Al día siguiente de la doble mamada, martes, Luis y Saúl
acudieron a la escuela como siempre. La tarde anterior habían estado buscando
los objetos que el perro callejero les había mandado meter en la maleta para
próximo viaje ese fin de semana, todas cosas de Martha, su madre. Habían
localizado ya lo que querían coger de su cuarto, pero de momento no lo cogerían.
Después de discutirlo un rato, Luis y Saúl decidieron que le robarían esas
cosas a su madre el mismo viernes antes de marcharse, y así evitarían que les
echase la bronca, al menos antes de irse. Ya se preocuparían a la vuelta por el
castigo.
Aquel día Ricky no había asistido a clase. Los hermanos
de pelo color trigo lo echaron mucho en falta, sobretodo Luis, que estaba
acostumbrado a tenerlo en la misma clase. El día se hizo de lo más largo y
aburrido para ambos. Justo antes de la hora del patio, al curso de Saúl le
tocaba clase de prácticas de ciencias, así que tenían que acudir al
laboratorio. El menor cogió su libreta y el estuche con los bolígrafos y salió
de clase para marchar con el resto de alumnos al aula que les tocaba. Pero fue
interceptado. Una mano rechoncha, arrugada, y con retorcidos pelos blancos en
los nudillos se plantó en su pecho y le hizo parar en seco. Al levantar la
mirada, se encontró con los chispeantes ojos de don Fermín, el director.
“Tú te vienes conmigo a mi despacho,
jovencito” le dijo el viejo.
Saúl tragó saliva y se quedó un poco pálido. La tarde
anterior había estado tan seguro de que el director no les diría nada, que no
le había comentado a Ricky que lo había pillando espiándoles. Pero ahora, por
la seriedad que reflejaba el rostro del mayor, parecía que les iba a caer una
buena bronca. Por lo menos a su hermano Luis y a él, que eran quienes se
encontraban en el recinto en ese momento. Ricky no podía haber escogido un
mejor día para faltar a la escuela.
“Si, don Fermín” le respondió Saúl, y empezó a seguirle
por los pasillos.
El director de la escuela era un hombre muy mayor,
rondando los 60, si no los había pasado ya. No se estaba quedando calvo, tenía
una espesa melena completamente blanca, que peinaba religiosamente con una raya
al lado. Para ser un hombre no era demasiado alto, aunque sí pasaba una cabeza
a Saúl, que todavía no había dado el estirón de la adolescencia. El hombre
tenía la piel completamente arrugada y llena de las manchas propias de la
vejez. Y le sobresalía una prominente barriga. Siempre lucía trajes grises,
camisa blanca, corbatas aburridas, y zapatos de vestir. El joven de pelo rubio,
que caminaba un par de pasos por detrás del viejo, no pudo evitar darse cuenta
de que el mayor cojeaba un poco mientras andaba.
No tardaron demasiado en llegar al despacho de don
Fermín, que se encontraba al final de un largo pasillo donde estaban a lado y
lado los despachos de los profesores, vacíos en ese momento, ya que estaban
todos dando clase. El anciano abrió la puerta de su oficina y hizo un además
con la mano para que el menor de ojos color azul cielo entrara en él.
Saúl entró en la estancia y dio un par de pasos antes de
detenerse. Echó un vistazo a su alrededor. Nunca había estado allí, era un
despacho de lo más normal y corriente. Con paredes pintadas en color verde
apagado. Había algunos diplomas colgados en un rincón, un par de estanterías
llenas de libros que eran más de decoración que de consulta, una mesa mediana
de madera oscura, con un ordenador tan viejo como su dueño sobre ella, la
butaca de cuero marrón del director, y un par de incómodas sillas de hierro
para las visitas. Don Fermín cerró silenciosamente con llave la puerta de
entrada a su despacho, y mientras el menor revisaba todo a su alrededor, se
acercó a la única ventana que había en la oficina y bajó la persiana. No quería
que los viera nadie.
Lo primero que sorprendió a Saúl fue que Luis no
estuviese en ese lugar. Como suponía que el director lo había mandado llamar
para echarle bronca por lo que habían hecho él y su hermano con Ricky en el
patio, suponía que el imbécil de su hermano mayor ya estaría allí. Pero estaban
solos él y don Fermín, y no parecía que el viejo tuviese intención de salir en
busca de Luis, ya que había cerrado la puerta tras de él. Saúl respiró hondo.
Seguramente el director les echaría bronca por separado para darles más miedo,
si los llamaba en grupo se podían respaldar unos en otros, y el efecto de la
bronca sería menor. Sí, seguro que tenía que ser eso lo que pasaba.
