sábado

Ricky, el perro callejero #11

Saúl le cuenta a Ricky lo del chantaje de don Fermín, el director de la escuela, y el perro callejero le da una lección que nunca olvidará. Tremenda paliza al viejo pervertido.


Al día siguiente de la mamada al director, Saúl estaba con los nervios destrozados. Quería contarle a Ricky lo que había sucedido, pero le daba miedo si el perro se enfadaba con él. A lo mejor le decía que era un idiota por haber caído en la trampa de don Fermín, que se espabilara él solo con sus problemas, o peor aún, que no quería volver a tocarle ni usar ninguno de sus agujeros porque había sido mancillado por las manos y la polla irrisoria de ese viejo pervertido.

La mañana pasó tranquila en la escuela, pero media hora antes de la cita con el director, Saúl no lo pudo soportar más y fue a buscar a Ricky para explicárselo todo. Prefería soportar su mala leche antes que dejar que don Fermín volviera a ponerle una mano encima. Así que el menor bajó a la clase de gimnasia, donde sabía que estarían el perro callejero y su hermano Luis, y entró en el vestuario. Había varios alumnos medio desnudos, algunos ya vistiéndose, y otros en las duchas. A Ricky lo encontró completamente en pelotas recién duchado, Luis estaba cerca de él, pero sin hablarse. Si Ricky no le dirigía la palabra, el hermano mayor de Saúl no se atrevía a hacerlo, y menos en público. Pero Saúl tenía otras cosas de las que preocuparse en ese momento.

“Necesito hablar contigo… a solas” le susurró el menor de pelo rubio.

Los demás alumnos del curso superior miraban extrañados al chico que se había colado en los vestuarios. Ricky notó en seguida el nerviosismo de Saúl, y lo cogió del brazo, arrastrándolo hasta la zona de los baños. Se metió en uno de los pequeños receptáculos de los wc con él. El resto de chicos empezaron a cotillear en voz baja, pues era muy raro que un chico de curso superior se metiera desnudo en el wáter con un crío. Daba qué pensar. Luis estaba preocupado, él quería saber qué le pasaba a su hermano pequeño, pero Ricky lo había excluido de esa conversación, y no iría a ver qué pasaba.

“¿Qué cojones te pasa a ti, mocoso?” le preguntó el perro callejero.

“Es don Fermín… él… tiene un vídeo…” y así Saúl empezó a relatarle a Ricky todo lo que había ocurrido la tarde de la mamada, y el chantaje posterior.

Ricky empezó a cabrearse mucho, más que con el niñato con el director. No podía soportar que nadie más que él pusiera las manos sobre sus putas, a no ser que fuese él mismo quien le invitase a hacerlo, cosa que no había sucedido. Así que don Fermín iba a pagar cara su osadía.

“Espérame dentro de 20 minutos en el pasillo de los despachos de los profesores. Yo me encargaré de esto.” Fue lo que le dijo Ricky.

“¿De verdad? ¡Muchas gracias!” exclamó el menor, increíblemente agradecido con su Semental, que tan bien cuidaba de él.

“Pero todo tiene un precio…” añadió acto seguido el perro callejero.

Saúl no sabía a qué se refería Ricky diciéndole eso, pero estaba dispuesto a cualquier cosa con tal que el moreno solucionase el tremendo problema que tenía con ese viejo pervertido.

“Haré lo que quieras ¡Cualquier cosa!” respondió sin pensarlo.

“Bien. Bájate los pantalones y ofréceme tu culo. Voy a follarte.” Le dijo el mayor, mientras empezaba a masturbarse con una mano, y no dejaba de sonreír.

“¿Aquí…? ¿¿Ahora?? ¡Pero van a oírnos!” se quejó el joven de pelo rubio, y es que el vestuario estaba a rebosar de estudiantes en ese momento.

