Saúl estaba tan ensimismado leyendo el diario de su hermano,
que no se dio cuenta de que las horas iban pasando, y casi era el medio día ya.
La habitación de Luis era un desastre, con todas sus cosas revueltas, y incluso
el colchón tirado de mala manera. Todo por culpa del tremendo ataque de ira y
celos que había tenido el menor al encontrarse la nota de Ricky, en la que le
decía que se llevaba a Luis a pasear, y él se quedaría en casa castigado, por
dormilón.
“Tú, puerco. ¿Qué cojones has estado haciendo?“, dijo la
familiar voz del perro, desde la puerta de entrada a la habitación.
Saúl, desnudo como estaba, tiró el diario al suelo y miró a
su Macho con verdadera devoción.
“¿¡Por qué te lo has llevado a él y no a mí!? ¿¡Eh!? ¿¿Por
qué??” le respondió gritando, mientras señalaba a su hermano Luis, que
permanecía medio oculto tras el cuerpo del perro, con una estúpida sonrisa en
la cara. Saúl cada minuto que pasaba se sentía más rabioso.
“Te ordené que te las ingeniaras para ganarte mi perdón, y lo
único que has conseguido es un castigo mucho más severo de lo que tenía
pensado” fue la respuesta de Ricky “Esta vez vas a saber quién es el Amo y
quien la zorra”
Entonces se giró hacia Luis, le cogió del brazo y lo empujó
dentro de su destartalada habitación. El hermano mayor, al ver que Saúl había
estado leyendo su diario, se enfadó mucho, pero no dijo nada, pues sabía que si
entorpecía las órdenes de Ricky terminaría siendo castigado él también, y se
sentía demasiado feliz en ese momento como para estropearlo con una tontería
como esa.
“Desnúdate. Vas a follarte la boca del imbécil de tu hermano
pequeño. ¡En seguida!” le ordenó Ricky al mayor de los hermanos,
“Ssi, Señor Ricky” respondió Luis, y se desvistió más rápido
que jamás lo hubiera hecho en su vida.
A Saúl le asqueaba tremendamente tener que meterse en la boca
el ridículo rabo de Luis, pero dentro de lo que cabía esperar, era un castigo
mucho más suave de lo que había imaginado, con el cabreo que llevaba encima
Ricky. Lo que no sabía el joven estudiante era que Ricky se había llevado a
Luis a hacerse un piercing en el ombligo, del que había colgado una chapa
dorada en la que se leía “Puta de Ricky”.
Ése iba a ser el verdadero castigo para Saúl, ver que el perro había marcado a
su hermano como de su propiedad, pero a él no.
Efectivamente, en el momento en que Luis estuvo completamente
desnudo y se acercó donde Saúl le esperaba, arrodillado en el suelo, también
desnudo, y con los labios entreabiertos, el menor vio aquel objeto colgando del
ombligo de su hermano mayor, y cuando leyó la inscripción casi salta a
golpearlo. Pero la imperiosa voz de su Amo lo retuvo en su lugar.
“¡Vamos, chúpale la polla a la cerda de tu hermana! ¡¡Ahora
mismo, puta inútil!!” le gritó Ricky.
Saúl tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para
cumplir con la orden que le daba su Macho y no reventarle la cara al gilipollas
de su hermano mayor. Decidió olvidarlo por el momento. Así que acercó su cara a
la entrepierna del inútil de su hermano mayor, abrió la boca, y cerró los ojos
para no tener que mirar la dichosa chapita que Ricky le había regalado a Luis.
Luis no tenía una ilusión especial porque Saúl le chupara el
rabo, no le atraía en absoluto su hermano pequeño. Pero se alegraba de recibir
una satisfacción por una vez, y no tener que ser él el que la diera. Además, el
idiota de su hermanito había estado ojeando su diario secreto, y eso le
molestaba mucho. Luis no tenía una personalidad bélica, no discutiría ni
intentaría pegar a Saúl, así que poderse resarcir de aquella putada follándose
su boca le parecía lo mejor que podía ocurrirle. Lo mejor después de que Ricky
le marcara como suyo poniéndole ese piercing en el ombligo, del que tan
orgulloso se sentía.
Así que el mayor de los hermanos acercó rápidamente su
pequeño rabo a la boquita abierta del menor, y lo introdujo dentro de ella.
Saúl sintió mucho asco de saber que le estaba chupando la polla al imbécil de
Luis, pero acostumbrado como estaba a hacerle mamadas al enorme pollón del
perro callejero, pensó que tampoco era un castigo tan terrible. Solo tenía que
terminar con todo aquello lo antes posible, y quizás Ricky le premiase a él con
alguna marca personal por haberle obedecido tan bien.
Pero la cosa no iba a resultar tan sencilla. Luis puso sus
dos manos a lado y lado de la cabeza de Saúl y empezó a mover sus caderas hacia
delante y hacia atrás, metiendo y sacando su ridículo pitito de dentro de la
cavidad bucal de su hermano. El problema residía en que cada ver que Luis le clavaba
su verga hasta el fondo, que no llegaba ni a rozarle la campanilla al crío, la
chapita que llevaba colgando del ombligo golpeaba en el entrecejo del menor,
cabreándole por momentos. El frío metal dándole golpecitos en la cara provocaba
que Saúl no pudiera olvidar ni un solo segundo el regalo que Ricky le había
hecho a Luis, y no a él.
Luis sacaba su polla de dentro de la boca de Saúl. Empujaba y
se la metía entera. La chapita golpeaba su frente. Polla fuera, y otra vez
dentro. Y la chapita golpeándole. Saúl, que seguía con los ojos cerrados, llegó a obsesionarse tanto con aquella jodida
chapa que ni se acordaba de la mamada que le estaba haciendo a Luis, ni de que
todo eso era un castigo del perro, su Dueño y Señor, por haber sido un mal
esclavo. Chapita, golpecito. Chapita, golpecito. Chapita, golpecito. Chapita,
golpecito.
“¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!” de repente Saúl abrió
mucho su boca, se apartó quitándose de entre los labios el pitito de su hermano
mayor y soltó un gritó descomunal.
Ni Luis ni Ricky podían prever lo que el menor iba a hacer a
continuación. Saúl se abalanzó sobre su hermano mayor, cerró con fuerza sus
dientes, sujetando la puta chapa, y estiró tan fuerte que se la arrancó de un
solo mordisco.
“¡¡NOOOOOOOOOOOOO!! ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!!”
gritó Luis cuando sintió el fortísimo dolor en su ombligo, que empezó a sangrar
de manera medianamente abundante.
Ricky se había quedado pasmado, con los ojos abiertos como
platos. Sabía que a Saúl le jodería vivo que le hubiese hecho ese regalo a
Luis, pero no imaginó que el menor pudiera reaccionar de esa manera tan
salvaje, mutilando a su propio hermano, y desobedeciendo sus órdenes en medio
de un castigo. Por un lado se quedó gratamente impresionado, el fuerte carácter
de Saúl hacía que se le pusiera muy dura la polla cada vez que se lo iba a
follar, pero por otro lado le cabreaba muchísimo. Aunque le gustase ese
carácter rebelde, no podía dejar que el mocoso hiciera lo que le diera la gana.
Ahí el puto Amo era él y nadie más que él. Y si esa zorra malcriada todavía no
lo entendía, él le castigaría de una manera tan ruda que jamás volviera a dudar
de su liderazgo.
Es verdad que ha sido fuerte y más que parece que se va a poner. ¿quién doma a Saúl, indómito caballo.
ResponderEliminarMuy bueno.
Agur