El primero en situarse como quería fue el
joven Lionardo. Hizo que Saúl se tumbara boca arriba sobre uno de los sofás de
estilo romano, que era básicamente una cama sin respaldo. Ató sus manos juntas
por encima de su cabeza, en uno de los reposabrazos, y puso esposas en sus
tobillos, con cadenas que iban hacia el techo, obligando al joven rubio a tener
el culo y la parte baja de su espalda alzada en el aire, sin tocar el sofá, y
manteniendo sus piernas completamente abiertas.
Cuando el joven sádico tuvo puesto todo
en orden, se situó a un lado del sofá, cogió de los pelos a Saúl y de un solo
golpe le metió el duro rabo dentro de su boca. Las pollas de Lionardo y de su
padre, el Don, tenían una característica especial. De por sí eran bien grandes,
aunque no tanto como la de Ricky, eso era difícil de superar. Pero tenían un
glande enorme, y hacia el final de sus rabos el tronco se hinchaba, casi
doblando el tamaño en la base. Por ese motivo era difícil poder mamarlas, ya
que el glande casi no cabía en la garganta, dañándola a su paso. El tronco era más
o menos sencillo de meter dentro, pero al llegar a la base, se tenía que
estirar los labios casi hasta el punto de rotura para poder abarcar todo el
pedazo de carne dentro.
Saúl estaba sufriendo mucho con aquella
mamada, y más cuando Lionardo, sin dejar de empujar sus caderas violentamente
contra su cara, ordenó a Thian y Phuo que le lamieran el culo y los huevos. El
rubio intentaba no cerrar los ojos y mantener la vista clavada en ese ser
odioso que abusaba de su cuerpo para su propio placer, y no quería disfrutar
para nada con lo que le estaba haciendo, porque lo que de verdad deseaba era
estrangularle con sus propias manos. Pero el viaje había sido largo, con ese
consolador metido en su culo. Y Ricky no les había permitido correrse, ni a él
ni a su hermano mayor, ni si quiera tocarse, y les había puesto ese aparato de
cuero y metal en las pollas que impedían que pudieran descargar su semen.
Sentía los huevos cargados de leche y la polla a punto de reventarle, por culpa
sobretodo de las incesantes lengüetadas que le daban los pequeños vietnamitas
en sus zonas más erógenas. De vez en cuando Lionardo daba un empujón más fuerte
de lo normal y le encajaba el hinchado glande en su garganta, eso hacía que
Saúl se atragantara con él, además del tremendo dolor que sentía en la comisura
de la boca por tenerla al máximo de abierta con esa bola de carne metida a
presión dentro. Como acto reflejo tiraba su cuello y cabeza hacia atrás,
tosiendo y emitiendo sonidos guturales de ahogo.
“¿Qué pasa, Puta Insaciable? Dudo
que sea la primera polla que te comes en tu vida ¡Ponle ganas, joder!” le gritó el joven Lionardo en una de las
veces que el pobre Saúl se apartó para poder respirar.
Sin darle tiempo a recuperar el aliento,
el malvado hijo del mafioso volvió a meterle su endurecida polla dentro de la
cavidad bucal, tirándole más fuerte de los pelos para que el rubio mantuviera
su boca bien pegada a su entrepierna, y follándole la garganta con más ímpetu
todavía. Los niños asiáticos, sabiendo lo que se sufría en esa situación, se
esmeraban en darle todo el placer que pudieran a Saúl, con sus lengüecitas en
su culo y en sus huevos. Eso quizás haría que la experiencia resultara menos
mortificante para su compañero sumiso.