“Pues no alces la voz y nadie sabrá que te estoy follando. ¿O prefieres que deje que ese anciano repulsivo te folle? A lo mejor te acaba gustando y te conviertes en su puta particular”

Cuando Saúl oyó esas palabras saliendo de la boca de su Macho supo que no tenía opción más que a obedecer. Casi se alegraba de ello. Ricky era joven, guapo, musculado, tenía un rabo de toro y era un Dios Semental. Podía soportar su follada sin gritar demasiado… o eso esperaba. El joven de pelo trigueño se bajó los pantalones y la ropa interior, le dio la espalda a Ricky y se apoyó en la pared del fondo, abriendo las piernas para ponerse encima de la taza. No había espacio para mucho más.

“Sabia decisión, cerda” le dijo Ricky.

Acto seguido le escupió al chico en su agujero posterior y puso la enorme y palpitante punta de su polla en ese estrecho orificio. El culo de Saúl era una delicia. Tenía la piel tan elástica, que podía follarle duro sin miedo a rajarle, pero al terminar la follada volvía a su estado inicial como si nada hubiera pasado, así cada vez que Ricky lo enculaba, el Macho sentía como si fuese la primera vez que se lo hacía, de lo estrecho que lo encontraba, y eso tendría que ser toda una tortura para su esclavo sumiso, ya que sentía como si le desvirgaran una y otra vez.

No hubo una palabra de aviso ni nada parecido. Sencillamente Ricky pegó un fortísimo empujón hacia delante, agarrando con todas sus fuerzas las caderas del crío, y le metió de un solo golpe toda la enorme extensión de su polla dentro. No podía creérselo, era la primera vez que conseguía pegar sus pelotas al culo del niño en la primera embestida. Saúl sintió un dolor tan agudo que pensó que el perro callejero le había roto en dos el culo.

“¡¡¡¡HHHHHHHHHHHHHHHHHHHMMMMMMMMMMM!!!!” gritó mordiéndose el brazo para no alarmar al resto de alumnos que había fuera.

El perro callejero sodomizó salvajemente al chico rubio, sin importarle que los golpetazos que daba con sus huevos en el trasero de él se oyeran por todo el vestuario. Luis, que sabía perfectamente lo que debía estar ocurriendo dentro del lavabo se excitó al pensarlo. Le habría encantado ser él quien estuviese siendo follado por el Amo Ricky. El moreno no se detuvo hasta haber descargado su abundante corrida dentro de las entrañas de su esclavo. Incluso Saúl terminó corriéndose de gusto por la tremenda follada del perro. Y 20 minutos más tarde Ricky se encontró con Saúl en el pasillo de los despachos de los profesores.

Don Fermín había pasado toda la noche casi sin dormir, imaginando una y otra vez qué le haría a Saúl cuando lo tuviera de nuevo en sus manos. Imaginaba que lo tumbaba boca abajo sobre su mesa, completamente desnudo. Le lamería el culo. Pensaba meterle la lengua bien adentro, para lubricarle y darle placer. Y luego lo montaría como un potro salvaje, y le estaría enculando durante horas. Lo tenía todo planeado. A su edad, podía dar gracias si el pito se le ponía duro una vez al día, y eso porque era un puto viejo pervertido. Pero ese estudiante le ponía tan cachondo que sabía que no duraría demasiado si se lo follaba, y él quería más que unos minutos de placer. Así que se levantaría pronto e iría a la farmacia a comprar esas pastillitas azules milagrosas. Saúl terminaría suplicándole que le dejara marchar, pero ese día don Fermín pensaba abusar de crío hasta  que le saliera sangre y no esperma del puto rabo. A su edad tenía que aprovechar esas oportunidades al máximo.

Ahora el anciano director se hallaba sentado tranquilamente en su sillón de cuero marrón. Se acababa de tomar dos pastillas de esas, y empezaba a notar los efectos. Preparó el video que iba a enseñarle a Saúl, que era el de la mamada que le había hecho a él mismo el día anterior. Cuando oyó que llamaban a la puerta, le dio al play, dejando el sonido suficientemente alto pero sin exagerar, y fue a abrir.

