jueves

Amo, prometí que no volvería a escribirte


Escrito en marzo 2011. Es un relato largo donde una sumisa explica lo que siente cuando está en una sesión con su Amo. 





Me llamo Miriam, tengo 30 años y vivo en un pequeño piso cerca de la playa. La primavera pasada sucedió algo que puso mi mundo del revés. Leí en esta web un relato de un Amo que se dirigía a una supuesta sumisa. Cuando lo leí sentí que ese relato estaba escrito para mí, yo era esa sumisa que él buscaba. (Siempre había fantaseado con el tema sumisión, pero nunca había dado el paso para volver realidad mis fantasías). Empecé solo comentándole que me gustaba su forma de escribir. Pasaron los meses y poco a poco nuestra ciber-relación fue en aumento, hasta que un día te di mi teléfono y me llamaste. Recuerdo con mucho cariño esa mañana en la que ¡por fin! pude oír tu voz.

Pero eso es agua pasada. 

Los primeros días tras decirte que "lo nuestro" había terminado estuve como anestesiada. Iba a trabajar, volvía, estaba con mis amigos, todo bien. Pero en realidad, en el fondo de mi corazón, sabía que esa era la calma de antes de la tormenta. Cada día que pasa pienso en ti. Es inevitable. Como que el Sol salga de día y la Luna de noche. Como que la Tierra siga girando... tú y yo teníamos una conexión única. Estos últimos días han sido los peores. Tu ausencia ha dejado un hueco abierto en mi pecho que me duele físicamente, como si te hubieras llevado literalmente un trocito de mi alma contigo cuando "lo nuestro" terminó.

Me gustaría poder hablar con alguien, sinceramente, necesito hablar contigo, Amo.

Abro el mail, no lo volvía a abrir desde que te dije que lo dejaba... no era capaz de leer tu mail de respuesta, ahí está, en negrita, esperando ser leído. Lo hago. Tenía miedo que me recriminases mi conducta, pero todo lo contrario, me deseas mucha suerte en esta etapa de mi vida, y me dejas bien claro que tengo las puertas abiertas para volver si algún día cambio de opinión. Eres todo un caballero, sin duda. Sin pensármelo dos veces le doy a Responder y empiezo a escribir...


"Amo...
 Prometí que no volvería a escribirte, pero la situación ha cambiado, mi forma de ver las cosas es distinta..
 Me gustaría hablar contigo, si te apetece, claro... llámame cuando puedas... aun tienes mi número ¿verdad?       
Un beso, tu sumisa"



En cuanto le doy a Enviar se me hace un nudo en el estómago, porque sé que si te vuelvo a hablar es porque quiero volver a ser tu sumisa. Recuerdo aquella vez que tú me insinuaste que podría darte mi número de teléfono y yo me negué en redondo y me enfadé y dejé de hablar contigo unos días. No había pasado ni una semana que ya me tenías de nuevo comiendo de la palma de tu mano (como buena perrita que soy) y dispuesta a darte mi teléfono sin que tú me lo pidieras. Aprendí a confiar en ti ciegamente. Primero me quedé paralizada por el cumulo de sensaciones, por mi sentimiento de culpa, por varias razones. Después me pediste que saltara. "Dame tu teléfono." (¡Salta!)  "pero y si..- y si..." te decía yo, y tu "no hay peros. Yo voy al otro lado. Tú puedes hacer dos cosas. Seguir adelante junto a mí, segura de que no te va a ocurrir nada malo, o quedarte donde estas, muerta de miedo; pero entonces yo no permaneceré a tu lado" y debo reconocer que hasta el día de hoy no me has fallado en ninguna de tus promesas.

Miro el móvil. 

Me siento tan nerviosa... ¿me llamarás?

Miro el móvil. No puedo quedarme toda la noche mirando el teléfono esperando tu llamada. Justo cuando me levanto de la silla, empieza a sonar. Miro el reloj, son las 10.

En la pantalla aparece un número desconocido... descuelgo: "Si?"

"Hola"

"Hola" medio susurro, reconociendo tu voz "vaya, has sido tan rápido que no me ha dado tiempo a prepararme el guión..." te digo medio sonriendo, aun voy con pies de plomo, temerosa de que te molestes y me cuelgues, pero todo lo contrario, tu voz suena armoniosa y segura, profunda.

"Acabo de ver tu mail, dime, ¿ha pasado algo?" me preguntas, eres tan intuitivo.

"Bueno, si... yo.. es que..." no sé qué decirte, me he quedado completamente en blanco, Estoy tan nerviosa que no paro de pasear hacia un lado y al otro del comedor mientras balbuceo cosas sin sentido... esto está resultando ser un completo desastre... tengo que relajarme... me paro y cierro los ojos. Cojo aire... "Tenia muchas ganas de hablar contigo.. Amo" me arriesgo a decir la palabra maldita. Tú tienes todo el derecho a echarme en cara que me fuera, como Amo, puedes decidir no volverme a aceptar... me he tirado a la piscina a ver qué ocurre, como tú me enseñaste, Amo.

Me torturas con tu silencio... miro la pantalla... la llamada sigue en marcha... vuelvo a poner el auricular en mi oreja.

"Ahora no puedo seguir hablando. Mejor quedamos mañana y lo hablamos mientras cenamos. Pasaré a buscarte por tu casa a las 10. Envíame un mensaje con tu dirección."

Contesto "Si, pero..." ya has colgado.