Don Fermín rodeó el escritorio y se sentó en su ajado
butacón de cuero.
“Siéntate ahí Saúl, por favor.” Le dijo al crío, señalándole una de
las incómodas sillas.
“Voy” respondió el joven de pelo rubio.
De normal Saúl era un respondón y no le gustaba cumplir
órdenes, pero sabía que en esa ocasión tenía las de perder. No quería enfadar
más a don Fermín y que terminara expulsándole de la escuela. Entonces sí que
estaría bien jodido, asistiendo a un instituto distinto a los de Ricky y Luis.
No, soportaría el chaparrón como pudiera. Pero el viejo no lo había llamado
para reprocharle lo que había hecho en el patio la tarde anterior, sino con
intenciones mucho más libidinosas.
El viejo tecleó algo en su ordenador, en completo
silencio. Saúl tenía sus hermosos ojos verdes fijos en las arrugadas manos del
director de la escuela, a la espera de que empezara la regañina. Sentía un poco
de vergüenza, aunque también estaba enfadado con él, porque don Fermín se había
masturbado mirándoles chuparle la polla a Ricky, y no le parecía nada justo que
ahora fuese a echarle la bronca por eso.
“Presta atención, por favor. No quiero
que pierdas detalle de esto.” Le dijo el viejo, con la misma buena educación de la que
siempre hacía gala.
Don Fermín giró la pantalla del pc de manera que tanto
Saúl como él mismo pudieran verla, abrió un archivo de su escritorio clicando
encima con el ratón. La pantalla permaneció oscura un par de segundos antes de
mostrar la primera imagen.
El menor de pelo color trigo abrió los ojos y se quedó
sin habla al verse a sí mismo en aquel video, que a todas luces el viejo
pervertido había grabado con su teléfono móvil la tarde anterior, sin que él se
diera cuenta. Ricky estaba de espaldas, y al imbécil de Luis no se le veía la
cara porque lo tapaba el cuerpo del perro callejero. El único reconocible en
esa grabación casera era a él, Saúl. Se le veía arrodillado frente al chico de
cuerpo musculado y piel de ébano, mamándole con complacencia y desesperación su
enorme rabo.
El despacho se había quedado en absoluto silencio. Don
Fermín se secaba el sudor de la frente con un pañuelito de tela, que seguro
llevaba sus iniciales grabadas. Saúl estaba mudo de la impresión. El viejo le
dio al control del volumen, y la estancia empezó a llenarse con los guturales
gemidos de placer de Ricky. De fondo incluso podía oírse el sonido que hacía la
mano del director masturbándose mientras les grababa. Por suerte la grabación
se detenía antes de que el semental se corriera sobre sus caras, el menor no
sabía si habría podido soportar verlo con el director sentado justo delante de
él.
La imagen de la pantalla del ordenador quedó de nuevo
completamente oscura. El pobre Saúl no se atrevía ni a mirar a don Fermín a la
cara. No entendía qué mierdas pretendía el viejo asqueroso enseñándole aquello.
“Me resultaría de lo más sencillo
enviar una copia del vídeo a todos los alumnos y profesores de la escuela.
Estoy seguro que en cuanto la recibieran ellos mismos la reenviarían a sus
amigos, así que en dos o tres días como mucho te verías obligado a dejar la
escuela y marcharte a vivir a otra ciudad.” Empezó a decirle don Fermín, sin levantar la voz. Sus
palabras eran lo suficientemente amenazantes por sí mismas, no necesitaba
gritarle al crío para que entendiera que lo tenía completamente en sus garras.
“¡¡No puede hacerme eso!! ¡¡¡Le
mataré!!!” exclamó el menor,
levantándose de la silla y dando un fuerte golpe sobre la mesa.
El director no se amedrentó con aquella demostración
iracunda. Con mucha calma, y sin perder su buen carácter, el viejo pervertido
procedió a cerrar la ventana del vídeo y a enseñarle a Saúl que tenía abierto
el correo electrónico, con destinatario envío masivo a alumnos y profesores, y
con el archivo de vídeo adjunto al mismo. Don Fermín puso el puntero del ratón
sobre el botón de enviar, pero no lo presionó. Saúl sintió que se mareaba y le
dio vértigo al verle. Se mostraba muy valiente, pero en realidad estaba muerto
de miedo.
“Tendrás que matarme antes de que yo le
dé al botón, ¿Te crees capaz, jovencito?”