“Pasa, jovencito” le dijo a modo de saludo, y le acompañó empujándole por el firme culo “Ya puedes ir quitándote la ropa, tenemos mucho que hacer hoy”

Pero en el momento en que el director se disponía a cerrar la puerta del despacho, se oyó un fuerte golpetazo, que era el pie de Ricky pateando la puerta con todas sus ganas. Don Fermín dio un par de pasos atrás, asustado por la aparición del muchacho. Era mucho más joven que él, pero su mera presencia imponía respeto.

“¿Qué haces tú aquí? No deberías…” empezó a decirle el director.

Pero Ricky le ignoró por completo. Cerró el mismo la puerta del despacho y se guardó la llave en el bolsillo. Pasando completamente al anciano pervertido, se acercó a ver lo que Saúl estaba mirando como hipnotizado en la pantalla del pc. La imagen del joven rubio completamente desnudo, chupándosela a ese desgraciado le hizo sentir mucha más rabia todavía.

“¡Tú, cerdo asqueroso, quítate toda la ropa! ¡YA MISMO!” le dijo de manera imperativa el perro callejero

“¿Qué…? ¡No! Yo no voy a…” pero el director no pudo terminar su frase, porque el matón de Ricky había empezado a molerle a palos.

El perro callejero soltó primero unos cuantos puñetazos en la cara y estómago del viejo, y luego, cuando estuvo doblado sobre sí mismo del dolor, añadió unas patadas de regalo.

“¡Quítate la puta ropa o te mato, viejo de mierda!” volvió a ordenarle el moreno.

A don Fermín no le quedó más remedio que obedecer. Eso le pasaba por viejo pervertido y por chantajear a uno de sus alumnos. Además las dos pastillas que se había tomado estaban haciendo su efecto, y sentía el pito demasiado duro, le dolía con solo rozarlo con la ropa. Debería haberse tomado solo una.

“Yo… borraré los vídeos ¡Lo juro! Pero no me hagas daño, por favor” suplicó el anciano.

“¡Que te jodan, viejo! ¡Tú usaste la boca de mi puta sin permiso, y eso tiene un castigo!” Ricky no pensaba perdonar a don Fermín.

El anciano, lleno de magulladuras por todo el cuerpo, terminó cediendo y se quitó la ropa. La visión de su cuerpo desnudo era escalofriante. Lo menos parecido a la visión de un cuerpo hermoso y sensual que se pueda tener.

“Ahora arrodíllate en el suelo” Ricky seguía hablándole con tono imperativo. Sacó su propio móvil del bolsillo y empezó a grabar al director. “Repite conmigo; Me llamo don Fermín García, soy el director de la escuela pública del distrito doce, y me divierto violando a mis alumnos menores de edad. Soy un viejo pervertido y asqueroso.”

“Nno puedo decirlo…” parecía que el viejo estaba a punto de echarse a llorar. Ricky le soltó una patada en la entrepierna que le hizo chillar como un cerdo.

“¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!”

“¡¡REPITE MIS PALABRAS, JODER!!” gritó el moreno con muy mala hostia

Don Fermín no lo dudó y empezó a recitar “Me llamo don Fermín García, soy el director de la escuela pública del distrito doce, y me divierto violando a mis alumnos menores de edad. Soy un viejo pervertido y asqueroso.” daba verdadera lástima verlo ahí arrodillado en el suelo, temblando de miedo, con el pito de viejo tieso y diciendo aquellas cosas.

“Bien. Ahora ponte boca abajo, a cuatro sobre el piso.” Fue la siguiente orden que le dio Ricky “Y tú graba mientras yo le doy su castigo” le dijo al joven rubio, que cogió el móvil y permaneció atento a lo que pasaba.

Ricky entonces se acercó a la puerta y cogió del suelo algo que se había traído del gimnasio, era una maza de malabares que ni Saúl ni el director habían visto al entrar. Era una pieza de plástico completamente blanca, mucho más ancha en su extremo con forma de rombo que del otro, que solo era un palo. Debía tener unos 50 centímetros de largo, y en su parte más gruesa unos 35 o 40 centímetros, llegando a los 10 de diámetro en su parte más estrecha.

