sábado

Ricky, el perro callejero #14

EL VIAJE. DIA 1 (parte 3) Orgía en la mansión de Don Romannetti. El anfitrión, su hijo trans Miele, el joven Amo Lionardo, Thian, Phuo, Ricky, Luis y Saúl juntos y revueltos en la casa del mafioso.



“Buenas noches, padre. Veo que habéis empezado la fiesta sin mí”

Ricky y su anfitrión estaban a punto de catar a los sumisos del otro, cuando el hijo menor del Don irrumpió en el salón y les interrumpió.

“Buona notte, figlio” le respondió el mafioso.

“Este es Ricky, el chico del que te hablé” empezó a hacer las presentaciones “Él es Lionardo, mi hijo menor” le dijo al perro callejero “Es curioso, porque aun siendo el más joven de mis dos bastardos, Lionardo siempre ha mostrado tener un carácter tan fuerte como el mío. Será él quien el día de mañana herede mi imperio.”

“¿Él también participará en nuestra reunión?” preguntó Ricky, intentando indagar si habría la posibilidad de follarle a él también, pues los chicos con fuerte carácter le volvían loco, como Saúl.

“Sí que participará, pero su culo es en exclusiva per me, es una licencia que me tomo como padre”

“Lo entiendo” respondió Ricky, sonriendo, aunque algo contrariado.

“¿Y esas dos putas que tienes entre las piernas, padre, quiénes son?” preguntó entonces Lionardo, en referencia a Luis y Saúl.

“Ah, son los esclavos de nuestro invitado. Los trajo para que nos dieran placer. ¿A que son hermosos?” le respondió su padre, empujando un poco a los hermanos rubios para que se pusieran de pie y se mostraran ante su hijo menor.

Por algún inexplicable motivo, Saúl y Lionardo se odiaron sin motivo nada más verse. El vástago del mafioso ignoró a Luis y se quedó con las pupilas marrones clavadas en los desafiantes ojos azules del muchacho que debía tener su misma edad.

“Bah, los he visto mucho mejores” comentó despectivamente, no por que pensara realmente que los hermanos fuesen feos, sino por menospreciarlos en voz alta, sobre todo a ése idiota que seguía sin bajar la mirada. Tendría que enseñarle buenos modales.

En ese momento sonó un pitido y una voz mecanizada avisó al dueño de la casa de que la cena estaba lista.

“Primero recuperaremos fuerzas y luego nos divertiremos con estas linduras” decidió el mafioso.

Don Romannetti fue el primero en salir de la habitación, seguido muy de cerca por Ricky. Miele y los dos niños asiáticos les iban detrás. Luis se dirigió al mismo lugar. Pero Saúl no pudo hacerlo porque el bastardo de Lionardo le había agarrado del brazo con fuerza.

“Eres una puta estúpida, chaval. Yo me encargaré de que aprendas como debe tratarse a un Amo”

En cuanto lo hubo dicho, le dio un fuerte capón con la mano abierta en su cogote “¡Camina, idiota!” le dijo insultándole.

Cuando llegaron al comedor, enorme y suntuoso como el resto de la mansión, vieron que la inmensa mesa estaba colmada hasta los topes de extraordinarias delicias culinarias. Aunque en aquel sitio podían sentarse a comer cómodamente más de veinte personas, habían preparado servicio con platos, vasos y cubiertos solo para tres comensales. Ricky, Don Cornelio y Lionardo tomaron asiento.

“Nuestros putos nos la mamarán mientras cenamos” ordenó el hombre adulto.

“Yo quiero probar las bocas de la Cerda y la Puta” añadió Lionardo, quien quería follarse la bocaza de Saúl en realidad.

Benne, entonces los dos chicos rubios para ti. A Ricky le ha gustado Miele, así que será ella quien se la chupe. Para mí mis dos preciosos Thian y Phuo”

Una vez hecha la repartición de bocas que les mamarían las vergas durante la cena, cada sumiso fue a colocarse de rodillas al suelo, entre las piernas del Amo que le tocaba mamar.