Quería volver a hablar contigo, como antes, por mail o por teléfono. Y como la última vez que te abandoné y volví con el rabo entre las piernas, me lo harás pagar caro. Tu mismo me lo dijiste. Cuando vuelves tienes que dar más de ti, tienes que empezar en un nivel superior al que terminaste. Me fui cuando solo intercambiábamos mails, cuando volví te di mi teléfono. Ahora te he pedido que me llames, pero tú me das cita para que nos veamos cara a cara mañana. Cada día pienso en ti y en la oportunidad que he perdido... me pregunto "¿y si...?"  "¿y si hubiéramos quedado? ¿Y si hubiera existido ese primer encuentro? ¿Y si la sesión hubiese estado a la altura de mis expectativas y las tuyas?" Tantas preguntas y tan pocas respuestas. Quiero vivirlo, sentirlo, disfrutarlo, quiero ser tuya, tu sumisa.

Me paso el resto de la noche pensando en ti. Me dices que tengo la puerta abierta para volver, pero también me dijiste que habías borrado todos mis mails y mis fotos, mis relatos, mis sueños y fantasías. En ese momento sentí que habías matado a la sumisa que hay en mí. Pero poco a poco, de tu mano, resurgí de mis cenizas, mejorada. Me dices que sin rencores, que puedo volver, pero me haces saber que si no vuelvo, no pasara nada, que tu puedes seguir con tu vida perfectamente sin que yo esté allí, lo sé, me encanta y me duele a partes iguales. Es algo que tengo que aprender a entender.




La Cena

Al día siguiente suena el despertador. Me levanto. Me ducho, Desayuno, Salgo a trabajar, Vuelvo a las 14h, preparo la comida, pongo una lavadora. Friego los platos mientras pienso qué ponerme. Estoy de los nervios. No sé qué impresión quiero darte. Hemos quedado para hablar, Para cenar. No debería preocuparme tanto por la ropa interior, pero y si... finalmente decido depilarme, aprovecho para ducharme, y de momento me quedo con el albornoz puesto. La tarde pasa muuuy lenta. Finalmente dan las 8.

Voy a la habitación. Abro el armario y varios cajones. Rebusco a ver si encuentro algo decente que ponerme esta noche. No quiero parecer un putón. Vamos a un restaurante. Decido ponerme una falda negra, larga hasta la rodilla, con corte en diagonal, y la parte de arriba también negra, con un bonito escote y sin mangas. Debajo llevo un conjunto de tanga y sujetador violeta de encaje, muy sugerente, por si la ocasión lo requiere... cambio las cosas de un bolso a otro más pequeño. Unos zapatos de tacón. Me maquillo. Son casi las 10. Debes estar a punto de llegar.

Suena el móvil, una perdida tuya, Me asomo a la ventana. Ahí hay un coche, aparcado frente la puerta de casa. Con las luces encendidas. Me fallan las piernas. No voy a ser capaz de hacerlo... Cojo aire. Me concentro en alejar los pensamientos negativos. Todo va a ir bien. Es la oportunidad que estaba esperando. Cojo las llaves de casa, apago todas las luces y salgo en busca de mi destino...

Me acerco al coche cautelosa, no he visto fotos más que de tus ojos, y tu polla, tu maravillosa polla. Yo en cambio, te he enviado todo tipo de fotos, de mi cara, de mi cuerpo... todo de forma voluntaria. Y nunca te he exigido nada, en algún momento puntual te he comentado de pasada que no me gustaría verlas colgadas por ahí, y tú me has hecho saber, desde tu posición de grandeza, que no las colgaras porque es eso precisamente lo que te apetece hacer. Esas fotos son solo para ti. Para tus ojos. Para tu polla.

Abro la puerta del coche y me siento a tu lado, sin mirarte. Son pocas las normas que me has impuesto, como que tu tenias derecho a saberlo todo de mi, pero yo no tenía porque saberlo todo de ti, ni podía obtener una respuesta siempre que hiciese una pregunta, A pesar de eso, fueron muchas las preguntas que me respondiste, y varias las veces que me hablabas de ti, de tu vida real, de tus sueños y fantasías. Pero sé que esperas de mí que me comporte como una autentica sumisa, sea cual sea la situación. Una de las primeras normas que aparece en cualquier foro BDSM es "no miraras a los ojos a tu Amo", también está la de "no hablarás si tu Amo no te pregunta", pero esa no la contemplamos de momento, me parece que ambos disfrutamos por igual de nuestras conversaciones. No llevar ropa interior, que te cambien el nombre, no decir nunca "No" (dentro de unos límites previamente definidos, por supuesto. Somos dos personas adultas perfectamente capaces de hablar de sexo, de cuál es nuestra realidad. En mi caso, qué me apetecería probar, o qué no estaría dispuesta a hacer por nada del mundo. Cosas que me gustan, que ni fu ni fa... ), estos son algunos de los principales preceptos de la buena sumisa, algunos los cumplimos, otros no, otros depende del momento, de la situación.

Das gas y te diriges hacia el restaurante. Veo de reojo que te giras y me miras.

"Estas preciosa, perrita" sonrío al oír cómo me llamas. Yo insistía en enviarte fotos de gatitas, te ronroneaba, quería ser tu gatita, pero no, siempre fui tu perrita, desde el primer día, y ahora, me alegra que me hayas llamado así.

"Gracias Amo" te respondo

"¿Sientes curiosidad por verme la cara?"

"Si"

Paras el coche, estamos cerca de casa...

