miércoles

Ricky, el perro callejero #13

EL VIAJE. DIA 1 (parte 2) Ricky y sus dos zorras sumisas, Luis y Saúl, llegan a la mansión de Don Romannetti. Presentación de la curiosa familia del mafioso. Compartiendo esclavos.




Cuando llegaron a su destino quedaron alucinados. Ricky condujo el coche, atravesando una reja metálica y un gran jardín, y lo detuvo en la zona de aparcamiento que había frente a la entrada principal de la mansión. El edificio, que rezumaba lujo aun sin haber entrado en él, estaba situado junto al mar. No podían verlo, pero al otro lado de la casa, en el jardín trasero con piscina, había unas escaleras que bajaban hasta la playa privada del dueño de la casa. La pintura de las paredes exteriores era de un blanco tan reluciente, aun siendo de noche, que parecía recién pintada la semana anterior, y tenía el techo plano de pizarra negra. En total la mansión tenía tres pisos de altura, la planta baja, el piso superior y el sótano. Ricky ordenó a sus sumisos que se bajaran del coche:

“Esperad aquí, cerdas” les dijo, señalando el costado del vehículo. Él se apeó también y les dio las últimas órdenes antes de entrar:

“Ya sabéis qué está en juego en esta reunión” el perro callejero miró fijamente a Luis, el más sumiso de los hermanos, y luego clavó sus pupilas esmeraldas en los ojos azules de Saúl, el más joven de los dos:

“Como hagáis alguna tontería, como me hagáis quedar mal delante de nuestro anfitrión, esto se habrá terminado. Volveréis a casa a patita y no querré saber nada más del culpable por el resto de su puta vida ¡¿Os ha quedado claro?!”

Ricky confiaba plenamente en Luis, había sido su sumiso desde hacía muchos años, y además le había demostrado en infinidad de ocasiones que le era completamente leal. Por muy humillantes o dolorosas que fuesen las pruebas que le ponía, siempre cumplía con su obligación de esclavo. Pero Saúl… ese mocoso era harina de otro costal. No se fiaba ni un pelo de él, era el que más posibilidades tenía de meter la pata, de rebelarse ante aquel anfitrión tan importante y poderoso. Y precisamente por ello pensaba ponerle a prueba con más ahínco que a su hermano mayor. Ya iba siendo hora de que esa puta marica le demostrara de verdad que era su sumiso esclavo, con todas las consecuencias que ello traía consigo. Y si le fallaba, no tendría misericordia con él, por mucho que le gustara su compañía. Lo alejaría sin sentir remordimientos y se quedaría solo con Luis.

Ricky se ponía serio con aquel asunto porque el dueño de la mansión en la que iban a pasar unos días de vacaciones era ni más ni menos que Don Cornelio Romannetti, un peligroso narcotraficante, metido en asuntos de venta de armas, trata de blancas, y bueno, cualquier cuestión que fuese ilegal y reportase mucho dinero. Don Romannetti era bien conocido en aquella ciudad, tanto por los jefes de policía y jueces, a quienes tenía comprados, como por el resto de bandas mafiosas que operaban allí, y siempre procuraban no meterse en su territorio.

El perro callejero había conocido a Don Cornelio por un amigo común de ambos, un delincuente de poca monta del barrio, con quien se había emborrachado y junto a quien había cometido más de un robo. A través de ese contacto, Ricky recibió la orden del Don para realizar un par de trabajillos sucios para él, y como había demostrado su valía y además le había caído en gracia al Don al saber que tenía dos hermanos sumisos bajo su mando, el mafioso le había invitado a pasar unos días con él en su casita de la playa, para que ambos pudieran conocer a los esclavos del otro, y si todo iba bien, para que le hiciera algún encargo más importante que los anteriores, y que le reportara una mayor ganancia económica a Ricky. Por eso aquella reunión era tan importante para el moreno.