Un poco alejado de aquel grupo se
encontraba Ricky. Estaba sentado en el sofá y había ordenado a Miele que se
subiera sobre él y se empalara él solo su hinchado rabo de toro. La joven
hermafrodita había obedecido al instante, parecía que él mismo se moría de
ganas de recibir una buena ración de polla de ese moreno guapetón en su culo de
ninfa. Miele se subió a horcajadas sobre el perro callejero, se lamió la palma
de la mano y lubricó él mismo su agujero posterior. Acto seguido sujeto el
rígido pollón de Ricky y apuntó el glande a su ano. Poco a poco empezó a bajar
su cuerpo, ensartándose la polla del invitado de su padre en su intestino. Ricky
le abrazaba por la cinturilla de avispa, empujando también para ayudarle a
metérsela entera dentro, y mientras lamía y besaba los turgentes pechos de la
muchacha. Finalmente, tras unos minutos de esfuerzo, y con la bella cara
marcada por el dolor que sentía, Miele consiguió al fin empalarse por completo
aquella rígida vara.
“¡Vamos, cabálgame bien duro, amazona!” le dijo el perro callejero, soltándole
un buen azote en su firme culo.
El joven andrógino se sintió hinchado de
orgullo por saberse el favorito de Ricky, al menos durante aquella velada.
Había sufrido tantos abusos e insultos en su corta vida, que notar el puro
deseo casi animal que rezumaba del contrario hacia él provocaba que él mismo se
excitase muchísimo más.
“Sí, Señor Ricky, como desee.” le respondió ella con su acaramelada
voz.
Al instante, Miele empezó a subir y bajar
su cuerpo, metiéndose y sacándose de dentro de su culo goloso aquella magnífica
verga que la estaba taladrando. El perro callejero bajó sus manos hasta poder
agarrar sus nalgas, y se las abrió completamente, mientras él mismo embestía
con sus caderas hacia arriba todo lo fuerte que podía, intentando partirle en
dos el orto al hijo mayor de Don
Cornelio. Los besos que Ricky le daba en sus pechos habían pasado a ser duros
mordiscos dados con muy mala intención, que no hacían más que provocarle un
mayor placer a Miele, quien todavía se clavaba con más ganas la polla del chico
de ojos esmeralda. Era una follada tan brutal, que aunque la ninfa tuviera el
culo acostumbrado a follar a diario con su padre, su hermano y otros sujetos,
seguro que aquella noche sufriría un dolor insoportable por lo bestial que era
aquella cópula.
Por su lado, Don Romannetti se lo estaba
tomando con más calma. El dueño de la mansión permanecía sentado en otro de los
grandes sofás, se había terminado la primera copa de licor y había pedido a
Luis que le llenara la copa, cosa que él hizo con prontitud. Luis no cambiaría
a su Dueño Ricky por nadie jamás, antes se mataría que entregar su corazón y su
alma a otro ser que no fuera él. Pero si su Semental le ordenaba entregar su
cuerpo a otro hombre, él no podía discutírselo. Los deseos de Ricky eran sus
propios deseos, y si eso significaba comportarse de manera sumisa con ese
hombre de cierta edad, que todavía conservaba todos sus encantos, pues mejor
para él.
Luis había acudido al viaje molesto
porque su Dios de ojos esmeralda le había estado ignorando los últimos días,
requiriendo más los servicios sexuales de su hermano menor Saúl que los suyos.
El joven de pelo rubio se había propuesto comportarse como el mejor de los
sumisos en ese viaje, para que Ricky estuviera orgulloso de él y recuperar así
su atención perdida. El bello y dulce Miele se lo estaba poniendo muy difícil,
así que redoblaría sus esfuerzos por complacer cualquier petición de Don
Cornelio, sabiendo que de esa forma complacería también a su adorado Amo Ricky.
Después de rellenarle la copa con licor a
su anfitrión, el hombre le pidió que le acercara uno de los consoladores que
había sobre una mesa. Era una polla de goma blanda bastante grande y sobretodo
muy larga, de color negro. Don Cornelio subió las piernas sobre el asiento del
sofá, y apoyó los hombros y la cabeza en el reposabrazos del mismo, quedando
medio tumbado.
“Dame el consolador.” Le indicó al chico de ojos azules
“Súbete encima de mí, dándome la espalda.
Me chuparás la polla mientras yo me divierto con tu culo” añadió después.
Luis no se lo hizo repetir. Subió al sofá
y se puso sobre Don Romannetti. El joven sumiso procuró situar su trasero a la
altura adecuada y que le resultara lo más cómodo posible al Señor de la casa.