Saúl apretó fuerte los dientes y cerró los puños. Se
sentía muy cabreado, y sobretodo humillado. Ese viejo le tenía pillado por las
pelotas, y no podía hacer más que cumplir con lo que quisiera hacer, o su vida
junto a Ricky, su vida en general, estaría terminada. Solo pensar que ese
anciano asqueroso de pellejos colgantes y piel áspera y rugosa le pondría un
solo dedo encima le entraban ganas de vomitar, y también de darle a don Fermín
una buena paliza.
“¿Qué quiere que haga?” preguntó el menor, dándose por
vencido.
Aun así no apartaba su mirada de los ojos del contrario.
Podría chantajearle, pero que le quedara claro que él solo se sometía de verdad
ante su Amo Ricky, y no ante nadie más que él.
“Desnúdate” fue la primera orden que le dio el
viejo pervertido.
El menor tenía bastante claro que don Fermín iba a
propasarse con él, aprovechándose del chantaje para obligarle a hacerle alguna
cerdada, o para hacérsela a él. No sabía qué era peor. Pero por mucho que lo
odiase, no podía hacer otra cosa que complacer al viejo asqueroso, al menos
mientras tuviera en su poder aquel vídeo incriminatorio. Si Saúl hubiese sabido
que don Fermín lo estaba grabando también en ese momento, con la webcam del pc
puesta en un sitio estratégico del despacho, quizás no hubiera actuado como lo
hizo.
Sin responderle nada al anciano, el chico empezó a
quitarse la ropa. Ahora sí que evitaba mirarle a la cara. No quería ser testigo
de cómo se iba excitando con aquello el cerdo del director. Seguro que tenía un
rabo arrugado y áspero, como el resto de su piel, y con lo viejo que era dudaba
de que llegara a levantársele, aunque lo había visto pajeándose a su salud, así
que para su desgracia sí que debía funcionarle bien el pito.
Saúl se quitó de mala gana la camisa y los pantalones,
dejándolos amontonados sobre el piso. Tampoco se demoró demasiado en despojarse
de sus calzoncillos. Cuanto antes terminara con todo aquello mucho mejor. Pero
el viejo estaba deleitándose con las vistas, y no parecía tener prisa alguna.
Estuvo repasando visualmente al menor una y otra vez. Los ojos de don Fermín,
que eran de un azul tan claro que parecían casi transparentes, se quedaron
prendado del cuerpo de ese niño. Saúl todavía no se había desarrollado, su
anatomía era delgada y pequeña. Tenía la piel suave y muy blanca. Y su rostro
poseía una belleza encantadora, típica solo de los chicos de su edad. El
director hacía rato que notaba la polla bien dura dentro de sus pantalones.
“Acércate. Ven aquí, no seas tímido
jovencito.” Fue lo siguiente
que le dijo el viejo, señalando con el dedo justo en frente de dónde él mismo
estaba sentado.
El menor empezó a acercarse a donde estaba sentado don
Fermín, no sin ciertas reticencias. Daba pasos cortos y muy despacio, pero
inevitablemente terminó llegando a su destino. El viejo estaba sentado en su
sillón de cuero, de lado a la mesa. Su mano derecha permanecía sobre el ratón,
amenazando al menor con enviar el archivo con el vídeo a todos los contactos de
la escuela.
Lo primero que hizo el anciano degenerado fue poner su
mano izquierda sobre el estómago liso del chico. Estaba fascinado con la
juventud de ese cuerpo. Acarició con su áspera mano la fina piel del menor, que
se aguantaba como podía las ganas que tenía de partirle la cara al viejo. Si encima
el tipo le daba al botón su vida en esa ciudad habría terminado para siempre.
Don Fermín empezó a bajar su mano por el firme estómago del muchacho, y terminó
dirigiéndola directa a su entrepierna, donde lucía un pito flojo y caído, pues
la situación en la que se encontraba Saúl era de lo más desagradable para él,
no tremendamente excitante como lo era para el director.
Cuando don Fermín pasó sus dedos por debajo de la polla
del alumno, como para pesarla, sus yemas tropezaron con un pequeño objeto
metálico. Lleno de curiosidad, alzó el tronco rechoncho y se inclinó un poco,
para poder leer lo que decía la chapa dorada que colgaba del piercing que tenía
en la base de su polla.
“Puta
de Ricky” leyó en voz alta,
para mayor bochorno del muchacho, y empezó a reírse
“Ahora serás la puta de don Fermín.
Tendré que ponerte una marca como esa yo también, porque a partir de ahora
serás completamente mío, y me tendrás que obedecer en todo.” A Saúl se le erizó todo el vello del
cuerpo al oírle decir eso.