Me coges de la barbilla y me obligas a girar la cara, muy suave y despacio... "Mírame"

Alzo la mirada y mis ojos se encuentran con los tuyos. Me siento prisionera de tu mirada. Estoy como hipnotizada. Me regodeo en cada detalle. Después de tanto tiempo por fin puedo verte el rostro... eres absolutamente perfecto. No pedía que tuvieras ningún atributo físico concreto, pero necesitaba sentir que entre tú y yo hay química... y desde luego que la hay. Me quedo como embobada mirándote, no sé cuánto tiempo pasamos así, sin decir nada. Entonces bajas tus manos y empiezas a abrirme las piernas con dulzura, yo no puedo dejar de mirarte a los ojos, no me muevo, no digo nada... apartas la tela de mis braguitas y empiezas a meterme, una a una, unas bolas chinas en mi coño mojado.. Cuando terminas vuelves a poner en marcha el coche y diriges tu mirada hacia la carretera. Me recuerdas con tu firme voz que no debo volver a mirarte a los ojos. Aparto la mirada azorada, no quiero hacerlo mal. Fijo la vista al suelo. Continuamos viajando en silencio, hasta llegar al restaurante.

Una vez allí, nos bajamos del coche. Me sitúo frente a ti y empiezo a andar (notando las bolas chinas alojadas en mi interior a cada paso), dejándote que me guíes desde mi espalda, teniendo así tú una perfecta visión de mi culo. Entramos en el restaurante y nos sentamos en la mesa que tenías reservada para esta noche. Sigo sin mirarte a los ojos. Ahora mi mirada se dirige a la mesa. Las copas, los platos, los cubiertos. Tú sigues sin decir nada.

Cuando viene el camarero pides vino y la comida para ambos, sin consultarme. "Como debe ser", pienso en mi fuero interno.

 El camarero se va y nos deja solos con este silencio que me ahoga... de pronto, empiezas a hablar.

"Así que has decidido volver a ser mi sumisa" me dices mientras empiezas con el primer plato

"Si... si, Amo" te respondo con la voz entrecortada

"Sabes que no te lo voy a poner fácil. Es la segunda vez que te vas y me dejas plantado" me dices muy serio

"Lo siento Amo, perdóname, estaba hecha un lio, y todo ha ocurrido tan deprisa..."

Me cortas diciendo tajante "¡Silencio!"

Me quedo callada y tan avergonzada que ahora no levantaría la vista de la mesa para mirarte a los ojos ni que no lo tuviera prohibido.

Sigues comiendo, coges la copa de vino y le das un trago, luego sigues...

"No me valen tus excusas. Tienes que entender que esto no es un juego de niños. Estamos hablando de tu adiestramiento como sumisa, que sí, parece que lo deseas, pero a la hora de la verdad huyes a refugiarte a tu casa. Este comportamiento no me satisface en absoluto, porque me estás demostrando, primero, que no confías en mi, y segundo, que eres muy inmadura y indecisa. La confianza es la base de nuestra relación. Dime, ¿alguna vez te he mentido? ¿Te he prometido algo que no he cumplido?"

"No Amo" te contesto

"Pero de ti no puedo decir lo mismo. Me juras y prometes las mil y una y luego abandonas a la primera ocasión. Dime entonces, porque debería darte otra oportunidad."

El corazón me late a cien por hora cuando oigo esta frase tuya "¿porqué deberías darme otra oportunidad?", buena pregunta.

"Yo..." casi vuelvo a darte otra excusa, pero rectifico a tiempo y digo "Tienes toda la razón, Amo. No merezco que pierdas tu valioso tiempo conmigo... pero sé que puedo aprender. Ahora estoy segura, de verdad, que quiero seguir adelante con esto. Por favor, acéptame otra vez a tu servicio. Te lo suplico, Amo... me siento tan perdida, tan sola, sin ti..." casi no puedo terminar de hablar, no quiero montar un escándalo en el restaurante, pero las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos. Me las seco discretamente y sigo con la mirada fija en la mesa.

Otro silencio se instala entre nosotros. Miro el plato de comida, solo he robado dos bocados, por no hacer el feo, pero lo último que siento ahora mismo es hambre. ¿Qué estará pasando ahora mismo por tu cabeza? Sigues comiendo, como si nada, pero seguro que tus pensamientos van a toda  velocidad, decidiendo si te interesa o no seguir perdiendo más tiempo conmigo. Cojo mi copa y la vacío. Una vocecita en mi interior me dice que, conociéndote, quizá lo que estás haciendo es divertirte y humillarme antes de dejarme volver a tu lado. Otra voz pide su turno para hablar y ésta me dice que no me haga ilusiones, que te he tratado muy mal siendo tu sumisa, que no te he demostrado que puedes confiar en mí. Sí, hay una conexión tremenda entre nosotros, pero puede que con mi comportamiento lo haya estropeado todo incluso antes de haber empezado a disfrutar de verdad de la experiencia, y hablando de disfrutar, vuelvo a concentrarme en mi entrepierna. Con tanto estrés estoy muy tensa, y eso hace que sienta aun mas apretadas las bolas dentro de mi coño, que a pesar de la situación, está soltando un interminable goteo de flujos. Interrumpes mis pensamientos diciendo:

"Está bien. He decidido darte otra oportunidad más, pero esta será la última ¿entendido?"

"Si, Amo" respondo, dando saltitos de alegría en mi interior.

"Bien. A partir de ahora vas a seguir unas reglas nuevas. La primera es que, estés conmigo o no, nunca debes cruzarte de brazos ni de piernas, ni cerrar la boca tampoco. Tienes que mostrar al mundo que, como la puta que eres, siempre estás dispuesta y abierta para la polla de tu Amo"

"Si Amo" respondo, y acto seguido descruzo las piernas. Dejo reposar cada mano sobre un muslo. Y la boca, algo entreabierta.