Una vez hubo hecho esto, el sumiso de ojos azules se inclinó, acercando su boca
a la entrepierna del Don, agarró su hinchada polla con una mano, y empezó a
mamársela con todas sus ganas. Los gemidos de placer que empezaron a salir de
la boca de Don Cornelio fueron música celestial para el esclavo.
El mafioso disfrutó de la espectacular
chupada que le estaba haciendo aquel crío de pelo rubio un rato, pero pronto
volvió a abrir los ojos y se concentró en darle algo de placer y dolor a él
también. Don Romannetti empezó lamiendo con lujuria el ano estrecho de Luis. Le
dejó bien humedecida toda la zona de su entrada posterior, y luego apuntó el
extremo curvo del aparato y se lo empezó a introducir sin prisas, pero sin
pausas. Como Luis había estado llevando el plug anal durante todo el viaje, no
le resultó excesivamente lastimoso, aunque por las grandes dimensiones del
consolador sí que sintió algo de dolor. Aun así el placer que le dio esa polla
de mentira cuando Don Cornelio empezó a moverla superaba con creces el leve
daño que le hacía.
Lionardo, el hijo menor de Romannetti, se
había cansado de maltratar la boca de Saúl, la Puta Insaciable, y se
había situado entre sus piernas abiertas, que colgaban del techo amarradas a
unas cuerdas. Los dos niños asiáticos estaban arrodillados a lado y lado de su
joven Amo, preparados para ponerse a lamer cualquier rincón de su culo, perineo
o pelotas que les quedara al alcance de la boca, como Lio les había ordenado.
A Lionardo le extrañó que el ano de Saúl
pareciese tan estrecho, cuando hacía poco que se había quitado el plug anal que
había llevado puesto tanto rato. Debería tener el orificio posterior dilatado,
pero no era así. Parecía casi virgen. Lleno de curiosidad, metió bruscamente
dos de sus dedos dentro del culo del chico rubio, con cierto esfuerzo, e
intentó abrirlos, mientras los giraba de un lado y de otro. Saúl no conseguía
relajarse. Tener que cederle su cuerpo a ese niñato pijo y engreído para que
hiciera con él lo que le viniera en gana era muy superior a sus fuerzas. Cada
vez que ese chulo engreído metía sus frías falanges en su trasero, ambos
notaban como las paredes intestinales se contraían de golpe con un espasmo,
intentando impedirle el acceso. Lionardo
sacó sus dedos del culo de Saúl y observó fascinado lo mismo que Ricky había
descubierto tiempo atrás, el culo de ese chico de ojos azules era totalmente
elástico, tanto que no importaba las dimensiones de la polla o el objeto que le
metieran por ahí atrás, ni el rato que estuviera con ello. Al quitárselo, la
elástica piel del ano del rubio volvería de nuevo a su estado inicial,
convirtiéndose cada vez en un nuevo y doloroso desvirgamiento.
“Esto te va a doler y mucho, ramera
estúpida” fueron las
amables palabras que el de pelo castaño le dedicó a su víctima.
Entonces el jovencísimo mafioso agarró
fuerte por las caderas al esclavo rubio, y empezó a arremeter contra su rico
culo. Lo primero que atravesó el apretado orificio anal de Saúl fue el
desmedido glande de la polla de Lionardo. Sintió un dolor tan atroz con aquella
violenta penetración que su espalda se arqueó en el aire, y de su boca salió un
aullido desgarrador.
“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!
¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!!”
“¡¡CÁLLATE, PUTA ESCANDALOSA!! ¡QUE NO
SABES NI DEJARTE FOLLAR CON DIGNIDAD!” le replicó Lionardo.
Y eso que el culo de Saúl solo había
recibido dentro la punta hinchada de aquel niñato. Todavía le quedaba todo el
tronco y aquella bola enorme de carne de la base. Definitivamente ese
gilipollas iba a destrozarle el culo. Era imposible no quejarse por aquel trato
vejatorio y dañino. Pero quería hacerlo lo mejor que pudiera para contentar a
su amado Ricky, además no quería que Lionardo pudiera regodearse en su
desdicha. Así que Saúl apretó fuerte los dientes, cerró los ojos y rezó a todos
los dioses por poder soportar aquel calvario sin volver a gritar.