Los dos jovencísimos vietnamitas se arrodillaron bajo la mesa y apartaron la bata de su Amo para empezar a darle lengüetazos a su rica polla con sus pequeñas lenguas. Don Romannetti no se cansaba nunca de meter su polla en las bocas o culos de esos preciosos sumisos tan obedientes, y que él mismo había adiestrado tan bien. Como Ricky y sus acompañantes iban a quedarse unos cuantos días, ya tendría tiempo de abusar de los jóvenes rubios más adelante, no tenía prisa alguna.

Por su lado, la hermosísima Miele se situó entre las piernas de Ricky, sacó su enorme y duro rabo al aire y prosiguió con la misma tarea que estaba haciendo en el salón, antes de que su hermano menor les interrumpiera. El chico con cuerpo de chica era todo un experto comiendo rabos, y aunque se sorprendió al ver el colosal tamaño de aquel pedazo de carne, fue una sorpresa muy grata. Se moría de ganas de que el Señor Ricky le incrustase su potente verga hasta lo más profundo de su vicioso culo de zorra, y le hiciera gemir como una guarra.

Luis y Saúl, a quienes Ricky les había ordenado sacarse los plugs anales al entrar en el comedor, se pusieron también de rodillas en el suelo bajo la mesa, frente a la silla donde estaba sentado Lionardo. Tal y como habían aprendido a hacer con su Semental, el perro callejero, los hermanos de ojos azules empezaron a chupar a dúo el rígido rabo del Macho que había reclamado sus atenciones. Lio se divertía molestando a Saúl, de tanto en tanto le golpeaba la cabeza, o le daba un tirón en el pelo, quejándose de que le estaba clavando los dientes o que no utilizaba bien la lengua. En realidad el hijo menor de Don Cornelio estaba disfrutando como un loco de los servicios que le prestaban esos dos sumisos, y Saúl no le hacía daño con sus dientes, sólo pretendía molestarle y ponerle en evidencia ante su Amo Ricky. Eso le excitaba todavía más.

Y así transcurrió una apacible y erótica cena, en la que los tres comensales quedaron hartos de buena comida y vino lujoso, y todos ellos terminaron corriéndose casi al mismo tiempo dentro de la boca de alguno de los esclavos que tenían postrados a sus pies. Miele tragó con deleite el rico semen del perro callejero, Thian fue el afortunado que recibió en su boca la corrida del anfitrión de aquella original orgía, y Lionardo por supuesto escogió descargar su lechada espesa y abundante dentro de la boca del chico que le generaba sentimientos encontrados de puro deseo y ansias de causarle mucho dolor, Saúl.

Mientras los Amos pasaban a saborear los ricos postres, mandaron a los sumisos a cenar. Pero ellos no iban a comer en la mesa, como las personas, ni disfrutarían de los sabrosos manjares que habían comido sus Dueños. Ellos tenían preparado un gran cuenco, lleno de arroz integral con verduras, que tuvieron que comerse puestos a gatas sobre el piso, como si fuesen perros. Les habían ordenado no usar sus manos, así que sus rostros quedaron manchados por la comida. Cuando terminaron tuvieron que limpiarse los unos a los otros los restos de comida de la cara. Thian y Phuo se asearon entre ellos, y Luis y Saúl limpiaron a Miele, mientras ella les pasaba la lengua por sus níveos rostros.