Es absurdo como algo tan simple como esto me hace que me excite de una manera que solo tú sabes hacerme sentir.

"Ahora quiero que te quites las bragas y las dejes sobre la mesa"

"Si, Amo" te digo mientras me levanto para dirigirme al baño

"¿Dónde vas perrita? Vuelve a sentarte. Creo que no me has entendido bien."

Miro a mi alrededor de reojo y pregunto  "¿Quieres que lo haga aquí mismo?" me pongo roja solo imaginando la situación

"Por supuesto, y que no se entere nadie."

Está bien, lo tengo merecido por huir. Me he prometido a mi misma no amedrentarme por tus castigos. Sé que ahora tienes que demostrarme quien manda, huyendo te quité cierto poder sobre mí, así que no solo quieres recuperar tu posición anterior de autoridad sobre mí, sino que vas a subir un peldaño más, haciéndome sentir mal, humillada, utilizada, haciéndome sentir dolor... y espero que placer.

Vuelvo a mirar a mí alrededor, en busca del segundo perfecto para hacer lo que me has ordenado. Nuestra mesa está en la parte de arriba del restaurante, es más bien pequeño, con unas veinte mesas, de las cuales la mitad están ocupadas ahora mismo. Estamos junto a la pared del fondo, en una esquina. En frente, tres mesas ocupadas, al camarero no logro verle. Es el momento, nadie mira... sin apartar la mirada de la mesa, pongo ambas manos a los lados de mis piernas y subo discretamente el vestido hasta llegas a tocar la goma de la braguita. La cojo y tiro de ella por ambos lados a la vez, levantando levemente el trasero para que salgan sin problema. Cuando estoy sacando la prenda íntima por los zapatos, algo me hace levantar la vista hacia la mesa que tenemos junto en frente. Allí hay una pareja mayor, ella está de espaldas, pero él, está mirándome fijamente, y por el brillo en sus ojos se que imagina lo que estoy haciendo. Decido hacerme la loca, como si no me hubiera dado cuenta. Pero mi coño palpita, recordándome lo mucho que me excitan estas situaciones, por mucho que en voz alta diga que no soy una exhibicionista.

Ya tengo las bragas fuera. Las cojo con una mano y las pongo sobre la mesa hechas una pelotita, por si viene el camarero, disimulemos un poco. Vuelvo a quedarme en mi nueva posición de sumisa. Como no estoy acostumbrada aun, tengo que hacer un esfuerzo consciente por no cruzar sobretodo las piernas, y por mantener mis labios entreabiertos. Me pregunto... ¿te está empezando a excitar tanto como a mí esta situación, Amo?

Tú no dices nada. Coges las bragas y las pones bajo tu nariz, aspirando fuertemente. Este simple gesto casi animal me hace mojarme un poco más... siento el impulso de cruzar las piernas para no tener el coño así abierto y goteando, pero me resisto. Me siento como una hembra en celo, que tú huelas el aroma de mi ropa interior y te guste es algo tan primitivo... tan sexual para mí... me excita en sobremanera saber que te excito... y a ti te ocurre lo mismo, creo. Sabes que comportándote así me pones a mil, precisamente por eso lo haces. Empiezo a pensar... ¿no será este tu castigo para mi esta noche? excitarme hasta el límite pero sin dejar que me corra... que malo... bueno, no anticipemos acontecimientos. Tengo que aprender a centrarme en el presente, y no dejar mi imaginación volar hacia qué ocurrirá... ya lo veré cuando pase.

Cuando has quedado satisfecho, guardas mis braguitas húmedas en el bolsillo de tu pantalón. Eso me hace sentir un poco más tranquila. Pides café, un par de chupitos de Whisky y la cuenta, y mientras el camarero va a buscarlo, me dices:

"La segunda regla es: no vas a volver a huir de mi. Puedes estar más de acuerdo o no con lo que te pida o haga, y siempre escucharé tus dudas y temores, sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea, sin problema. Pero si vuelves a desaparecer de mi vida más te vale que no te vuelva a ver, porque entonces sí que, a pesar de nuestra amistad, seré cruel contigo. ¿Entendido perra?"

"Si, Amo" ¿que otra cosa puedo responder?

"He decidido darte otra oportunidad, pero vas a tener que ganarte a pulso que te quiera mantener como sumisa. Estarás en periodo de prueba hasta que yo considere que es necesario. Y el periodo de prueba empieza esta misma noche. Va a ser nuestra primera sesión real. Hemos hablado mucho de este momento, pero hoy es el día de la verdad. Es hoy cuando tienes que demostrarme lo que vales. Quiero que lo sepas antes de empezar. Voy a ser muy duro e inflexible. Sé donde están tus límites, y quizá me apetezca traspasar alguno de ellos. Tienes que estar preparada y completamente dispuesta para todo. ¿Te queda claro?"

"Si, Amo..." madre mía... ¿porqué huí? con lo bien que iba todo entre nosotros ¿porqué tuve que estropearlo? que tonta fui...