Ricky les dio los últimos mandatos a los dos jóvenes rubios:

“Tú responderás al nombre de Cerda Comepollas le dijo a Luis, quien tenía ese apodo grabado en la chapa de su collar de cuero negro “Y tú serás la Puta Insaciable le señaló al menor de los tres.

“Tenéis que mantener la mirada fija al suelo. ¡Y nada de hablar sin permiso!” el Macho Semental no estaba dispuesto a ser ridiculizado por ninguno de esos dos estúpidos “Ahora seguidme”

Ricky abrió la marcha, empezando a caminar en dirección a la entrada principal de la mansión. Luis y Saúl le seguían unos pasos por detrás, caminando de manera dificultosa con los zapatos de tacón de aguja rojos que llevaban. Ambos hermanos estaban completamente desnudos, su Dueño les había puesto en sus pitos erectos unos aparatos de cuero negro, como sus collares, que les impedía correrse. Además todavía llevaban puestos los plugs anales, sin vibración en ese momento. Iban maquillados como putas, con los labios carmesí, rímel en las pestañas y mucho colorete. Y para rematar, aquel cascabel plateado que Luis lucía en su pezón derecho y Saúl en el izquierdo, y que tintineaban a cada paso inseguro que daban.

El Semental llegó frente a la puerta, se detuvo y llamó al timbre. Los hermanos sumisos esperaban con la vista fija al suelo detrás de él. Al poco rato, la puerta se abrió, y una hermosísima muchacha de unos veinte años de edad les abrió la puerta. Era más alta que los hermanos, pero más bajita que Ricky. Tenía el pelo largo por debajo de los hombros, algo rizado, de tonalidad cobrizo dorada preciosa, y sus ojos eran color miel. Iba agradablemente maquillada. Su atuendo le encajaba como un guante en su delgado cuerpecito de ninfa. Vestía un coqueto traje de sirvienta compuesto por un vestido que le cubría apenas el trasero. Bajo la falda de vuelo color negra tenía varias capas de volantes blancos. Su cinturita de avispa quedaba bien marcada por el corpiño negro, con lazos cruzados blancos, que le llegaba por debajo del busto, y sus pequeños pechos estaban tapados por una camisa blanca tan fina que podía entreverse el tono más oscuro de sus aureolas.

“Buenas noches, Señor Ricky” le saludó la muchacha, inclinándose en una leve reverencia.

“Buenas noches, Don Romannetti me está esperando” le respondió él, igual de amable, y sin poder evitar sentir su polla endurecerse con la increíble belleza de esa muchacha. Al perro callejero tanto le eran los coños como los culos, aunque tenía preferencia por follarse a chicos, no le hacía ascos a un buen coño como ése, si se le daba la ocasión. Ricky deseó que la joven doncella participase en su reunión de esa noche. Si no ya encontraría la manera de follársela.

Curiosamente, la joven sirvienta no prestó demasiada atención a los dos jóvenes rubios que acompañaban al Semental, completamente desnudos y maquillados como putas. Como si estuviese más que acostumbrada a escenas como aquella en su vida  diaria.

“Síganme, por aquí por favor” les indicó la doncella, y empezó a caminar por un largo pasillo.

Ricky, escoltado por sus dos sumisos, seguía los pasos de la preciosa muchacha. Había llegado la hora de la verdad. Aquella iba a ser su primera entrevista seria con Don Cornelio, y todo tenía que salir bien. La criada giró por una esquina, los chicos que la seguían hicieron igual, y finalmente se detuvo ante una alta puerta que permanecía cerrada.

“Don Cornelio Romannetti les atenderá en el salón” anunció la joven con esa musical voz que tenía. Abrió la puerta y dejó que entraran primero ellos, luego pasó ella y cerró la puerta tras de sí.