Pero no tuvo éxito en su propósito. El
paso del tallo del rabo de Lio fue más o menos soportable, y pudo mantenerse
dignamente callado. Pero en la brutal embestida en la que terminó de empalarle
con su vigoroso rabo, el dolor fue el doble de intenso que con el paso del
glande. Saúl sentía la piel del culo tan dilatada que parecía que se le
rajaría, y sin poderlo evitar volvió a gritar.
“¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!! ¡¡¡BASTA
NOOOOOOOOOOOO!!!”
El hijo menor de Don Romannetti se sentía
cada vez más excitado. Cuanto más gritaba y se quejaba aquella Puta Insaciable, mayor era el placer que
él recibía sodomizándole como un animal salvaje. Lionardo estaba agarrando a Saúl tan fuerte
de los costados que estaba dejándole la señal de sus uñas marcadas en la piel.
“¡¡DEJA DE GRITAR, ZORRA ESTÚPIDA!!” le dijo Lio con voz firme y muy alta.
Lo que quería era que Ricky, el Dueño de
Saúl, se diese cuenta de que su sumiso era un llorón y un lamentable esclavo.
Estaba disfrutando como un niño chico martirizando al menor de pelo rubio, y
sentía que podía seguir sodomizándole de manera bruta durante horas. Sólo por
el mero placer de seguirle oyendo proferir esos atroces gritos. Humillar a Saúl
excitaba intensamente a Lionardo.
Mientras el chico de pelo castaño
destrozaba el culo del menor de los sumisos del perro callejero, Don Romannetti,
el anfitrión, había pasado a mayores con Luis. Don Cornelio estaba tumbado en
el sofá, metiéndole el consolador en el culo al joven, mientras él estaba
sentado encima de espaldas a él, chupándole la polla. El mafioso estaba muy
excitado, y ya se había corrido antes en la boca de uno de sus pequeños
asiáticos, ahora le apetecía descargar su lechada dentro de un lindo culo, y
Luis tenía un hermoso trasero. Así que tiró el consolador al suelo, alzó ambos
brazos y agarró al joven por los hombros, obligándole a que dejara de mamarle.
Luis quedó entonces completamente tumbado de espaldas boca arriba, sobre el
cuerpo del Don.
“Ábrete de piernas, bello ragazzo, voy a follarte ahora.” le susurró Don Romannetti a Luis al
oído.
El mafioso tenía una voz profunda y muy
sensual, y al joven de ojos azules no le resultó nada penoso obedecer su orden.
Habría preferido que fuese Ricky, su adorado Amo, quien lo follara, pero Don
Cornelio era un hombre realmente agradable y muy guapo. Además le había
lubricado el culo con su lengua y también le había dilatado con el consolador
por un buen rato, así que cuando el Don apuntó su dura estaca contra el
orificio posterior de Luis y empezó a empujar, el joven sumiso solo sintió
placer y casi nada de dolor.
Don Romannetti metió suavemente su polla
dentro del culo de Luis, que estaba completamente tumbado sobre él con las
piernas abiertas. Lo tenía abrazado por el estómago y le acariciaba el pequeño
pito mientras le metía y sacaba su duro rabo de dentro con mucha calma. Cuanto
más tiempo pasaba, más ganas tenía el joven de poder correrse. Y pareció que el
hombre le había leído el pensamiento, pues al cabo de un largo rato empezó a
embestir contra él con mucho más vigor, desabrochó la tira de cuero que impedía
que Luis pudiera correrse y continuó pajeándole al tiempo que le follaba. Don
Cornelio derramó su espesa lechada dentro del culo de Luis, y él se corrió
sobre la mano del anfitrión, quien posteriormente se la hizo limpiar con la
lengua.