Después de aquello, cuando los Amos hubieron terminado con los postres, Don Romannetti se puso en pie y dirigió al grupo a otra zona de la casa:

“Vayamos a ponernos más cómodos, tomaremos los licores en la sala”

A saber cuántas salas tenía aquella mansión de lujo, porque el anfitrión les dirigió a una que era distinta a la que habían estado antes de cenar. Aquella estancia era tan amplia y opulenta como el resto de la casa. Pero parecía diseñada para el goce de los ocupantes, ya que había repartidos varios sillones, tumbonas de estilo romano, mullidas alfombras en el suelo, y varias esposas y cadenas colgando del techo, por el suelo y en las paredes. Había consoladores de todas las formas, tamaños y de distintos materiales repartidos por todos los rincones, y también decenas de botellas de lubricante. En un rincón, alejado del grupo, había tumbado en el suelo un perro, un pastor alemán grande y robusto de pelaje color café con leche y manchas negras. Era intimidante y a la vez muy hermoso. El nombre que había inscrito en su chapa era Drake.

Miele se encargó de servir los licores a los Amos, mientras ellos charlaban de sus negocios. Los hermanos rubios y los hermanos asiáticos permanecían de en el centro de la estancia, rodeados por los Señores. Les habían ordenado darse placer entre ellos, lamiendo y acariciando sus jóvenes cuerpos desnudos. Cuando el joven andrógino terminó de servir a los Sementales, se situó en el grupo de sumisos, con sus compañeros, y dio y recibió caricias y mucho placer. Los tres Machos observaban el espectáculo de culos y pollas revolviéndose sobre la alfombra a sus pies, y empezaron a masturbarse despacio mientras hablaban. Todos gozaban con todos, aunque Saúl procuraba mantenerse alejado de Luis. Sentía mucha animadversión hacia él, y pudiendo escoger a quien lamerle el cuerpo, prefería que fuese cualquiera de los pequeños asiáticos o aquel chico extraño llamado Miele, que tanto parecía gustar a su Amo Ricky, aunque no conseguía odiarle ni sentir celos, porque él mismo desearía poder follarle si tuviera la ocasión. Su belleza etérea de ángel celestial hacía imposible que le cayera mal a nadie. Lo que más le preocupaba al chico de pelo rubio era tener que satisfacer al gilipollas de Lionardo. Estaba convencido de que no se daría por satisfecho con la mamada que se había visto obligado a hacerle durante la cena, y que ahora requeriría de nuevo sus servicios.

“Mejor dejemos los asuntos de negocios para otro momento, yo ya vuelvo a sentirme dispuesto para un nuevo asalto.” Anunció Don Cornelio, que lucía ya una rígida estaca entre las piernas, igual que les sucedía a Lionardo y al perro callejero.

“Supongo que tú, mi querido amico Ricky, querrás tener a tu disposición a la dulce Miele” le dijo a su invitado “Querida, ve a atender a nuestro invitado en todo lo que te pida”

“Sí, Señor Romannetti” respondió el hijo mayor del Don con su suave voz, y se dirigió al cómodo sofá donde estaba sentado el perro callejero. El chico todavía vestía el uniforme de criada, roto en la parte de los pechos por su propio padre.

“A mí me apetece follarle el culo de la Puta Insaciable, y con tu permiso, padre, también quiero disponer de Thian y Phuo.” Le dijo el menor de sus hijos al anfitrión.

Benne, eso me deja para mí el hermoso Cerda Comepollas, no me desagrada. Así podré comprobar si es cierto que es bueno chupando rabos”






2 comentarios:

  1. En lo personal me encanta tu historia...me tiene enganchada desde hace un buen rato, pero hasta el momento no tuve oportunidad de escribirte algo. Para ser sinceros me encantaría que Saul disfrutara de esta experiencia...ya sabes, para que vea que no solo en la vida existe Ricky y que hay más de donde agarrar X3 eso le daría un no se que, que que se yo a la trama...aunque es solo una humilde opinión. Estaré esperando la continuación con ansias.

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  2. Querida Nino,
    Me ha hecho mucha gracia cuando he leído tu comentario, porque parece que hayas leído los capítulos de la serie de Ricky que tengo ya escritos y listos para colgar, porque precisamente Saul terminará disfrutando demasiado de la experiencia, y pasará por momentos de verdadera tensión sexual y romántica.
    Espero que el resto de la serie te guste tanto como hasta ahora.
    ¡Un beso!

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