El salón donde se encontraban era una opulenta muestra de vanidad. Todo era lujoso y caro, desde los sillones, pasando por las lámparas y los objetos de decoración. En un rincón había una chimenea, apagada, con apliques de pan de oro por todo el borde. A Ricky personalmente no le agradaba ese tipo de decoración, pero sí que le gustaba que su anfitrión tuviese suficiente dinero como para poderse permitir derrocharlo en cosas como aquellas.

“Buona notte, amico miole saludó el dueño de la casa.

Don Romannetti estaba sentado en uno de los confortables sillones beige de tres amplias plazas. Era un hombre de cerca de 50 años de edad. Tenía el pelo salpicado con algunas canas, castaño, un poco largo y engominado hacia atrás. A pesar de su edad, el Don no había perdido su encanto. Se notaba que de joven tendría que haber sido un muchacho hermoso, y todavía conservaba mucho de ese atractivo en su madurez. Sus ojos eran marrón oscuro. Llevaba puesta una bata de estar por casa de marca, color gris oscuro con los bordes granates.

A lado y lado del anfitrión, tumbados en el sofá, había dos muchachos que parecían ser más jóvenes que Saúl. Los niños tenían rasgos asiáticos, eran muy lindos, con el pelo y sus orbes completamente negros. Ambos pequeños estaban completamente desnudos y acariciaban las piernas y la entrepierna del Don, como exigiéndole que les dedicara sus atenciones como Amo. 

“Buenas noches, Don Cornelio. Veo que le gusta rodearse de cosas hermosas.” Comentó Ricky, mirando primero a los dos niños del sofá, y luego repasando con la vista a la hermosa criada que les había atendido al entrar.

Don Cornelio soltó una carcajada “Jajajajaja, si amico, adoro todo lo bello de esta vida”

El Don acarició la cabecita de sus dos jóvenes esclavos y le explicó a Ricky de dónde los había sacado:

“Hace unos años una pareja de comerciantes vietnamitas, inmigrantes ilegales, me pidió ciertos favores. Yo cumplí con mi parte del trato, pero ellos no me devolvieron el dinero a tiempo. Les di dos avisos. No hubo tercero. Ordené matarles, y adopté a sus dos hijos, Thian y Phuo, como míos. Les he estado entrenando desde el primer día que entraron a vivir conmigo para que sepan atenderme como deseo, casi diría que empezaron antes a mamar polla que a hablar ¡Jajaja!”

Ricky procuraba no mostrar rastro de emociones en su hermoso rostro, pero Saúl y Luis sí que pensaron que ése mafioso era un lunático pederasta que merecía que le colgaran de los huevos por los que les había hecho a esos niños. Ni si quiera tenían la voluntad de replicarle nada mientras su Dueño se vanagloriaba de haber asesinado a sus pobres padres… a saber qué les estaba pasando por esas bellas cabecitas en ese momento.

Entonces el mafioso hizo un gesto con la mano y la dulce criada se acercó en silencio a donde él estaba sentado. Don Romannetti puso su mano bajo la falda de la muchacha y le estrujó el culo con todas sus ganas.

“No te dejes engañar, esta chica tan hermosa no es una doncella…” el Don levantó entonces la parte delantera de la falda de la criada y asomó a la vista de los asombrados chicos un diminuto pito, más pequeño que el de Luis incluso. El perro callejero abrió mucho sus ojos y le preguntó sorprendido:

“Entonces… ¿¿Es un chico??”

Don Cornelio se estaba divirtiendo de lo lindo con todo aquello.

“Si, es il mio figlio… mi hijo mayor, Adrián. Pero le cambié el nombre, ahora se le conoce como Miele, porque es tan dolce como la miel”

 “¿En serio? ¿Su hijo Adrián? ¿Y cómo puede ser que tenga pechos? ¿Está operado?” la curiosidad de Ricky por ese andrógino medio muchacho medio muchacha iba en aumento.

El Don se levantó del sofá, puso sus manazas sobre las tetitas de Miele y rasgó la fina tela de la camisa blanca, dejando a la vista de su invitado dos pechos incipientes, como de adolescente, a medio desarrollar, pero suaves y firmes. Una delicia de tetas.