“De momento arrodíllate entre mis
piernas y ocúpate de esto. Sé que tienes mucha práctica, espero que me lo hagas
igual de bien que se lo hiciste a tu amiguito ayer.” El viejo señaló su abultado paquete,
por si el muchacho de pelo rubio tenía alguna duda acerca de lo que le estaba
ordenando que hiciera.
Saúl intentaba encontrar una escapatoria, pero todos los
planes que se le ocurrían tenían el peligro de que el viejo le diese al botón
de envío. Así que hizo lo que don Fermín le había ordenado. Se arrodilló entre
sus piernas abiertas y empezó a desabrochar el pantalón de traje que llevaba
puesto. Cuanto más cerca estaba del hombre, mayor era el olor a decrepitud que
le llenaba las fosas nasales. Saúl tuvo que esforzarse por abrir los botones
porque la prominente barriga del viejo le hacía muy difícil el trabajo.
Tras un par de minutos el muchacho consiguió sacar a la
luz la polla de don Fermín. Como había imaginado era corta y rechoncha, gorda,
aunque no tanto como la de Ricky, y la mitad de gruesa o menos. Además esa
polla de viejo pervertido estaba completamente surcada de arrugas, llena de
pliegues y muchas venas azules, y olía realmente mal. Como si llevara siglos
sin lavarse ahí abajo.
“¿A qué estás esperando, jovencito?
Métetela en la boca, que no muerde” le dijo don Fermín a Saúl, incitándole a que empezara ya
con la mamada.
Pero Saúl era incapaz de moverse. Se había quedado
clavado, arrodillado en el suelo entre las piernas del director de la escuela.
Le sujetaba esa polla sucia y rechoncha entre sus manos, pero la peste que
emanaba de ella era demasiado asquerosa. ¡¡Además era la polla de un puto
viejo!! No podía hacerlo ¡No podía meterse ese repugnante pito en la boca! ¡¡No
podía hacerlo y ya está!!
Al ver que el menor no se decidía a empezar, el director
de la escuela echó un poco atrás su sillón y se giró en dirección al teclado de
su ordenador.
“Si no quieres hacerlo, no lo hagas. Ya
sabes cuáles serán las consecuencias. Ahora vístete y márchate de aquí.” Le dijo el hombre de pelo cano, muy
serio.
Saúl respondió casi sin pensarlo:
“¡No, don Fermín! ¡No envíe el video a
nadie! ¡Ya lo hago!”
Y sin ninguna esperanza de poder salir indemne de aquel
asunto, el joven rubio se abalanzó sobre el regazo del viejo. La polla del
anciano era tan rechoncha que el muchacho solo podía sujetarla poniéndole dos
dedos en la base de la misma, porque poco pedazo de carne más quedaba. Aun así
acercar su boca a esa asquerosidad y metérsela entre los labios fue la cosa más
repulsiva que había hecho nunca. Ese pellejo gordo sabía mucho peor de lo que
olía. Habría preferido mil veces tener que comerse una mierda de caballo
entera.
Pero ya que había empezado con aquello, lo terminaría
cuanto antes mejor. Saúl se propuso hacer correr al viejo rápido para poderse
marchar del despacho en seguida. Así que apretó sus finos labios contra la
polla del anciano y empezó a mamársela con todas sus ganas, incluso usaba la
lengua y sus dedos para darle más placer, como su Semental Ricky le había
enseñado que debía comerse una polla.
Don Fermín empezó a jadear en cuanto notó la boquita del
joven Saúl alrededor de su polla. La cavidad bucal del joven estudiante era
estrecha, cálida y muy húmeda. Era una delicia sentir como sus labios
presionaban el glande, y notar como se la metía entera dentro de la boca.
“Pues sí que eres una buena puta” susurró, entrecerrando los ojos.
El viejo quería aprovecharse un poco más de la situación,
y por ello, cuando llevaban cosa de 15 o 20 minutos, y su polla empezaba a
palpitar y hincharse más, en previsión de una próxima corrida, le puso la mano
en el hombro a Saúl y lo hizo apartarse de él. Así conseguiría aguantar un poco
más, y disfrutaría más rato de aquella estupenda mamada.
“Mejor ponte aquí, a mi lado, con el
culo en alto” le dijo el
director de la escuela, señalando el lado contrario del escritorio.
“Si, don Fermín” le respondió sumiso Saúl, odiándole por
haberle hecho parar cuando ya empezaba a notar el líquido preseminal en su boca.
¡Eso era trampa!