Salimos del restaurante y vamos hacia el parking. Es un descampado que hay justo en la parte de atrás. Abres tu puerta, pero no la mía. Me quedo de pie sin saber qué hacer. Tu voz profunda eriza mi piel cuando me dices:

"Desnúdate"

Vale, empezamos bien... sabes que me excita mucho exhibirme en lugares públicos, pero solo en mi imaginación, en la vida real me da muchísimo corte hacer nada. Por lo que te he dicho que no me gusta, pero en los relatos que te envío sobre mis fantasías, suelo poner alguna escena de este tipo. Mi inconsciente siempre tan traicionero... otra cosa que te he dicho que no probaría, pero que suelo incluir en mis historias, es el sexo anal ¿No tendrás pensado...? No, mejor no pienso en eso ahora o será peor. Empiezo a desnudarme en ese parking iluminado a con la tenue luz de unas farolas. Me quito la parte de arriba y el sujetador, y luego me bajo la falda hasta los tobillos. Cojo toda la ropa y la aguanto en mi mano. Los minutos pasan eternos.

Sé que me estas observando. Entreabro los labios. Me quedo quieta, sin decir nada. El aire roza cada centímetro de mi piel, haciéndome si cabe más consciente de la situación en la que me encuentro. Desnuda en la calle. Tengo miedo que salga alguien del restaurante y me vea así, pero por otro lado tu mirada fija en mi hace que mi coño grite por ser atendido. Lo siento caliente, ardiendo, y húmedo. Entras en el coche y un "clic" me indica que has abierto mi puerta. Tan rápido como puedo, abro la puerta y me meto dentro del coche.

"Deja la ropa atrás. No la vas a necesitar de momento"

Hago lo que me dices, y vuelvo a mi posición de sumisa. Piernas abiertas, brazos descansando sobre los muslos. Boca entreabierta. Tú pasas el brazo por mi lado y das a una palanca, el asiento se corre hacia atrás, dejando mucho espacio para mis piernas.

"Ponte de rodillas aquí" me dices señalando el suelo frente a mí. Como puedo me agacho y doblo las piernas. Está muy estrecho, pero entro justa, tengo el culo pegado a la puerta, y frente a mi estás tú, arrancando el coche.

"Ahora putilla, vas a chupármela todo el camino, y quiero que esta sea la mejor mamada que hayas hecho nunca. Si me parece que no te estás esmerando lo suficiente, te dejaré en tu casa y no volverás a verme el pelo"

"Si, Amo, como desees" respondo azorada.

Tú pones el coche en marcha y yo procuro no molestarte demasiado mientras te desabrocho la bragueta. Mis tetas chocan con tu mano, que reposa en la palanca de cambio de marcha. No parece molestarte, pues dejas la mano allí quieta. Cuando he desabrochado la bragueta, meto la mano dentro del calzoncillo y saco fuera tu polla. Me tomo unos segundos para admirarla. Tu rabo es como un Dios para mí. Acerco mi cara a tu sexo y lo meto poco a poco en mi boca, saboreándola por fin, haciendo mío tu olor...

Tu polla está magnífica, rígida, erecta, bien dura... pongo  mis manos en la base y, sin tocarla, me la meto en la boca hasta la mitad más o menos. Por las conversaciones que hemos tenido, sé que no te gusta que utilicen las manos cuando te hacen una mamada. Es uno de esos pequeños detalles que, en contadas ocasiones, dejas caer como si nada. Pero para mí, tu humilde sumisa, cada pedazo de información que consigo sobre ti (gustos, preferencias, o una foto de alguna parte de tu cuerpo) es un tesoro para mí, por pequeña que sea esa información; y procuro no olvidar nada, para que mis actos te hagan ver lo mucho que me importas. Ésta es otra manera que tengo de demostrarte mi devoción por ti, pues si no consigo hacerte feliz, si mis actos o mi conducta no te complacen, yo, como tu sumisa, ya no tengo razón de existir.

Empiezo a meter y sacar suavemente tu polla de mi boca, y poco a poco voy aumentando la intensidad. Llegamos a un semáforo, paras el coche y, acariciándome la cabeza con la mano, me dices:

"Tranquila, perrita, no tengas prisa por terminar. Así, despacio está mucho mejor. Saboréala bien. Métetela hasta el fondo. No me importa que no entre toda dentro, por el momento, pero quiero sentir que estás dando lo máximo de ti."

Sigo tus instrucciones, respiro hondo, relajo la garganta, y meto toda la carne que me cabe dentro de la boca. Arrancas el coche. Voy despacio, estoy descubriendo cuales son mis límites, quiero darte una buena mamada, no que me den arcadas. Cambias de marcha, alzo un poco el torso para no molestarte con mis pechos. Estoy un poco incómoda ahora, pero lo importante es que tú te sientas bien y a gusto.

Vuelvo a concentrarme en el pedazo de polla que he conseguido meter dentro. La punta de tu capullo está rozando ya mi tráquea. Tengo la boca abierta al máximo, y empieza a dolerme un poquito. Da igual, aguanto tu rabo dentro de mi boca y voy haciendo movimientos hacia arriba y hacia abajo, sin llegar a sacar el capullo, solo lo justo para respirar un poco y volvérmela a tragar. Tener tu polla entre mis labios es un regalo de los dioses para mí. En ningún momento me atraganto, al contrario, me siento muy a gusto con tu rabo entrando y saliendo de mi boca. Me relajo y te la chupo como si la noche no fuera a terminar nunca, sin prisas, concentrada únicamente en mi objeto de adoración, tu magnífica polla, Amo.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que salimos del Restaurante, puede que una hora o más, yo desde donde estoy arrodillada no veo el camino que estamos tomando para llegar a nuestro destino. Éste es uno de los detalles que tienes como Amo que me encanta. Nunca me das toda la información, siempre me dejas a medias en ese sentido, o me das respuestas rebuscadas, para que sea yo quien se rompa la cabeza pensando en cuál es la solución. No te gustan las chicas tontas. Recuerdo aquella vez que te pregunté cuando era tu cumpleaños y tú no respondías, y yo venga a insistir, porque por tu signo zodiacal, la fecha estaba cerca. Entonces me dijiste que ya me habías respondido a esa pregunta en un mail, incluso antes de que te la hubiera hecho. Casi me vuelvo loca releyendo los mails (por otro lado me encantó volver a vivir el inicio de nuestra ciber-relación), y al cabo de dos días lo encontré. Me hablabas de tu familia, tu hermano, y en un momento hacías una alusión a ciertos personajes famosos, que no venía a cuento, y sin explicaciones. Busqué en google y, efectivamente, todos ellos habían nacido el mismo día. ¡Bingo! Me puse muy contenta, cuando por fin pude escribirte la respuesta. Me hiciste sentir lista, orgullosa y, sobretodo, digna de ti.