“No está operado, todo es natural. Acércate, puedes tocárselas si quieres.” le dijo Don Romannetti.

Ricky no se lo hizo repetir dos veces. Fue donde estaba Miele y empezó a sobarle las mamas con todo su descaro.

“No lo hemos operado. Adrián siempre fue la viva imagen de su madre, y su carácter ha sido invariablemente sumiso y complaciente desde que nació. Así que empecé a medicarle con estrógenos antes de que llegara a la pubertad. Nunca ha desarrollado sus músculos, ni le ha salido bello facial ni en otros lados. Tampoco se le ha cambiado el tono de voz. Es como si su cuerpo estuviera mutando al de una joven adolescente, pero con un pito colgándole de las piernas. Aunque eso en vez de crecerle le está menguando, igual que sus pelotas. Casi no puede ni soltar esperma.”

Algunos hombres rechazarían sin pensarlo a aquel engendro medio macho medio fémina, pero Ricky veía en él lo mismo que había visto su propio padre, el Don. Adrián tenía justo todas las ventajas de ambos sexos. Era como poder follar con dos esclavos a la vez, chico y chica, todo embutido, perfumado y hermosísimamente presentado en forma de criada. El Semental no podía dejar de masajear las tetas del hijo de su anfitrión, incluso pegó su boca al pezón para chuparlo, mientras bajaba una de sus manos para agarrarle sus firmes nalgas. Decididamente no se marcharía de allí sin haber catado ese culo y ese cuerpo únicos y de infarto.

“Veo que te ha gustado Miele, eso está bien amico mío, es todo tuyo. Te complacerá en cualquier orden que le des.” dijo entonces Don Romannetti “Dime, ¿Quiénes son estos dos jóvenes que te acompañan?” preguntó el mafioso, acercándose a Luis y Saúl.

Los hermanos bajaron inmediatamente la vista al suelo (no habían podido evitar mirar lo que su Dueño estaba haciendo con ese transexual) y permanecieron quietos y con los corazones latiéndoles fuerte en el pecho. Don Cornelio acercó su mano al collar del más joven y leyó la inscripción Puta Insaciable… jajaja qué ocurrente eres amico luego hizo lo mismo con el hermano mayorCerda Comepollas… ¡Benne Benne! Dos hermosas puttane con las que divertirme. ¡Bien hecho, amico Ricky!”

El perro callejero estaba hinchado de orgullo con el visto bueno del mafioso. Además de conseguir trabajo y un buen dinero de él, se follaría a su hijo Adrián, que era una hermosura de andrógino. Y tampoco es que le apenara demasiado tener que reventarle el culo a pollazos a sus dos pequeños sumisos asiáticos, si se daba la ocasión de hacerlo. En realidad, cuanto más estrecho era el culo que follaba más placer le daba, así que pensó sería toda una delicia probarlos, ni que fuese una ocasión. Pero primero terminaría con lo que tenía entre manos, el adorable y sensual cuerpo del dulce Miele.

Ricky separó sus lascivos labios del pezón de Miele y le explicó el origen de los hermanos a Don Cornelio:

“Hace 4 años repetí curso y me metieron en la misma clase que Luis, la Cerda Comepollas mientras el perro callejero hablaba, el Don empezó a sobarle el cuerpo al joven rubio del que estaba hablando. El hombre maduro pasaba sus dedos por la espalda, los pezones y el trasero del menor.

“El imbécil era el hazmerreír de toda la escuela, todos abusaban de él y le daban palizas. Yo había visto en una película un tipo que tenía a otro de esclavo y me dio curiosidad por saber qué sería aquello, así que le obligué a ser mi sumiso. Él aceptó encantado el trato, tragándose mi lapo delante de toda la clase.” comentó el Macho.