Saúl se puso como el viejo le había ordenado, ahora
estaba de pie, con las piernas estiradas y abiertas, el torso y parte del
estómago apoyados sobre el reposabrazos del sillón, y la polla y la enorme
tripón de don Fermín justo delante de su boca.
“Puedes continuar, lo estabas haciendo
muy bien jovencito” le
animó el anciano degenerado.
Saúl deseó que se muriera fulminado en ese momento por un
rayo, y al ver que su deseo no se cumplía, se inclinó y empezó a mamarle la
asquerosa polla al viejo de nuevo. Don Fermín aprovechó que su mano libre
estaba justo a la altura del culo del chico y empezó a tocárselo de manera
descarada. Al principio se conformaba con masajear las nalgas del rubio, pero
luego se chupó dos dedos y se los metió de golpe en el ano, sin
contemplaciones. El viejo empezó a meter y sacar sus dedos muy rápido del culo
de Saúl, y al chico cada vez le resultaba más difícil concentrarse en la mamada
que le estaba haciendo, no porque aquello le excitara, su polla seguía sin reaccionar,
sino porque le dolía y molestaba notar los dedos del anciano follándole sin
permiso el culo de aquella manera tan bruta.
Pero en vez de darse por vencido, el menor se sintió
lleno de rabia y odio por ese anciano decrépito y pervertido, y redobló sus
esfuerzos por darle el máximo placer y que llegara a correrse rápido. Saúl
empezó a succionar fuerte, pasando su lengua de manera constante por el glande
hinchado y apestoso. El estudiante chupaba, lamía, mamaba, como si le fuera la
vida en ello. Pasó otra media hora en la que el director insistió en dedearle
el culo, pero al fin los esfuerzos del joven rubio se vieron recompensados,
pues empezó a sentir como ese anciano estúpido le llenaba la boca con su espesa
y ácida corrida de viejo asqueroso. En el mismo instante en que don Fermín
empezó a soltar su esperma en la boca de Saúl, el chico se apartó e intentó
escupir todo lo que había tragado sin querer.
“¡Ya he hecho lo que me ha ordenado!
¡Ahora me marcho!” le
dijo el alumno, muy enfadado con el director, y vistiéndose todo lo rápido que
podía.
“Si, puedes irte.” Le respondió el viejo, guardándose el
rechoncho pito dentro de los pantalones.
Don Fermín se acercó a la puerta y la abrió para que el
chico saliese. Cuando Saúl pasó por delante suyo, con el rostro lleno de ira,
le palmeó el trasero fuerte.
“Mañana ven a la misma hora” le dijo, y cerró la puerta con llave en
sus narices.
Saúl se sentía destrozado. Pensaba que con haberle mamado
la polla al viejo se quedaría satisfecho, pero no, lo quería de vuelta al día
siguiente. Y seguro que la cosa iría a mayores, los viejos pervertidos no
suelen conformarse con catar el pastel sin darle un buen mordisco para terminar
comiéndoselo entero.
Dentro del despacho, el anciano volvió a sentarse en su sillón y empezó a revisar la nueva
grabación que había hecho aquel día. Saúl estaba magnífico. Y no parecía que
don Fermín le estuviese obligando a hacer nada, viendo ese vídeo daba la
sensación de que Saúl actuaba por voluntad propia. Ahora sí que le tenía cogido
por las pelotas. Y mañana mismo iba a ponerse en serio con él. Don Fermín se
había excitado tanto viendo como Saúl y su hermano le chupaban la polla a
Ricky, que había querido tener su ración de mamada. Pero lo que de verdad
ansiaba por encima de todo era follarse el apetecible culo de su alumno. Quería
penetrarlo hasta el fondo, notar su esfínter apretado contra su oronda polla y
llenarle las entrañas con su ardiente corrida. Solo tendría que esperar un día
más para poder conseguirlo, y a partir de mañana mismo, Saúl pasaría a
convertirse en su puta particular, y podría correrse dentro de su aniñada
boquita o su hermoso trasero siempre que le viniera en gana. El viejo
pervertido no podía sentirse más feliz.
Felicidades por esta saga que me parece muy entretenida y morbosa. No entiendo como han puesto tres estrellas de valoración cuando en mi caso la he valorado con 5 estrellas
ResponderEliminarEspero con ansias la entrega numero once de Ricky.
!!Felicidades de nuevo por tu estupendo trabajo!!
Querido Raul, muchas gracias por tus amables comentarios. Espero que la trama que tengo ideada para los siguientes capítulos siga gustándote tanto como hasta ahora. Un beso.
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