“Por favor… ¡No me hagas daño! ¡No lo haré más, lo juro!” suplicó el anciano, que estaba puesto ya a cuatro sobre el suelo y no quería ni imaginarse lo que ese muchacho salvaje quería hacerle con ese objeto.

“¡Que te calles cerdo de mierda! ¡A ver si aprendes a respetar lo que no es tuyo!” le respondió de muy mala manera Ricky.

Acto seguido, alzó la mano con la que tenía sujeta la maza de malabares, y empezó a azotar el arrugado culo del anciano con la parte más fina. El perro le golpeaba con toda su mala leche, así que cada vez que el artefacto chocaba con las nalgas fofas del director de la escuela, se oía un fuerte ¡¡CHASSS!! Y le quedaba impresa una línea roja en su vieja piel de pervertido.

“¡AAAAH! ¡¡AAAAAHH!! ¡¡AAAAAAAHH!! ¡¡BASTAAA POR FAVOOR!!” suplicaba don Fermín entre gritos de intenso dolor.

Pero Ricky solo había hecho que comenzar con el castigo, y no pensaba dejar que las súplicas del viejo pervertido le ablandaran su frío corazón. Estuvo pegándole fuertes golpes con la maza por un buen rato, hasta que toda la piel que cubría su culo y los muslos quedó completamente cubierta de cardenales. Todo quedó grabado en el teléfono  móvil del perro callejero.

Lo siguiente que Ricky quería hacer era meterle esa maza por el culo, por su parte más ancha. Pero sería imposible que cupiera en ese asqueroso culo de vieja, así que decidió empezar penetrándole con la zona más estrecha, y así luego le resultaría más sencillo meterle dentro el resto. Deseaba darle una lección tan dolorosa al anciano decrépito, que jamás volviera a pensar si quiera en abusar de ninguna de sus putas. Y si tenía que hacer uso de la fuerza bruta ¡Lo haría!

“¡Abre bien tu culo de cerdo, porque voy a meterte esta maza hasta la puta garganta!” le dijo en tono imperativo a su víctima.

“Nno puedo… mme dolerá… yyo nnunca…” intentó decirle el viejo, pero Ricky le interrumpió, gritándole de nuevo.

“¡¡O abres tú mismo tus nalgas o le envío ahora mismo tu declaración a la puta poli!! ¡¡¿¿Te ha quedado claro imbécil??!!”

Don Fermín casi se muere al oírle decir eso. No podía permitir que el vídeo llegara a las autoridades, porque aunque no tuvieran pruebas de ello, todo el mundo, amigos, familiares y padres de alumnos, terminarían enterándose de que estaba siendo investigado por abuso a alumnos de la escuela, y ése sería su final como director. Tendría que terminar sus días viviendo alejado de todos, marginado y marcado de por vida. Al anciano le aterrorizaba que ese chico de pelo oscuro le metiera la maza por detrás, porque jamás se había metido nada por ahí. A él le gusta abusar de los pequeños, obligarles a chuparle el pito o violarles esos ricos culitos que tenían. ¡¡Pero jamás le habían follado por el culo!! Y por la forma en que gritaban y lloraban los niños a los que él se lo había hecho ¡¡Seguro que tenía que doler muchísimo!!

Aun así, terminó cediendo por el bien de su reputación social. El viejo apoyó su cabeza en el suelo, se agarró cada nalga pellejosa y marcada al rojo por los golpes con cada una de sus manos y las abrió, dejando ver a Ricky y a Saúl, que no dejaba de grabarle, una asquerosa raja blanquecina y arrugada, con un diminuto agujero en el centro, tan pequeño que parecía que no se podría meter ni una aguja por allí, y estaba salpicado de pelos canos ásperos y rizados alrededor de la entrada.

“Ya está, ya lo he hecho…” le dijo al fin don Fermín.