 Paras el coche y apagas el motor. Indecisa entre dejar lo que estoy haciendo o no, opto por seguir. Me dejas disfrutar de tu rabo unos minutos más, y luego, mientras te abrochas el pantalón, me dices:

"Abre las piernas"

Lo hago lo mejor que puedo, teniendo en cuenta el poco espacio que queda entre el asiento y la guantera. Acercas tu mano a mi coño y empiezas a tirar firmemente de la anilla. Con un leve chapoteo, empiezan a salir las bolas chinas, chorreando flujos, por orden de tamaño, de la más grande a la más pequeña.

" ¡Plop!.....¡Plop!.....¡Plop!.....¡Plop!.....¡Plop!....."  Un escalofrío recorre mi columna...

Cuando las tienes todas fuera me dices:

"Ahora cierra los ojos y hecha la cabeza hacia atrás, así, con la boca bien abierta"

Lo hago, tú con dos dedos aguantas las bolas mojadas sobre mi cara y me las empiezas a meter en la boca, esta vez entrando la más pequeña primero. Las cuatro primeras entran bien, pero la quinta es muy grande, y no me cabe dentro, así que, finalmente, la dejas colgando fuera, junto a la cuerda y la anilla.

"¿Sientes tu propio olor perra? ¿Te gusta tu sabor?"

Las bolas en mi boca me impiden responder, la verdad es que me excita mucho mi propio olor, es como una realidad tangible de lo que ocurre en mi ser... estoy tan cachonda. Muevo la cabeza arriba y abajo, con la mirada siempre fija al suelo, y un leve rubor cubriendo mis mejillas. Si es que tienes razón, Amo, soy una guarra, una puta, tu perrita en celo...

 Vuelvo a mi posición de sumisa, con la vista fija al suelo, esperando tu próxima orden.

"Coge tu ropa y acompáñame"





La primera sesión


Salgo del coche desnuda y te sigo por la calle desierta hasta llegar a un local, la persiana está bajada, hay una puerta a un lado, tardas un poco en abrirla... ¿haces ver que no encuentras las llaves para dejarme más rato así, expuesta a miradas ajenas en medio de la calle? a veces te odio tanto, casi tanto como creo quererte…

Abres la puerta y me indicas que pase. La habitación está completamente a oscuras, solo iluminada por la luz que entra por la puerta abierta, y unas pequeñas ventanas respiradero que hay encima, junto al techo.

"Deja tu ropa aquí mismo en el suelo, incluidos los zapatos."

Así lo hago. Sin darme tiempo a pensar nada, tiras de la anilla que sobresale de mis labios y empiezas a andar, guiándome con la cuerda de las bolas chinas, como si fuera una correa de perro. Te sigo sintiendo las baldosas frías en mis pies descalzos. Vamos por un largo pasillo en la penumbra hasta llegar a una puerta cerrada. Te sitúas a mi espalda y pones una venda en mis ojos. Ahora estoy amordazada y a ciegas. No me importa. Confío en ti.

Oigo como abres la puerta que tengo delante y accionas el interruptor de la luz, sonido de pasos, abres algún armario o cajón, mueves objetos. La expectación de no saber qué vas a hacerme me está matando. Siento el coño pegajoso. Pronto vuelves a mi lado y me guías hacia el centro de la habitación. Me haces alzar las manos por encima de mi cabeza, y me las atas con cuerdas, imagino que a una anilla en el techo. La posición es un poco forzada, sobre todo cuando coges mis piernas y atas cada tobillo a un lado, dejándome bien abierta y expuesta a ti.

Entonces, empiezas a acariciarme los pezones con algo. No es tu mano... está frio. No logro distinguir qué es. El primer latigazo, justo en los pechos, me da la respuesta. Es uno de esos látigos cortos de varias puntas de cuero. Golpeas fuerte mi culo unas cuantas veces seguidas. Te detienes. Me arde la piel. Otro latigazo, este en mi estómago. Se me escapa un gemido. Te acercas a mí y tiras de la anilla, las bolas chinas salen, una a una, de mi boca. Me dices:

"¿Recuerdas cual es nuestra palabra clave?"

"Si, Amo" nuestra palabra de emergencia, por si quiero parar el juego en seco, y que tú debes respetar, sea cual sea la situación.

"Bien, te voy a dejar sin la mordaza puesta. Y no quiero oír absolutamente ninguna queja mientras te castigo por tu mal comportamiento"

"Si, Amo"

Vuelves a golpearme sin compasión, sobre todo los pechos, que me empiezan a doler bastante ya, mi coño, y lo que más, mi trasero, que seguro que está todo rojo y irritado. Lo tengo merecido. Tú siempre te has portado bien conmigo y yo te he fallado dos veces. Aguantaré el tormento que creas necesario darme si así logro que me perdones. Cuando estoy a punto de llegar al límite de mi resistencia paras, te sitúas tras de mí, y abrazándome por la espalda, bajas una mano hacia mi coño caliente y lo empiezas a masajear. Tu boca susurra en mi oído…

"¿Te excita esto, perra?"