Don Romannetti sonreía “Ah, una frágil mariposa, igualito que il mio figlio Adrián.”

“Si, primero lo utilizaba solo para hacerme los deberes, llevarme la mochila y traerme la merienda, pero un día estropeó una cita que tenía con una chica y con el cabreo le obligué a chuparme la polla. Desde entonces lo sigo amaestrando como mi zorra.” añadió después el moreno de ojos esmeralda.

“¿Y la Puta Insaciable de dónde salió, amico Ricky?” preguntó entonces el mafioso, dejando de sobar a Luis y empezando a manosear el cuerpo desnudo de Saúl.

“Él es Saúl, el hermano menor de la Cerda” aclaró el perro callejero “Insistía que no era marica, pero un día espió a su hermano mientras me la chupaba y se corrió del gusto. Pronto le follé el culo y le convertí en mi nuevo esclavo.”

El Don no dejaba de sonreír, él también se sentía afortunado de poder tener carne fresca en el menú. Y más si se trataba de dos jóvenes hermosos y bien educados como aquellos dos sumisos que tenía ante él. Saúl procuraba calmarse. Por fortuna el anfitrión al que Ricky pretendía cederles sus servicios sexuales era un tipo agradable. Era mayor, sí, pero guapo. No era un viejo asqueroso como don Fermín, el director de la escuela, o como ese camionero que había intentado alquilarles en el área de servicio. Aunque odiaba la idea de tener en su boca o en su culo la polla de otro hombre que no fuese su amado Amo, ya que tenía que joderse y obedecer, por lo menos sería con un tipo medianamente soportable. Luis opinaba lo mismo que él. Ser follado por ser follado que fuese por ese mafioso Semental, mejor que con cualquier otro engendro.

“Ah, son hermanos. Eso me gusta.” Terció el hombre de pelo castaño.

Y como si hubiesen dado el pistoletazo de salida, sin mediar más palabras, tanto Ricky como Don Cornelio empezaron cada uno con lo suyo.

El mafioso se había vuelto a sentar en el sofá, con sus dulces querubines asiáticos a lado y lado.

“Tú, Cerda, haz honor a tu nombre y chúpamela un rato” fue la orden que le dio a Luis.

“Y tú, Puta Insaciable, enséñame bien tu culo, quiero ver qué llevas ahí puesto” le dijo a Saúl.

El menor de los hermanos se puso sobre Luis, que estaba entretenido mamándole la polla al hombre, de pie, con cada pierna a un lado de su cuerpo. Se situó de espaldas al mafioso, inclinó su cuerpo hacia delante y se abrió él mismo las nalgas, para mostrarle el plug que tenía insertado en el ano. Don Romannetti alargó la mano y empezó a meter y sacar el plug del culo de Saúl, dándole mucho placer.

Por otro lado, Ricky se había quedado a solas con la tierna Miele. Después de saciarse lamiéndole y mordisqueándole ambos pechos, se tumbó en el otro sofá y ordenó al chico andrógino que se subiera sobre él, mirando hacia abajo. Miele había empezado a chuparle la polla con suma satisfacción, al tiempo que el perro callejero le lamía las pelotas, el perineo y su firme pero femenino trasero. Ricky metía y sacaba su lengua del agujero posterior del hijo del mafioso, y había empezado a meterle un par de dedos cuando de repente la puerta se abrió y entró alguien en la estancia. Todos se quedaron parados mirándole.

“Buenas noches, padre. Veo que habéis empezado la fiesta sin mí”

El que había hablado era sin duda el hijo menor biológico de Don Cornelio. Tenía exactamente los mismos rasgos varoniles y hermosos de su padre, pero en versión adolescente. Incluso se diría que en sus ojos brillaba una luz de maldad que su padre no tenía. Ojos marrones, pelo castaño algo largo peinado hacia atrás. De la misma edad que Saúl. Vestía un lujoso traje y se le marcaba un buen paquete.

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