cuando nadie le viera.
Pero ni eso le estaba permitido hacer. Ese niñato insoportable le cortaría las
pelotas si se atrevía a intentar engañarle. Así que agachó la cabeza, mirando
fijamente al suelo, intentando olvidar así a los trabajadores que seguían
mirándole y riéndose de él, y empezó a seguir el mismo camino que había tomado
Lionardo, quien ya se estaba perdiendo en la lejanía.
El otro grupo
estaba llegando en aquel momento al barco del anfitrión. Era un yate de lujo
hecho de aluminio y acero. Era una gran barca motora con sofás y mesas blancas
fuera, un comedor y cocina en el interior, con nevera. Un lujoso baño, tres camarotes
de invitados y un camarote principal que ocupaba toda la parte delantera del
piso de abajo. Era increíble. El capitán del barco, un hombre barbudo, cerca de
los cuarenta y con gorra y uniforme marineros, saludó al Don con respeto y
cuando todos hubieron subido a bordo, encendió los motores y salió en dirección
a la alta mar.
Los dos Amos y
sus sumisos se sentaron en la zona exterior del yate, y Miele, servicial como
siempre, les sirvió sendas copas de alcohol bien frías. Don Romannetti estaba
sentado entre Thian y Phuo y ellos le acariciaban las piernas y el paquete con
absoluta devoción. Parecía que para esos niños no existía nada más en el mundo
que complacer a su Amo. Como si fuesen pequeños robots sin sentimientos ni
voluntad propia. Ricky se los quedó mirando fijamente, y el Don se percató en
seguida de cuáles eran sus deseos.
“Te preguntas
qué se debe sentir al meterles tu polla dentro de estos traseros tan estrechos
¿Verdad, amico?” le dijo el mafioso al perro callejero.
Ricky sonrió
“Si. No me gustaría marcharme sin haber probado esos culos tan estrechos. Tiene
que ser una sensación única follárselos.”
Don Cornelio
chasqueó los dedos y los dos jóvenes asiáticos le miraron con ojos
interrogantes.
“Id a servir a
nuestro invitado” les ordenó.
No le hizo
falta amenazarles ni exigirles que lo hicieran bien, porque habían sido
entrenados como putas obedientes desde tan jóvenes que llevaban la sumisión
tatuada en el alma. No se les ocurriría jamás revelarse contra el Amo, ni
quejarse por ningún castigo o brutalidad que desease acometer contra sus
cuerpecitos.
Miele y Luis se
pusieron en pie para dejar sitio a Thian y Phuo, que se sentaron a lado y lado
del Señor Ricky. Tal y como habían estado haciendo con el Don, pusieron sus
manos sobre el regazo del Macho y empezaron a acariciarle las piernas y el
paquete, a la espera de que él les diera una nueva orden que cumplir. Pero
antes de nada, el perro callejero quería comprobar cuan prietos eran esos
culos, así que aprovechando que los menores estaban tumbados boca abajo sobre
el sofá, les levantó las faldas y los vuelos de los pequeños trajes de
sirvientas, apartó el tanguita y empezó a masajear sus entradas posteriores con
un dedo de cada mano. Daba la sensación que tenía que romperlos por la mitad si
intentaba meterles ni que fuese la mitad de su monstruosa polla dentro.
“De verdad, no
te preocupes, amico, sus culos de zorra aguantarán todo lo que quieras
hacerles” le dijo el anfitrión, que una vez más parecía haberle leído el
pensamiento.
Ricky entonces
puso los dedos tocando los labios de los jóvenes asiáticos y ellos los abrieron
y se los lamieron, como las buenas perritas amaestradas que eran. El perro
volvió a bajar sus manos y empezó a meterles dentro de cada culito una de sus
gruesas falanges. Parecía mentira, pero estaban tan relajados y les habían
follado tanto y tan duro por el culo en sus cortas vidas, que pudo meter uno,
dos e incluso tres dedos sin sentir presión alguna. Esos chicos eran
increíbles, y cada minuto crecían más las ganas que tenía de follárselos.
“Chupadme la
polla” fue el siguiente mandato de Ricky.
Thian y Phuo le
bajaron la cintura de las bermudas y empezaron a lamerle, completamente
sincronizados, ese grandioso pedazo de carne que le colgaba al hermoso chico de
pelo negro y piel de ébano entre las piernas. Todo ello sin dejar de disfrutar
de los dedos que el Macho les metía dentro de sus culitos.
Don Cornelio se
estaba excitando viendo aquello, así que quiso también su ración.
“Primero
quitaos las camisas, quiero solo que llevéis las faldas” les dijo a sus
dos sumisos.
Cuando se
hubieron desnudado de cintura para arriba, el Don añadió:
“Ahora quiero
que la Cerda Comepollas se siente sobre mí, dándome la espalda, con las
piernas bien abiertas” le dijo al sumiso de Ricky “Y tú, dulce
Miele, arrodíllate y chúpanos las pollas”
Luis se sentó
sobre el Don, dándole la espalda. El hombre se había sacado fuera el duro rabo.
Sus dos pollas quedaban puestas juntas, la del sumiso por arriba y la del
mafioso, mucho más gruesa y larga, por debajo. Miele, El hijo mayor de Don
Cornelio, se puso de rodillas y empezó a pasar su sinhueso por los dos rabos
que se le ofrecían. Luis estaba sintiéndose en la gloria. Pensaba que Don
Romannetti era un Amo muy amable y que se preocupaba porque sus sumisos
disfrutasen del sexo tanto como él. Pero aun así seguía siendo leal a su Dueño
y Señor Ricky, aunque su carácter fuese mucho más fuerte y violento, o
precisamente por ello le amaba y respetaba más.
Hasta hoy lo pude leer...Don Cornelio me agrada, es lo único que puedo agregar en este capítulo X3 Esperare el siguiente con ansias.
ResponderEliminarSaludos amiga.. He estado en suspenso esperando la siguiente parte de esta encantadora historia, me a enamorado desde el primer capitulo espero que pronto continúes con este relato - libro y que dure mucho mucho y sea igual o mejor en la manera de explicar los sentimientos y tratos que les dan y se sienta mas intensa la historia,. Felicidades por tu talento, espero la siguiente parte
ResponderEliminarQuerido Nino, muchas gracias por tus amables palabras.
ResponderEliminarY mi apreciado luis, La serie de Ricky todavía tiene muchas vueltas por dar, y estoy ansiosa de poder continuarla. Como he puesto en mi perfil, ahora mismo estoy sin tiempo para nada por otras obligaciones que me han caido encima, pero no he desaparecido, ni abandonaré esta serie, que es mi niña bonita. Os pido paciencia. un beso!
Para cuando esta, nos tienes en ascuas.
ResponderEliminarEs bueno saber que estas de vuelta, pero seguimos con la miel en los labios
Querido joseph gong,
ResponderEliminarLa serie de Ricky no está abandonada, pero de momento no la voy a continuar, porque para hacerlo tengo que volver a leermela desde el principio, tomar nota de todo lo que hice hasta la fecha, volver a hacerme con los personajes, y a partir de ahí continuar. Y ahora no tengo tiempo. Más adelante me pondré a ello, y le daré el final que se merece.
Un beso,
La Doncella Audaz
La esperaremos con ansia Doncella!! Un beso y gracias.
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