Por su lado, en el otro sofá, Miele había
empezado cabalgando a Ricky, que estaba sentado debajo. Pero al rato de estar
fornicando como bestias, el perro callejero agarró al hijo mayor del Don y lo
tumbó boca arriba sobre los cojines, apoyando cada uno de los pies del sobre
sus hombros. De esa manera, Ricky tenía mejor acceso al culo de Miele y sus
penetraciones se volvían mucho más profundas. Quedó claro que estaba sintiendo
un intenso placer con aquello, cuando el chico vestido de sirvienta empezó a
gemir fuerte sin poder detenerse. Eso provocó una mayor excitación en Ricky,
que terminó soltando su esperma de Macho en lo más interno de las entrañas del
andrógino. El sumiso consiguió correrse también, pero apenas soltó unas pocas
gotas de un líquido casi transparente que nada tenía de parecido con el
esperma. Cosas de la medicación, como había dicho su padre, pronto no podría ni
correrse.
Mientras ellos estaban follando, Lionardo
continuó embistiendo con dureza y maldad el maltrecho ano de Saúl, buscando que
gritara y se quejara. Y consiguió perfectamente su propósito. Ricky, Don
Romannetti y sus dos sumisos ya se habían corrido, pero Lionardo continuaba
golpeando sin descanso el culo del rubio. Thian y Phuo habían intentado
situarse entre las piernas de ambos para lamer allá donde pudieran, pero los movimientos
de su joven Amito eran tan bruscos y violentos que no podían ponerse de ninguna
manera sin molestarle, así que se quedaron arrodillados a sus pies sin saber
muy bien qué hacer. Aunque daba igual, a Lionardo se le habían olvidado los
asiáticos. Cuando Saúl parecía que había empezado a acostumbrarse a su grueso
rabo de diablo y dejaba de gritar tanto, el joven mafioso le arrancó
bruscamente el cascabel que tenía sujeto con una rígida pinza en su pezón,
provocando que soltara un nuevo alarido. Si algo tienen las pinzas es que
duelen muchísimo más al ponerlas o al quitarlas, que si tienes que aguantarlas
puestas un buen rato.
Lionardo fue el único Amo que no permitió
que su sumiso se corriese, así que no le quitó el aparato que llevaba en el
rabo. Aunque tampoco estaba muy claro que Saúl pudiese llegar a tener un
orgasmo con la brutal tortura anal de la que estaba siendo víctima. Ricky y Don
Cornelio se habían servido otra ronda de licor. Hablaban y acariciaban los
cálidos cuerpos de Miele y Luis, mientras el hijo menor del anfitrión de
aquella lujosa mansión continuaba sodomizando sin compasión a Saúl. Y
finalmente el más joven de los Amos no pudo contener más su corrida y terminó
encastando su dura polla en lo más profundo del ano de Saúl y soltando un
torrente de esperma ahí dentro.
Cuando terminaron se fueron todos a
dormir, pues estaban muy cansados. Don Cornelio había preparado una habitación
de invitados para Ricky en la planta superior, donde también estaba su propio
dormitorio, que era el principal, y el de Lionardo, el segundo más grande de la
mansión. Los sumisos fueron guiados por Miele al sótano, una gris mazmorra sin
ventanas ni mobiliario, donde primero se lavaron bien, quitándose todo el
maquillaje y lo que llevaran puesto, y desnudos como estaban se tumbaron en una
gran manta puesta sobre el frío suelo y se tumbaron a dormir todos juntos.
Para cuando la siguiente parte? Nos tienes en ascuas.
ResponderEliminarMe encanta la serie y me gustaria que los relatos fueran mas largos. Creo que estaria bien que a Riki le saliera un poco de competencia con Saul, creo que para eso has puesto a Lionardo.
Un saludo y muchas gracias, continuamos esperando
Querido joseph gong.
ResponderEliminarAcabo de colgar el siguiente capítulo de Ricky. Espero que la disfrutes. Y si, has dado en el clavo, Lionardo empezará siendo un cabronazo de cuidado, y más con Saúl, pero más adelante se descubrirá que no es tan malvado como parece... ^.^
¡Un beso enorme!