Se me escapa un gemido cuando me pellizcas el clítoris...

"Ahhhhh.... Si, Amo"

Entonces te sitúas frente a mí, y rodeándome con tus brazos, acercas tus labios a los míos y empezamos a besarnos... siento el contacto de mi piel desnuda contra tu pecho. No puedo mover los brazos. Sé que este tipo de "muestras de cariño" son muy caras de conseguir, eso quiere decir que estás contento por cómo he aguantado el castigo. Decido dejarme llevar por la situación y disfrutar al máximo de este inesperado regalo que me ha dado mi Amo.

Pronto te separas de mí y vuelves a los latigazos. Solo era un descanso, yo que creía que ya habíamos terminado, pero consigo aguantar sin quejarme hasta que decides que ya he tenido suficiente.

Cuando terminas con el castigo, desatas mis piernas y mis brazos. Los tengo algo resentidos, por lo forzado de la situación y la tensión provocada por los azotes, pero no me importa, no me importa nada, porque ahora estoy aquí, contigo, viviendo mi fantasía.

Ahora me sitúas frente a una especie de banco. Atas mis tobillos, bien separados, a las patas delanteras, haces que baje la columna hasta apoyar todo mi torso en la parte acolchada, y atas mis manos a las patas delanteras. Está inclinado, es decir, que tengo la cara tocando al suelo y el culo en pompa a la altura de tus manos.

Te sitúas frente a mí, te descalzas, y me dices poniéndome el pie en la boca…

"Abre la boca, guarra"

Tu falta de tacto me excita... no quiero lamerte el pie. Me da cosa y lo sabes. Pero a pesar de todo te siento tan seguro, tan confiado. Puedo notar los jugos resbalando por mi entrepierna... ¡Qué más da! Abro la boca y metes un par de dedos dentro... los mueves, los metes y los sacas. Al principio estoy reacia, solo abro la boca y me dejo hacer. Poco a poco me tranquilizo. Hueles muy bien, siempre hemos coincidido en que una buena higiene es la base perfecta de una buena sesión BDSM. Intento pensar como lo haría una buena sumisa, eres mi Amo, y me estás otorgando el placer y el honor de lamer una parte de tu cuerpo. Sea cual sea esa parte, eres tú. Empiezo a lamerte los dedos con mi lengua juguetona. No te voy a fallar esta vez, Amo.

Cuando te cansas de este jueguecito, vas hacia la parte de atrás, y sin mediar palabra, empiezas a comerme el coño y el culo con pasión.

"Aaaaaaaaaaahhhh..." intento ahogar los gemidos de placer... saber que estás entre mis piernas, preocupándote por darme placer... como recompensa por no haberle hecho ascos a tus pies... "AAAAaaaaah".... Amo... me excitas tanto... "AAAAAaaaaaaaahhhh"... se siente tan bien tu lengua ahí bajo... vas alternando los lametazos de uno a otro agujero sin escrúpulos, lamiendo con igual pasión mi coño y mi culo... "AAAAAaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah" De un golpe has metido tu polla en mi coño, que encharcado de jugos, le ha dado la bienvenida acogiéndolo sin más en su interior.

Empiezas a bombear frenéticamente....  "aaaaaaaahhh"....  "Amo... no puedo aguantar esto..." consigo decirte entre embestida y embestida... "me voy a correeer... aaaaaaaaaaaah"...

Paras en seco, con la tu polla metida hasta el fondo de mi raja...

"¿Tan excitada estás, perra? Bien..."

Sacas la polla de mi coño y la pones en la entrada de mi culo... y empiezas a empujar...

"AAAAAAAAAAAAAAAAAAH" ... "Amo..." iba a decirte "por ahí no" pero me callo a tiempo... por mucho que me duela, tu eres el Amo, eso quiere decir que todos mis agujeros son tuyos, y que puedes hacer con ellos lo que te plazca. Me callo, y me concentro en mi propia respiración. Suelto aire. Tu polla entra un poquito más en mi. Cojo aire. Otro empujoncito... inspirar... expirar... centímetro a centímetro tu polla se abre paso en mi agujero de atrás. Los minutos se me hacen eternos. Lo estás haciendo con una calma y una tranquilidad... me duele, pero puedo soportarlo, por ti, Amo.

Empujón a empujón, sin prisa pero sin pausa, acabas ensartándome toda tu polla en mi culo. Me siento llena de tu carne y satisfecha, pero también siento miedo. Ahora empieza lo peor. Sacas un poco tu rabo de mi culo y lo vuelves a meter. Lo sacas un poco más y otra vez a dentro... metes... sacas... cada vez más. Al final la sacas del todo y me la vuelves a meter. Mi culo está muy apretado y te cuesta, pero no desistes... me la sacas ¡¡¡y me la metes en el coño!!! Y empiezas a bombear rápido, sin piedad.

"Aaaaahhhhhh" que gusto!”

Cuando tu polla vuelve a estar húmeda por mis jugos la sacas de mi coño y la ensartas en mi culo dolorido, esta vez no te cuesta tanto meterla hasta los huevos. Empujas hasta el fondo, aguantas un momento ahí, y vuelta a empezar, la sacas del todo y la vuelves a meter hasta el fondo. Lo estás disfrutando. Al rato tus embestidas se vas haciendo más enérgicas. Tus huevos chocan con mi coño a cada golpe... zas..zas...zas... dentro fuera dentro fuera... ya no me duele casi... lo justo para poderlo disfrutar.