“Muy bien cerdo asqueroso” le respondió Ricky, ya cercándose donde estaba él, pegó el extremo más delgado de la maza en su estrecho culo y pegó un empujón con toda su mala leche.

Don Fermín tenía el culo completamente seco y virgen, así que la brusca entrada de ese objeto duro y grueso como un dedo gordo, le provocó varias heridas en el recto.

“¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!” gritó el viejo, empezando a llorar.

“¡¡Que te calles de una puta vez, vieja marica de mierda!!” gritó el moreno, y empujó con mucha más fuerza.

El palo de la maza penetraba despacio ese estrecho culo viejo y virgen. La sangre empezó a manar en finos hilos de sangre, y eso proporcionó la lubricación necesaria para poder seguir introduciéndole la  maza dentro del culo. Ricky usaba las dos manos para empujar el objeto dentro del culo del anciano director de la escuela, y Saúl hacía primeros planos del rostro desencajado del dolor de don Fermín y de su culo violado por ese palo enorme. Pero cuando ya le había metido dentro la mitad del palo, y la maza empezaba a ensancharse hasta cuadruplicar su tamaño en la parte más ancha, Ricky empezó a tener problemas para seguir metiéndosela dentro. Era como si el largo palo de plástico hubiese topado con una especie de barrera infranqueable en el interior de las entrañas del viejo pervertido, y no había manera de hacerlo avanzar más. Con cada empujón que le daba, sin resultado alguno, don Fermín gritaba y sollozaba desconsoladamente. Saúl pensó que el perro finalizaría allí su castigo, pero para a Ricky no había nada imposible. “Con sangre y fuerza bruta todo entra” era su lema personal.

Así que se situó justo detrás del anciano, que temblaba de miedo por lo que fuera lo siguiente que ese chico salvaje estaba pensando en hacerle, y sin previo aviso alzó su pierna derecha y dejó caer con todas sus ganas su pie sobre el extremo de la maza que permanecía fuera del culo del anciano.

“¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!”  aulló el viejo con los ojos abiertos como platos, debieron haberlo oído desde la otra punta de la ciudad.

La patada que le dio el Semental fue tan potente, que el ano viejo de ese cerdo asqueroso se rompió, rajándose por varios puntos a la vez. Ahora sí que manaba una fuente de sangre de su feo culo arrugado. El pesado objeto terminó de meterse casi por completo dentro de las entrañas de don Fermín, que ahora tenía los ojos en blanco, sacaba espuma por el costado de la boca y ya había dejado de gritar porque estaba afónico y medio desmayado, sufriendo leves espasmos. Pero por su desgracia no había llegado a perder del todo la consciencia. Si Ricky hubiese sacado en ese momento la maza podría haber metido allí dentro su mano, la de Saúl y el teléfono móvil todo junto. Así de grande le había dejado el agujero del culo con aquella maza insertada hasta lo más profundo de su estómago de puta vieja.

Para rematar la faena, Ricky ordenó a su esclavo rubio que se meara sobre la cara y el cuerpo del director de la escuela, y él hizo lo mismo. Le obligó a decirle cuantas copias tenía de los vídeos de Saúl, y los borró todos al momento. Luego le amenazó con enviar su video con la confesión a la policía si resultaba que le había mentido y llegaba a descubrir que guardaba alguna copia más de su joven sumiso, o si se atrevía a meterle la mano encima de nuevo. Es que no tenía permitido ni mirarle. ¡Y le estaría vigilando! A ver si así ese vejestorio apestoso aprendía a no tocar a las putas de los demás. Ricky y Saúl se marcharon de ese lugar sin preocuparse por si el director seguiría con vida al día siguiente. Seguramente el pobre hombre tendría que ir de urgencias para que le curasen las feas heridas en su culo, pero a ver qué explicación daba allí de cómo se las había hecho. Eso era asunto suyo. Ricky ya había cumplido como Amo, defendiendo como el buen perro callejero que era una de sus posesiones más preciadas, a Saúl.

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