Como si hubieras oído mis pensamientos, bajas la mano y empiezas a tocarme el clítoris, metiéndome un par de dedos dentro de mi coño... cada vez me la metes más fuerte por detrás... cada vez me excito más y más...

"Amo, por favor, déjame correrme, por favor..." te pido susurrando entre jadeos...

"Por supuesto..." me contestas... y ahora sí que le das caña al asunto... me empujas con tanta fuerza y tan rápido que me parece que me vas a partir en dos... me rompes el culo con saña... con ansias... con pasión... tu mano en mi coño hace el resto... me dejo llevar cuando las oleadas de placer de mi entrepierna me avisan de lo que va a llegar.

"AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh" tengo un orgasmo tremendo, mientras tú sigues bombeando, ahora casi con furia... me fallan las piernas... me tiembla el cuerpo.. Me palpita el coño... suelto jugos sin parar.

Entonces me la clavas hasta el fondo y descargas toda tu rica leche en mi interior. Qué bien... Amo...
Me desatas y me quitas la venda de los ojos... procuro fijar a vista al suelo, pero de reojo intento mirar como es la habitación... es bastante grande, cuadrada, y completamente blanca, suelo, techo y paredes. Hay varios armarios y mesas, el banco del que me acabas de desatar... la cuerda anillada al techo en el centro de la habitación.

Me llevas a un rincón y me pides que me limpie bien. Hay una de esas duchas sin plato, como las del gimnasio, el suelo hace forma de embudo hacia un agujero en el medio. No hay paredes ni cortina. Tú te sientas desnudo en una silla, justo frente a mí, y enciendes un cigarro, a la espera de que empiece el espectáculo.

Abro el grifo y busco la temperatura ideal. Me mojo entera y me enjabono a consciencia, sobretodo mi coño y mi ano dolorido. Paso agua para enjuagarme bien. Sé que me estás mirando, eso me intimida y me excita a partes iguales.

Cuando termino me indicas que vaya hacia ti a cuatro patas, como las perritas, y te limpie bien la polla. Lo hago sin dudar. Sabe a tu corrida, a la mía, y a otras cosas que prefiero no pensar. Mi boca es tuya y puedes meter dentro lo que quieras, Amo.

Ahora me haces tumbar boca arriba en la misma camilla de antes, pero ahora está en posición normal. Hay una especie de palo de escoba suspendido sobre mi cabeza en horizontal. Atas mis tobillos a cada extremo del palo, y mis manos a la parte de atrás. Vuelves a tenerme a tu disposición para lo que quieras hacerme. Pero esta vez superas todas mis expectativas, cuando te giras hacia mí con las manos enfundadas en unos finos guantes de látex blancos, como los de los médicos. Traes varios artilugios entre las manos, y los dejas en una mesilla cercana. Coges algo y te acercas... te miro expectante, tú me respondes con una cara entre divertida y pícara y me dices:

"Bien, perrita, hasta ahora me has hecho sentir orgulloso de ti. No me falles al final. Te digo esto porque ahora voy a hacerte daño... necesito que estés relajada y muy quieta... ¿entendido?"

"Si, Amo, estaré quieta." te respondo, pero mi corazón late a mil por hora, temiendo lo peor...

Entonces te acercas a mis piernas abiertas y pasas una gasa mojada en algo por mi coñito, bien limpio tras la ducha. No puede ser... me habías explicado en algún mail que uno de tus hobbies era poner piercings, que lo habías hecho con alguna sumisa ya, y te encantaba el resultado... sé que tienes el diploma y que eres muy escrupuloso para estas cosas. Intento relajarme y respiro hondo, aparto la mirada de ti, no soporto ver lo que se que vas a hacer...

"¿Lista?"

"Si, Amo"

"Bien... inspira... expira... profundamente... inspira.... expira..."

¡ZAS! de un solo golpe atraviesas la piel de mi labio, justo al lado del clítoris, con una larga aguja esterilizada...

"¡¡¡¡mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmh!!!!"

Consigo no gritar manteniendo la boca bien cerrada... ¡que dolor!... pero lo peor ya ha pasado... ya está...

Coges un aro pequeño y dorado, y lo pones donde estaba la aguja, lo cierras. Ya está. Y la verdad es que me encanta.

"Ya está preciosa, ¿quieres verlo?", me preguntas

"Si, Amo, me gustaría mucho", respondo

Coges un espejito de encima de la mesa y lo pones de manera que pueda ver tu maravillosa obra de arte... la verdad es que queda precioso allí puesto, y siempre que lo vea pensaré en ti, Amo, eso es lo que más me gusta de esto, me siento como si hubieras firmado con tinta indeleble sobre mi piel desnuda, en lo más profundo de mi ser me siento aun más tuya, más unida a ti, más tu sumisa... no puedo decir más que...

"Gracias, Amo, es el mejor regalo que me han hecho" y mi franca sonrisa te convence de ello... tu también me sonríes...

"La sesión se da por terminada." me dices, y empiezas a desatarme. Me pides que me quede quieta donde estoy, tumbada en la camilla. Te sientas en una esquina y empiezas a acariciar mi pies con tus dedos, recorriendo cada milímetro de mi cuerpo, haciéndome sentir bien... deseada... ¿amada...?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

Maite. Secuestrada en Egipto. Cap 01.

Serie larga, donde se relatan las peripecias de la pobre Maite, joven casada a la que secuestran en su viaje de casados. A lo largo de los ...